Francisco: “La paz no se puede comprar. No se vende”
El papa alaba a Jordania por acoger a millones de refugiados al inicio de su visita a Tierra Santa
La sensación en el avión papal, camino de Jordania, era que Francisco se estaba metiendo en la boca del lobo. Que una zona tan conflictiva como Oriente Próximo solo podía deparar disgustos a un Papa cuyo discurso se caracteriza por la claridad en la denuncia. Seis horas después, tras escucharlo hablar ante el rey Abdalá II, ante los más de 20.000 cristianos que acudieron a la misa en el estadio de Amán y ante un grupo de jóvenes refugiados junto al río Jordán, la sensación fue confirmada: Jorge Mario Bergoglio iba a seguir la misma tónica de discursos comprometidos que marcó los viajes anteriores. Si en Lampedusa clamó contra la globalización de la indiferencia —“¿quién de nosotros ha llorado por estas jóvenes madres que mueren en las barcas?”—, en Cerdeña denunció el actual sistema económico —“nos está llevando a la tragedia, nos está robando la dignidad”— y en Río denunció la cultura del descarte que arrincona a los ancianos y deja sin futuro a los jóvenes, en Tierra Santa iba a referirse a la ausencia de paz: “Es necesario y urgente encontrar una solución pacífica a la crisis de Siria y una justa solución al conflicto entre israelíes y palestinos”.
Si, hace 50 años, Pablo VI se acercó a Tierra Santa para fomentar el diálogo entre religiones, el papa Francisco ha venido ahora a buscar la paz. Una solución pacífica para Oriente Próximo que, según dijo durante la celebración de una misa ante más de 20.000 personas —muchas de ellas refugiados palestinos, iraquíes y sirios—, hay que buscar sin descanso: “La paz no se puede comprar. No se vende. Es un don que hemos de buscar con paciencia y construir artesanalmente mediante pequeños y grandes gestos en nuestra vida cotidiana”. Jorge Mario Bergoglio quiso que su primer mensaje de un viaje diplomática y políticamente difícil fuese también un aviso para navegantes: la búsqueda de la paz debe estar por encima “de las diferencias de ideas, lengua, cultura o religión”.
Más tarde, ante un grupo de jóvenes refugiados y discapacitados, un encuentro especialmente deseado por él, endureció aún más sus palabras. “Renuevo mi vehemente llamamiento a la paz en Siria. Que cese la violencia y se respete el derecho humanitario. Que nadie se empeñe en que las armas solucionen sus problemas y todos vuelvan a la senda de las negociaciones (…). Que Dios convierta a los violentos y a aquellos que tienen proyectos de guerra, y fortalezca los corazones y las mentes de los agentes de paz”.
También las primeras palabras del Papa tras aterrizar ayer en Jordania, primera escala de su viaje de tres días por Tierra Santa, fueron de encendido agradecimiento a Jordania por acoger “generosamente a una gran cantidad de refugiados palestinos, iraquíes y en especial de Siria” y a su rey, Abdalá II, por su apuesta por el diálogo en la región: “Usted es un hombre de paz, un artífice de paz; gracias”. Jorge Mario Bergoglio dijo que “es necesario y urgente encontrar una solución pacífica a la crisis de Siria, además de una justa solución al conflicto entre israelíes y palestinos”. Jordania ha acogido a cientos de miles de desplazados por la fundación del Estado de Israel, en 1948, por la invasión estadounidense de Irak, en 2003, y por la actual guerra siria, en la que han muerto unas 160.000 personas.
El Papa sabe que no es un viaje precisamente fácil, que cada palabra y cada gesto serán analizados al milímetro, que tanto lo que diga como lo que calle frustrará o alimentará las expectativas —y también los resquemores— de palestinos e israelíes. Pero esto no resultó óbice para que su primera jornada de una visita que pretende conmemorar la de Pablo VI hace medio siglo se convirtiera en un elogio rendido a Jordania y a su rey. Su corto discurso de apenas un folio alabó, por este orden, la solidaridad de los jordanos, el liderazgo de Abdalá II y la “serena convivencia entre los fieles de las diversas religiones”.
“Este país”, advirtió Bergoglio, “acoge generosamente a una gran cantidad de refugiados de la vecina Siria, destruida por un conflicto que está durando demasiado tiempo. Esta acogida merece el reconocimiento y la ayuda de la comunidad internacional (…). A la vez que constato con dolor que sigue habiendo fuertes tensiones en la región medio-oriental, aprovecho la ocasión para renovar mi profundo respeto y consideración a la comunidad musulmana y expresar mi reconocimiento por el liderazgo que su majestad el rey ha asumido para promover un entendimiento más adecuado de las virtudes proclamadas por el islam y la serena convivencia entre los fieles de las diversas religiones”. El rey Abdalá también reconoció “el liderazgo y el compromiso personal” de Francisco en la búsqueda de la paz y renovó su compromiso, como descendiente de Mahoma, de “promover el islam de la paz y el entendimiento”.
La complejidad del viaje ha llevado al Vaticano a elaborar un programa que busca inocular el mensaje del Papa sin herir demasiadas susceptibilidades. Pero nadie descarta que Bergoglio, que además de hablar, escucha y reacciona ante las vivencias del viaje, se salga del guión. Anoche lo hizo. Cuando vio ante sí los desastres de la guerra, jóvenes abandonados en campos de refugiados muy lejos de sus países, elevó el tono para denunciar a los que fabrican y negocian con armas de guerra: “Las raíces del mal están en el odio y en la codicia por el dinero. Esto nos debe hacer pensar”.
Lo más destacado de la agenda
Estos son los momentos más destacados de la apretada agenda del Papa en su viaje a Tierra Santa.
Sábado 24:
-Visita a los reyes de Jordania en Ammán.
-Misa en el estadio internacional de Ammán.
-Visita al lugar del bautismo en el río Jordán y encuentro allí con refugiados sirios.
Domingo 25:
-Encuentro con el presidente palestino, Mahmud Abbas.
-Misa en la plaza del Pesebre de Belén.
-Visita al campo de refugiados palestinos de Dheisheh en Belén.
-Acto ecumécnico en el Santo Sepulcro de Jerusalén.
Lunes 26:
-Visita a la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén.
-Visita al Muro de las Lamentaciones.
-Ofrenda en el monte Herzl.
-Visita al Museo del Holocausto Yad Vashem.
-Encuentro con el presidente israelí, Shimon Peres.
-Encuentro con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.
-Misa en el Cenáculo.
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