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Obama y Merkel intentan preservar la frágil unidad transatlántica ante Rusia

Washington y Berlín dan por fracasado el pacto para limitar el espionaje de la NSA

Marc Bassets
El presidente Barack Obama y la canciller Angela Merkel en el Rose Garden de la Casa Blanca.
El presidente Barack Obama y la canciller Angela Merkel en el Rose Garden de la Casa Blanca. Charles Dharapak (AP)

Misión: preservar la frágil unidad entre Estados Unidos y Europa ante el desafío ruso. El presidente Barack Obama ha renunciado a imponer sanciones unilaterales contra la Rusia de Vladímir Putin. También descarta enviar ayuda militar al Gobierno ucraniano. En contra del criterio de algunos de sus asesores, Obama prefiere cerrar filas con los socios europeos, aunque el precio sean medidas tibias que hasta ahora no han disuadido a Putin en su intervención en Ucrania.

La reunión, este viernes en Washington, con la canciller alemana Angela Merkel, sirvió para afinar el mensaje transatlántico ante Putin. Si Moscú sigue fomentando la inestabilidad en Ucrania y boicotea las elecciones previstas para el 25 de mayo, EE UU y la UE adoptarán una nueva ronda de sanciones. No apuntarán, como las aprobadas en las últimas semanas, a individuos o empresas sino a sectores clave de la economía rusa como la energía, las finanzas o la minería.

“Si vemos que los incidentes y la desestabilización continúan de manera tan fuerte que impiden las elecciones el 25 de mayo, no tendremos otra opción que adoptar sanciones más duras”, dijo Obama, en una rueda de prensa junto a Merkel en la Rosaleda de la Casa Blanca. Era la primera vez que el presidente de EE UU ponía plazos y condiciones a la imposición de otra ronda de sanciones. “Serán inevitables nuevas sanciones”, coincidió Merkel.

Merkel —al frente de una potencia económica, con un peso político creciente— es una interlocutora privilegiada de EE UU en el pulso con Rusia por Ucrania, una pieza central en la estrategia de la Casa Blanca, que ve en el desafío de Putin, ante todo, una crisis europea. Ningún líder occidental ha hablado tantas veces con el presidente ruso como la canciller alemana. Pocos pueden jactarse de conocer tan bien la cultura y la lengua rusa, que aprendió en la Republica Democrática Alemana, el país donde creció.

Desde que en febrero Rusia tomó el control de la península ucraniana de Crimea, la unidad con la UE ha sido una prioridad para el presidente de EE UU

La relación de Merkel con Obama no pasa por el mejor momento. Las revelaciones, el año pasado, sobre el espionaje de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional, siglas en inglés) al teléfono de la canciller dejaron heridas. “No puedo reprocharle que se sienta agraviada”, confesó meses después el presidente de EE UU a la revista The New Yorker. EE UU y Alemania hablan un lenguaje distinto cuando se trata del espionaje electrónico.

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Obama ha prometido que la NSA no espiará más a la canciller ni a otros líderes aliados, pero se reserva el derecho de continuar vigilando a consejeros y ministros y actuar en el territorio de países amigos. Merkel insiste en que las actividades de la NSA en territorio alemán son ilegales y da por fracasada la negociación de una especie de pacto de no-agresión con Washington en materia de espionaje.

Obama y Merkel siguen llamándose entre ellos Barack y Angela —una muestra de enorme familiaridad para un alemán— pero cualquier expresión enfática de amistad ha desparecido. El encuentro de este viernes fue una reunión de trabajo monopolizada por la crisis internacional que más preocupa ahora en Washington: Ucrania.

Desde que en febrero Rusia tomó el control de la península ucraniana de Crimea, la unidad con la UE ha sido una prioridad para el presidente de EE UU. No ha resultado fácil. Mientras que EE UU apenas tiene intereses comerciales en Rusia, los grandes países europeos tienen economías entrelazadas con este país y, en el caso de Alemania, dependen del gas ruso.

De ahí la mayor cautela de los europeos a la hora de castigar a Moscú y el papel ambiguo de Alemania. En Washington, la canciller alemana actuaba como representante oficiosa de la Europa de los 28, fragmentada y sin una política definida ante Moscú. Y también del potente sector industrial de su país, que teme los perjuicios económicos que pueda provocarle una escalada de tensión e intenta frenar las sanciones a sectores como el energético.

Con Ucrania, regresa la era de la geopolítica. Geopolítica de la energía: Washington presiona para que Europa reduzca su dependencia energética de Rusia e importe gas natural norteamericano. Y geopolítica a secas: la OTAN, ocupada durante la última década en guerras y misiones fuera de su territorio tradicional de acción, vuelve a ocupar un lugar central para EE UU en Europa.

Mientras Obama recibía a Merkel, el secretario de Defensa, Chuck Hagel, avisaba en un discurso a unas manzanas de la Casa Blanca que la crisis de Ucrania obliga a los europeos, incluido Alemania, a gastar más en defensa.

“Hoy el PIB de América es más pequeño que el PIB sumado de nuestros 27 aliados de la OTAN, pero el gasto en defensa de América triplica el de los aliados”, dijo Hagel. Y añadió: “Con el tiempo, esta carga asimétrica amenaza la integridad, la cohesión y las capacidades de la OTAN. Y, a fin de cuentas, la seguridad europea y transatlántica”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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