Tregua olímpica
Concluidos los Juegos, Putin desplegará probablemente de nuevo su ambición imperial
Falta menos de un mes para la inauguración de los Juegos Olímpicos de invierno en Sochi (Rusia) y Moscú no quiere dejar ningún cabo suelto. Putin amnistió en la recta final del año al magnate Mijaíl Jodorkovski y a dos integrantes del grupo Pussy Riot. Entre muchas violaciones de derechos, la siempre selectiva atención de Occidente se hubiese concentrado en estos dos asuntos y en los derechos de las minorías sexuales. A Putin este tercer tema le es particularmente cómodo, puesto que le confirma su íntima convicción de la decadencia moral de Occidente y le sintoniza con la gran mayoría de los rusos; cualquier ataque que le llegue por ese lado, calcula, le reforzará. Solo el siempre impredecible Cáucaso Norte parece poder aguarle la fiesta.
El otoño fue fructífero para Rusia, que le ganó el pulso a la UE en Armenia y Ucrania. Pero la victoria rusa en Ucrania no fue total: se le interpuso Euromaidan. Cuando el presidente ucraniano, Víktor Yanukovich, anunció que rompía las negociaciones para un acuerdo de asociación con la UE, el camino de Ucrania hacia la Unión Euroasiática bajo hegemonía rusa parecía inexorable. La vigorosa y tenaz protesta ha cambiado el clima político y dificulta extraordinariamente el ingreso de Ucrania en la Unión Aduanera con Rusia, hasta el punto que los propios altos cargos en Kiev lo niegan. Euromaidan ha resucitado la agonizante opción europea, con la aquiescencia de unos oligarcas ucranianos que temen depender en exclusiva de sus inestables conexiones moscovitas. Así, la astuta maniobra con la que Rusia noqueó a la UE en noviembre se le puede volver en contra si Moscú se encuentra gastando 20.000 millones de dólares para mantener a un Gobierno inepto y no conseguir arrancar a Ucrania del limbo ni atarla firmemente en su esfera de poder.
No cabe esperar grandes maniobras durante este invierno: Rusia quiere lucir sin sombras en Sochi. Pero, pasada la tregua olímpica, el Kremlin volverá a jugar sus cartas. Además de preparar la reelección de Yanukovich (para lo cual habrá que volver a cerrar un espacio comunicativo ucraniano que ha sorprendido por su pluralidad en el último mes), las presiones se centrarán en evitar que Moldavia y Georgia firmen acuerdos con la UE. Acostumbrados a la cara más dura del poder ruso, habrá que ver cómo reaccionan los georgianos si Rusia empieza a desplegar su poder blando, por ejemplo, eliminando la obligación de visado o facilitando la inmigración y la transferencia de remesas. A los moldavos, la tregua olímpica les puede ahorrar algún corte de gas en pleno invierno, con el que apenas veladamente les amenazó el viceprimer ministro ruso Rogozin en septiembre, pero luego les aguardan presiones rusas enormes para evitar que el actual Gobierno proeuropeo firme antes de las elecciones de noviembre de 2014. Durante febrero, con los Juegos de Sochi y las negociaciones de Ginebra sobre Siria (otro tema en el que se siente cómodo), Putin actuará de estadista responsable. Con el deshielo, muy probablemente, volverá a brotar su ambición imperial.
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