Modi, un líder con dos almas
En una India cambiante, el primer ministro, austero y nacionalista, pero buen gestor, es una revolución
Narendra Modi, al que 170 millones de votos le han otorgado una mayoría absoluta casi inédita en India, es un político que combina dos facetas: es un nacionalista hindú y un buen gestor económico. El hombre investido como primer ministro el lunes, de 63 años, ha recibido un apoyo tan masivo en las urnas porque la economía es el asunto más importante para los electores indios. “Somos un país de jóvenes: cada mes un millón se integra a la fuerza de trabajo. Obviamente para esa gente la creación de empleo y el crecimiento económico son lo más importante”, explica el analista Ashok Malik.
Cien millones de jóvenes ejercían por primera vez en estos comicios su derecho al voto en unas legislativas. Pertenecen a una generación que ha crecido en una India que empezó a liberalizar su economía, en 1991. “El panorama político, económico y social de India se está moviendo hacia la derecha, debido en parte a la globalización y las aspiraciones de esos jóvenes”, añade.
Desde 2003 hasta 20012 la economía de India crecía a más del 8% anual, pero en los últimos años pasó a menos del 5%. Eso hizo que estos nuevos votantes fueran seducidos por el hinduista, que supo venderse como un excelente gestor. El Estado de Gujarat, que ha gobernado durante una docena de años, crece a más del 10%. Modi construyó infraestructuras y atrajo inversión extranjera.
Será en la segunda semana de junio, en su comparecencia ante el presidente, cuando hable más de su programa. Tras tomar posesión en presencia de su homólogo de Pakistán, Nawaz Sharif, —al que invitó en un hábil gesto diplomático— , ha pedido a su gabinete que establezca una agenda para los primeros 100 días de gobierno. Entre las 10 prioridades que exige están la eficiencia, la educación, las infraestructuras y la transparencia. A Modi se le tacha de autoritario, pero no de corrupto. No se le conoce ningún lujo. Y pocos dudan de que dará absoluta prioridad al tema económico. “Va a tener que demostrar que es capaz de cumplir sus promesas”, explica el analista Malik. Los expertos apuntan a que a Modi, que por un tiempo pensó en ser monje, solo la política le gusta tanto, o más, que la religión.
El Partido Bharatiya Janata (BJP) hizo una campaña absolutamente personalista en torno a este político que hace gala de su austeridad. Un hombre al que casaron de niño, que muy pronto dejó a su esposa para unirse a la organización fundamentalista hindú Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS) y que el único pariente con el que se suele dejar ver es su nonagenaria madre.
Por ese interés en la economía, estos votantes pasaron por alto los recelos parte de los indios, sobre todo los musulmanes, hacia el nuevo primer ministro. A medida que avanzaba la campaña más se hablaba de economía y menos del oscuro episodio del que le exculpó el Tribunal Supremo por falta de pruebas: los enfrentamientos interreligiosos en los que murieron unas 1.000 personas, sobre todo musulmanes en Gujarat en 2002. Rahul Gandhi, el heredero de la dinastía al frente del Partido del Congreso, gran perdedor de las elecciones (con 44 escaños frente a los 282 del BJP), incluso lo comparó con Hitler durante su campaña.
La corrupción y la falta de liderazgo han erosionado el apoyo al Partido del Congreso, que ha gobernado India durante casi toda su historia, recalcan los expertos. “En la primera legislatura del Congreso, de 2004 al 2009, la gente estaba muy contenta con Manmohan Singh como primer ministro. Pero después se dieron cuenta que el poder lo tenía Sonia Gandhi [madre de Rahul y nuera de la asesinada Indira] y que él no era capaz de decidir o hacer las cosas”, explica el analista Samrat Choudhury. En su opinión, la ola de violencia en Gujarat hace más de una década es vista por cada parte del espectro político según su conveniencia. Apunta a que el Partido del Congreso también podría estar manchado, y no condenado, por los sijs asesinados en represalia por el asesinato por parte de uno de ellos de Indira Gandhi, en 1984.
Dice que Modi “a pesar del miedo, también inspiraba esperanza”. Fue el único que logró crear una percepción de ser un líder fuerte, un líder firme. “Los votantes jóvenes son impacientes en todas partes, pero en India más y él logró venderles la idea de que es un buen administrador que va a arreglar las cosas”.
Choudhury, como otros analistas, acepta que las cosas podrían cambiar para las minorías, los no hinduistas. Tanto el partido de Modi, el BJP como la organización ultra Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), que fue decisiva para su victoria, creen que el Estado da un trato especial a los musulmanes y otras minorías y no están de acuerdo con ello, explica el analista.
El biógrafo de Modi, Nilanjan Mukhopadhyay, explica que desde joven a Modi le desagradaba la gente de otra religión. En su opinión estas elecciones sí las ganó en parte por apelar al deseo de desarrollo de gran parte del electorado, pero el factor religioso fue contundente. “Lo votaron los prohinduistas”, asegura. No es coincidencia que apelara al voto lanzando su candidatura desde Benarés, la ciudad más sagrada para esta religión. Dice que en ese sentido Modi seguirá gobernando como lo hacía en Gujarat: “Sin discriminar, pero sin dar ningún trato especial a las minorías, no sólo musulmanes, sino también otras religiones o tribus y nómadas”. Esto podría marcar un enorme cambio en la política de India, donde hasta ahora se cuidaba de las minorías que viven en desventaja.
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