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Pekín también teme el avance yihadista

El gigante asiático consume la mitad del petróleo que se extrae de los campos iraquíes

Macarena Vidal Liy
Un soldado kurdo monta guardia frente a una refinería cerca de Mosul
Un soldado kurdo monta guardia frente a una refinería cerca de MosulStringer (Reuters)

A medida que progresan los avances del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), China aumenta su atención sobre los acontecimientos en el país árabe. La República Popular compra cerca de la mitad de la producción del petróleo iraquí —aproximadamente 1,5 millones de barriles diarios—, ha invertido alrededor de 7.300 millones de euros en el sector energético y cuenta con cerca de 10.000 trabajadores chinos en esos campos petroleros.

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Hasta el momento, la consigna oficial del Gobierno de Pekín es la calma. A diferencia de lo ocurrido durante las recientes protestas antichinas en Vietnam por su disputa de soberanía en el mar del Sur de China, cuando Pekín repatrió a más de 3.000 de sus compatriotas, apenas se han producido evacuaciones de ciudadanos chinos en Irak. La portavoz del Ministerio de Exteriores, Hua Chunying, afirma que “los empleados chinos en Irak se encuentran en áreas relativamente seguras”.

Pekín, asegura Hua, “apoya los esfuerzos del Gobierno iraquí para mantener la estabilidad interna y luchar contra el terrorismo, y espera que la estabilidad y el orden se restablezcan en cuanto sea posible. China seguirá haciendo cuanto esté en su mano por ayudar a Irak. Mientras tanto, espera que la parte iraquí adopte medidas concretas para garantizar la seguridad de las empresas y personal chinos en Irak”.

Tras la caída del régimen de Sadam Husein, las petroleras chinas irrumpieron con fuerza en el sector energético iraquí, donde rápidamente se convirtieron en el primer inversor. Mientras EE UU perdía interés en el país árabe ante la posibilidad de extracción del petróleo de esquisto en su territorio, el gigante petrolero estatal chino CNPC —el principal inversor extranjero en Irak— adquiría rápidamente los derechos de explotación de campos como los de Al Ahdab, al sureste de Bagdad, y entraba en el consorcio que extrae el 37% del crudo de Rumaila, el principal campo iraquí. Precisamente ha sido en Al Ahdab donde sí se han producido algunas evacuaciones de ciudadanos chinos.

Pero la preocupación no se debe tanto a que los campos de petróleo puedan caer en manos de los rebeldes. La también estatal Sinopec tiene intereses en un campo en el norte, pero en zona kurda, y el 90% de la producción se concentra en el sur, en las áreas de mayoría chií cercanas a Basora, aún muy lejos del alcance del EIIL, suní. Y en cualquier caso, según apuntaba en un foro celebrado en Pekín sobre seguridad Wang Tao, del Centro Carnegie-Tsinhua para la Política Global, a raíz de la situación en Siria, Sudán del Sur o ahora en Irak, China “en los últimos años ha empezado a buscar suministradores de energía más estables, como Australia, América del Norte o Reino Unido”.

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China ha invertido 7.300 millones en el sector energético de Irak

Lo que más preocupa a China, que el año pasado se convirtió en el principal importador de crudo del mundo, por encima de EE UU, es la posibilidad de una escalada de los precios. Con unas reservas domésticas muy por debajo de su demanda interna, se calcula que para 2020, la República Popular dependerá de las importaciones para un 66% de sus necesidades de petróleo, según la Administración de Información sobre Energía estadounidense (EIA, en su sigla en inglés). Precisamente había sido, en parte, el aumento de la producción iraquí tras la caída de Sadam y la guerra lo que permitió esquivar una subida de los precios en los últimos años pese a las sanciones internacionales a Irán en castigo a su programa nuclear.

Una escalada del precio del crudo, que ayer, según informa Reuters, alcanzaba los 114,89 dólares (84,54 euros) por barril de petróleo Brent, supondría un importante agujero en las cuentas de una China cuya economía comienza a dar señales de agotamiento y que intenta superar su gran dependencia del carbón nacional, altamente contaminante.

Esta necesidad de abastecerse en el exterior puede dar pie, según los analistas, a un cierto giro en la política exterior del país, que le obligue a abandonar su postura tradicional de no implicación para involucrarse cada vez más en los asuntos globales. Un primer experimento en este sentido, anotan, ya se desarrolla en Sudán del Sur, donde China, el principal socio comercial del país más joven del mundo y con importantísimos intereses en su sector petrolero, participa activamente en las conversaciones entre los bandos y los mediadores.

Y situaciones como la de Irak abren también la puerta a una mayor colaboración con Estados Unidos. En opinión de Wang, ambos países tienen ante sí importantes posibilidades de cooperación en el área de la seguridad energética. Una de ellas, apunta, es la “mejora de la situación de la seguridad de los campos de petróleo y de los suministros”.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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