El mundo destruye el arsenal químico sirio
Comienza la inédita operación para eliminar en alta mar las armas más letales de El Asad Participan al menos ocho países coordinados por la ONU
Una inédita y compleja operación internacional se ha puesto en marcha para destruir el arsenal químico de Siria. Por primera vez, el mundo será testigo de un proceso de este tipo que se hace fuera del territorio del país que posee las armas y en alta mar, ante la negativa de muchos países a proceder a la eliminación en instalaciones en tierra. En el operativo participarán al menos ocho países coordinados por Naciones Unidas.
El último en sumarse al esfuerzo multinacional ha sido Alemania, que limpiará residuos secundarios en una planta de las Fuerzas Armadas, situada en Münster. Reino Unido ha hecho una oferta similar; Rusia ha mandado al país árabe camiones blindados y escoltará a los navíos que transporten las sustancias letales; China también colaborará con escolta marítima; Italia abre sus puertos a los inspectores de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) y la ONU, y Noruega y Dinamarca aportan cuatro barcos que aguardarán en el Mediterráneo la llegada del Cape Ray, el navío estadounidense preparado para destruir las sustancias letales. Finlandia aporta un equipo de emergencia por si hubiera un accidente.
La primera carga ya está a bordo de un carguero danés y navegará hasta un muelle italiano no precisado por el momento. Escoltado por colegas noruegos, el viaje por mar será menos accidentado que la llegada de las armas desde el corazón de Siria al puerto de Latakia. Un grupo de inspectores de la misión conjunta dirigida por la OPAQ y la ONU ha vigilado su traslado a través de un país inmerso en una guerra civil. Una situación insólita en la historia de ambas organizaciones, con ambos bandos acusándose de haber lanzado ataques químicos contra los civiles. Un conflicto que ha causado unos 120.000 muertos y obligado a más de dos millones de personas a buscar refugio de Jordania, Líbano, Turquía, Irak y Egipto.
Según el acuerdo alcanzado por Rusia y Estados Unidos, Siria aceptó destruir todas sus armas químicas para mediados de 2014 para evitar un ataque estadounidense que parecía inminante. Pero, guerra aparte, algo tan sencillo como el mal tiempo puede causar retrasos. Sin ir más lejos, el primer cargamento debía estar listo y en el mar el pasado 31 de diciembre, pero no salió hasta el 7 de enero. “La mala mar, problemas logísticos y la contienda pararon las operaciones, pero el primer envío ya está donde debe”, señalan fuentes de la OPAQ. El retraso obedece en parte a que las tropas del presidente Bachar el Asad y los rebeldes se enfrentaron poco antes en una ruta por la que debía discurrir el convoy internacional. Siria está obligada a desmantelar su arsenal y ponerlo a disposición de la comunidad internacional, representada por OPAQ y ONU, para que los destruya. De Damasco depende que el transporte por tierra sea seguro y que los blindados vayan llegando sin novedad a su costa.
En cuanto llegue el Cape Ray (se espera que tarde unas dos semanas) los barcos noruegos y daneses trasladarán las armas para su eliminación. El barco estadounidense dispone de un tanque de titanio preparado para hidrolizar las sustancias letales, que El Asad cifra en 1.300 toneladas de gas sarín y mostaza, además del gas nervioso VX. El proceso final tendrá lugar en aguas internacionales, y aquí nadie da razones. Puede ser en el Mediterráneo o bien en otro lugar. Lo único seguro es que no pueden ser destruidas en aguas territoriales sirias.
La idea de que armas tan peligrosas y contaminantes vayan a ser neutralizadas en el mar tiene pocos adeptos, pero la OPAQ recuerda que no pueden ser lanzadas al agua. Tampoco enterradas a grandes profundidades: está prohibido. De todos modos, las medidas de seguridad adoptadas durante todo el proceso son enormes. A principios de esta semana, los periodistas que viajaban a bordo del buque danés fueron desembarcados en cuanto llegó la noticia de que el primer envío estaba listo. Incluso embaladas estas armas son peligrosas, y nadie quiso correr riesgos.
Los inspectores de la OPAQ, acostumbrados a trabajar en ambientes menos hostiles que el sirio, y con menos prisas, también se protegen. Y es que Siria empezó a almacenar armas químicas en los años 70, con sustancias recibidas, según Estados Unidos, desde Egipto. Hacia 1980, y con ayuda de la Unión Soviética y de otros países europeos, Siria adquirió los conocimiento necesarios para hacer una guerra química. En 2011, de nuevo el espionaje estadounidense señaló que Damasco “dependía de ayuda externa para recibir sustancias letales”, pero contaba ya con un arsenal “repartido en unos 50 enclaves del país”.
Entre los países que estudian la posibilidad de limpiar los residuos tóxicos que resulten de los trabajos a bordo del Cape Ray está también Bélgica. Aunque el Gobierno regional flamenco no se ha pronunciado, la firma Indaver no lo descarta. Antes necesita la aprobación de las autoridades regionales y nacionales. En Alemania, que tiene un importante movimiento pacifista y antinuclear, la decisión de aceptar residuos secundarios no ha sido aplaudida. Pero el Gobierno ha señalado que “tiene una responsabilidad internacional y no la esquivará”.
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