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La fortuna de los hermanos Koch amenaza a los demócratas en las legislativas

Los multimillonarios Charles y David financian una elaborada estrategia para que los republicanos se hagan con el Senado

Harry Reid, líder demócrata en el Senado
Harry Reid, líder demócrata en el Senado WIN MCNAMEE (AFP)

Dos hermanos multimillonarios suponen la mayor amenaza para el Partido Demócrata ante las disputadas elecciones legislativas del próximo noviembre y a su vez constituyen el mejor reflejo de la desorbitada barra libre de dinero en que se ha convertido la trastienda de la política estadounidense. Se trata de Charles y David Koch, la quinta y sexta persona más rica del mundo, que impulsan desde hace meses una engrasada estrategia, con agresivos anuncios televisivos y acciones sobre el terreno, para que el Partido Republicano consiga hacerse con el control del Senado, al margen de mantener su mayoría en la Cámara de Representantes.

Charles y David Koch, de 78 y 73 años, dan apoyo a una maraña de organizaciones, al margen del aparato del Partido Republicano, a través de las cuales canalizan recursos suyos y de donantes anónimos para ejecutar una ofensiva contra los candidatos demócratas de estados clave. La mayoría de sus acciones se sustentan en anuncios, con testimonios dramáticos de supuestos ciudadanos corrientes, contra la reforma sanitaria del presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Y lo más alarmante para los demócratas es que les están superando ampliamente en presupuesto, que es lo que en definitiva mide la capacidad de influencia en política. Americans for Prosperity (AFP), uno de los principales grupos del entramado Koch, no solo está gastando diez veces más que cualquier organización progresista independiente, sino que ha emitido más del doble de anuncios que la bancada demócrata del Senado, según datos de la empresa Kantar Media. A falta de cifras concretas, se estima que AFP ha invertido de momento unos 30 millones de dólares en comparación con los 6 millones del Partido Demócrata.

La sentencia de este miércoles del Tribunal Supremo -que anuló los límites de dinero que un donante puede aportar a candidatos, partidos y sus comités de acción durante un ciclo electoral de dos años- no afecta a los Koch porque los magnates no dan dinero directamente a candidatos ni a partidos sino que financian sus propios grupos al margen del entramado oficial, pero sí puede beneficiar al Partido Demócrata porque, igual que el Republicano, podrá recibir a partir de ahora donaciones mucho más elevadas. Los Koch sí que se beneficiaron en 2010 de otro fallo del Supremo que levantó toda limitación económica a las actividades de los grupos externos a los partidos.

Lo paradójico y sorprendente en el caso de estos hermanos es que dos simples individuos, por muy ricos que sean, están consiguiendo movilizar más dinero en publicidad que el establishment demócrata. Y a una velocidad precoz si se tiene en cuenta que aún quedan siete meses para unos comicios que pueden condicionar profundamente la capacidad de maniobra del demócrata Obama en sus dos últimos años en la Casa Blanca. AFP también está emitiendo el doble de anuncios que la dirección republicana en la Cámara, erigiéndose en un preciado brazo exterior de los conservadores, con los que comparte rivales a batir y principios ideológicos. Los Koch son unos fervientes defensores de la desregulación gubernamental y del dogma de la libertad individual a ultranza, lo que les alinea con las tesis más radicales del subgrupo del Tea Party.

Pese a esta cercanía y sus ataques a Obama, Americans for Prosperity se declara apartidista y no hace donaciones a políticos. “Nuestro principal objetivo es luchar por la libertad económica [...] La historia ha demostrado que es la mejor manera de mejorar la vida de la gente”, explica el portavoz Levi Russell en una respuesta por correo electrónico. “Los sistemas con gobiernos grandes son frecuentemente ineficientes, caros y sujetos a nepotismo”. La organización dice disponer de 100.000 donantes, está integrada por 200 trabajadores a tiempo completo en 32 estados y cuenta con más de dos millones de activistas.

