Egipto vive una jornada electoral sin incidentes pese al boicoteo islamista
La ilegalización de los Hermanos Musulmanes deja vía libre al general Al Sisi
La primera jornada de las elecciones egipcias se cerró este lunes sin sobresaltos. Diez meses después de que derrocara al islamista Mohamed Morsi, único presidente salido de elecciones libres en Egipto, el recién retirado mariscal Abdelfatá al Sisi acaricia una victoria que se prevé arrolladora. Al Sisi está a punto de consolidarse como enésimo caudillo militar egipcio en la tradición de Gamal Abdel Nasser y Anuar el Sadat. Aunque Al Sisi no usa su efigie en la copiosa propaganda electoral que ha repartido por todo El Cairo, sus críticos lo vinculan con Hosni Mubarak, autócrata depuesto en 2011 tras las protestas masivas conocidas como primavera árabe.
La candidatura del izquierdista Hamdín Sabbahi, único adversario de Al Sisi, apenas aleja la impresión de que Egipto participa en un mero plebiscito tras el paréntesis democrático abierto con sangre por la revolución de 2011 y cerrado con más sangre por el cuartelazo de 2013.
Este lunes, las calles cairotas eran de Al Sisi. Los colegios electorales más concurridos, como el de Al Saud en el acomodado barrio de Heliópolis, eran ya a mediodía una fiesta de la victoria. Vecinos como la empresaria Nagua Abu Naga, que gestiona una agencia de publicidad, proclamaban entre grandes risas su lealtad a Al Sisi. Los más jóvenes cantaban y bailaban en la cola que los llevaba a las urnas. Para contento de los omnipresentes militares que convirtieron el colegio en un fortín con francotiradores, metralletas y sacos terreros, nadie dudaba allí de que Al Sisi ganará de calle.
Más calmado y aún más distinguido es el colegio electoral de la facultad de Bellas Artes, elegido por muchas televisiones egipcias como escenario para sus tomas electorales del lunes y el martes. Esta zona noble de la megalópolis está siempre bien vigilada por sus embajadas y edificios públicos, así que los controles para votar son más laxos y casi ofrece una impresión de normalidad democrática. Amal Fahmy, una vecina que a sus 80 años tuvo que acudir en silla de ruedas, explicaba en excelente inglés que votará a Al Sisi “sin duda”, porque “es el hombre de la revolución”. El hombre que empujaba su silla sonreía y asentía, igual que los policías que salieron a saludar a Fahmy, obviamente una celebridad en su barrio. Cuando escuchó hablar de Morsi se le torció el gesto: “Qué gran decepción, qué incompetente”.
Los únicos rivales del exmilitar son los izquierdistas de Hamdín Sabbahi
Como decenas de miles de sus compañeros de los Hermanos Musulmanes, Morsi está en la cárcel. Los islamistas de la cofradía y otros movimientos prohibidos por el Gobierno interino impuesto por los golpistas de Al Sisi, como el de los contestatarios demócratas de la Juventud del Seis de Abril, llamaron a la abstención en estos comicios presidenciales.
Los colegios electorales de las tremendas avenidas de Nasser City, estaban llenos de gente a primera hora de la mañana. En uno de los mayores, el presidente de la mesa Jaled Mahmud explicaba que “estas elecciones están funcionando igual que las anteriores”. Pero no se pueden presentar partidos como los Hermanos Musulmanes. ¿Esto no menoscaba la democracia? El juez Mahmud mostraba en calma su desacuerdo: “La gente está encantada de votar en libertad y de elegir entre los candidatos que se presentan ahora”.
En la cola aguardaba su turno un joven de 19 años y cabellera hirsuta llamado Abadelhamid Sharaf, el único que admitió que votaría al izquierdista Sabbahi, “porque tiene programa”. Un hombre mayor tras él lo interrumpió con malos modos: “Un programa de mierda”. Sharaf replicó preguntando qué programa presenta Al Sisi. El exmariscal se ha limitado a anunciar tiempos difíciles para Egipto y ha evitado cualquier compromiso electoral. Un teniente del Ejército interrumpió el debate político en la cola, “por seguridad”.
Hay zonas donde El Cairo abandona sus cualidades terrestres y adopta una estampa marciana y ocre. Los burros pastan entre montañas de basura y la gente vive en mausoleos centenarios abandonados a la sombra de minaretes, autovías y escombreras. En medio de estos monumentos achicharrados también hay colegios a la espera de votantes. En uno preside la mesa la juez Nagwan Radwan, de 34 años, que daba órdenes a soldados y policías mientras, en el patio, un grupo de hombres cotejaba un montón de documentos de identidad y anotaba los nombres en listas. Pararon al percatarse de que los observaba un forastero. Poco después, un delegado del Ministerio de Justicia se interesaba en inglés por cómo veía éste las elecciones. Pacíficas, alegres y sin sorpresas. “Esto es justo lo que queríamos”, murmuró, ahora en árabe, el funcionario.
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