Los Koch no son nuevos en la arena política, como tampoco lo son sus finalidades. Al margen de su faceta filantrópica, desde hace tiempo realizan donaciones a políticos -sobre todo a republicanos pero también a algún demócrata- pero ha sido a partir de 2010 cuando han multiplicado sus propios esfuerzos y han afianzado su influencia, coincidiendo con la sentencia del Supremo. Ese año desempeñaron un papel esencial para que la bancada conservadora recuperara el control de la Cámara. Y dos años después, en la antesala de los comicios presidenciales de 2012, redoblaron su apuesta y llegaron a gastarse 407 millones de dólares -a través de una constelación de 17 organizaciones sin ánimo de lucro y empresas- en intentar sin éxito que Obama no revalidara su mandato, según una investigación del Center for Responsive Politics, un centro de estudios con sede en Washington. En ese mismo período los aparatos oficiales demócratas y republicanos recaudaron alrededor de 1.000 millones de dólares respectivamente. La diferencia puede parecer sustancial , pero no lo es si se tiene en cuenta que, como ahora, se trataba de dos individuos en comparación con dos gigantes.

La ofensiva política de los Koch no está, sin embargo, exenta de polémicas. Se levanta sobre una opaca telaraña de organizaciones que consiguen clasificarse legalmente como sociales al no estar teóricamente enfocadas únicamente a fines políticos. Esto les permite beneficiarse de algunas exenciones fiscales, no tener que revelar sus donantes y tener un plazo muy extendido para comunicar a las autoridades a dónde se dirige su dinero, por lo que sus rivales no pueden saber cuánto están gastando y por tanto tratar de neutralizarlos. Unas ventajas que no existen en los sistemas de donación directa y limitada a los candidatos (conocidos como PAC), ni los de donación indirecta e ilimitada (super PAC). “Se benefician de las ambigüedades de la ley, de sus resquicios”, afirma por teléfono Lloyd Hitoshi Mayer, profesor de derecho en la Universidad de Notre Dame. Pero estas ventajas podrían acabar pronto, pues el Departamento del Tesoro ultima una ley que podría limitarlas significativamente.

Charles y David, el segundo y tercero de cuatro hermanos, acumulan una fortuna de 50.100 millones de dólares respectivamente y controlan el 84% de Koch Industries, la segunda mayor compañía de EE UU y con intereses en energía, transporte y manufactura. David se presentó como vicepresidente en la candidatura a presidente del libertario Ed Clark en las elecciones de 1980, en las que obtuvo un 1,1% de votos y defendió la supresión de la Seguridad Social, el FBI, la CIA y las escuelas públicas. Ese fracaso le llevó a abandonar la política cuatro años después y a tratar de granjearse su influencia desde fuera. En cambio, Charles ya apostó desde un principio por el terreno de las ideas. En 1977 cofundó el Cato Institute, uno de los think tanks más conservadores de Washington, que, por ejemplo, minimiza el cambio climático.

Frenar cualquier regulación medioambiental, como han hecho los republicanos en la Cámara, le resulta muy conveniente a los intereses empresariales de los Koch. También que haya bajos impuestos y un Estado más débil. Para Sarah Bryner, directora de investigación del Center for Responsive Politics, todo apunta que la ofensiva de los hermanos contra los demócratas busca conseguir algo “tangible”, al margen de una “victoria ideológica”.

Los millones son su modo de tratar de conseguirlo, y a los Koch les sobran. Conscientes de esta realidad, los cada vez más inquietos demócratas del Senado han decidido pasar al contraataque: han puesto a los hermanos en el foco de sus ataques -el líder en la cámara, Harry Reid, tildó el martes de “presupuesto Koch” la propuesta de cuentas federales del republicano y excandidato a vicepresidente de EE UU Paul Ryan- y han incrementado sus anuncios para intentar contrarrestarlos. Pero la distancia económica sigue siendo abismal y los magnates parecen decididos a darlo todo. Tras la derrota republicana en 2012, han afinado su mensaje y estrategia. Saben, en definitiva, que por muchos millones que se gasten los beneficios de tener un Capitolio controlado completamente por los republicanos serán infinitamente mayores. Al margen de, como dijo Charles recientemente, haber hecho el “trabajo de salvar el país y preservar un sistema de oportunidades”.

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