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La impunidad se quiebra en Grecia

Condenado un exministro por conducir sin seguro y con matrícula falsa para ahorrarse un impuesto

María Antonia Sánchez-Vallejo
Un griego entrega el pasado 31 de diciembre la matrícula de su coche a las autoridades porque ya no puede pagar el impuesto de circulación.
Un griego entrega el pasado 31 de diciembre la matrícula de su coche a las autoridades porque ya no puede pagar el impuesto de circulación.GIANNIS LIAKOS (AFP)

Mijalis Liapis fue uno de los 70.000 griegos que dieron de baja sus vehículos en 2013 por no poder afrontar el pago del impuesto de circulación. Lo hizo en agosto pasado, ante una deuda de 1.320 euros, y desde entonces conducía su lujoso todoterreno sin seguro, con placas falsas y, además, saltándose de vez en cuando un stop, como el día que fue detenido, el pasado 17 de diciembre. Pero el asunto tal vez no habría tenido trascendencia de no ser por sus antecedentes: ministro de Transportes (2004-2007) y de Cultura (2007-2009) en Gobiernos de la conservadora Nueva Democracia (ND), el partido del actual primer ministro de Grecia, Andonis Samarás.

No contento con saltarse la ley a la torera, Liapis se excusó asegurando que solo iba a repostar y, conturbado por su detención, puso luego rumbo a un hotel de superlujo en Malasia para “relajarse tras tan dramático episodio”. Al volver a Atenas le han caído cuatro años de cárcel que no cumplirá, y una multa de 780 euros por conducir un vehículo no asegurado, además de la expulsión de su partido.

Liapis, sobrino de Konstantinos Karamanlís —fundador de ND en 1974, cuatro veces primer ministro y dos veces presidente—, se hizo cargo del Ministerio de Transportes en 2004, el año que Grecia celebró los Juegos Olímpicos, alrededor de los cuales orbitaron varios escándalos de corrupción, entre ellos el caso Siemens. Paniaguado de ilustre pedigrí que medró al calor del nepotismo institucionalizado por los dos principales partidos —el suyo y el socialista Pasok—, Liapis también se vio implicado en ese affaire, pues presuntamente fue obsequiado por la multinacional alemana con viajes pagados por Europa en 2005 para presenciar partidos de fútbol, como denunció en su día el diario Eleftherotypia. La convocatoria de elecciones anticipadas en el verano de 2009 por su primo Kostas Karamanlís hijo, tras una ola de pavorosos incendios y un descontento social in crescendo, le salvó de males mayores. A Liapis, sin embargo, no le sentó nada bien el adelanto de unos comicios que ND perdería en favor del Pasok de Yorgos Papandreu, y acusó a su primo de haber cometido “un error histórico”. El mismo que literalmente se atribuyó el día de su detención para excusar su comportamiento.

De la mano de su tío, Mijalis Liapis organizó las juventudes del partido; fue jefe de gabinete de la presidencia y luego diputado por Atenas, hasta que las salpicaduras del caso Siemens le mostraron la vía de salida del proscenio. En la época en que asumió la cartera de Transportes, en pleno reflujo de grandes obras de infraestructura para los JJOO y al calor del abundante crédito internacional —Grecia crecía alegremente en torno al 5% anual, y se endeudaba a gran velocidad—, el parque automovilístico se renovaba a ojos vistas y él se ufanaba de impulsar la nueva normativa de tráfico, en un país que hasta entonces tenía uno de los índices de siniestralidad más altos de Europa por culpa una red de caminos de cabra y unos vehículos de carraca. Hoy, Grecia tiene un parque móvil de lo más presentable, pero en dique seco por culpa de la crisis: entre finales de 2009 y 2011, se dieron de baja medio millón de vehículos.

Aunque los logros políticos de Liapis nunca estuvieron a la altura de su apellido —y todos creen que llegó tan alto solo por ser quien era—, no es el único que sacó partido política o económicamente durante ese periodo de vacas gordas, antes de que la crisis se cebara con el país.

La celebración de Ayios Basilis (1 de enero) se ha visto sobresaltada este año por nuevas revelaciones de otro escándalo, el de sobornos pagados por empresas de armamento extranjeras a altos cargos del Ministerio de Defensa griego. Su antiguo responsable de compras entre 1996 y 2002, Andonis Kandas, reconoció este lunes haber aceptado sobornos por varios millones de euros de empresas alemanas, rusas y francesas a cambio de validar 12 sustanciosos contratos; además, implicó en el fraude a unos cuantos cargos del departamento y señaló con el dedo a importantes políticos, como dos titulares del ministerio, ambos socialistas; el ex primer ministro conservador Konstantinos Mitsotakis y el antiguo alcalde de Atenas Miltiadis Evert, también de ND y ya fallecido. Kandas ha devuelto siete millones de euros, que el Gobierno destinará a paliar huecos en sanidad y educación, en lo que supone el primer ejercicio de arrepentimiento de un representante de la clase política ante una ciudadanía exhausta por la sucesión de recortes.

Del caso Kandas, y en menor medida del affaire Liapis, se deduce —además de lo ya sabido: que los prestamistas internacionales concedían créditos con una mano e imponían contratos de venta de armas con la otra— que la corrupción ya no sale gratis en Grecia. El indicador más notorio de que se había acabado la impunidad fue la condena a 20 años de cárcel del exministro de Defensa socialista Akis Tsojatzópulos, en abril de 2012, por evasión fiscal y cobro de sobornos. El nombre de Tsojatzópulos también salió a relucir en las confesiones de Kandas, como el de su sucesor al frente del ministerio, Yanos Papandoníu, que junto con su mujer está acusado de evadir tres millones de euros. La unidad de policía encargada de los delitos económicos (SDOE, en sus siglas en griego) ha empezado el año a pleno rendimiento, señal de que algo está empezando a cambiar en Grecia: la impunidad de los poderosos.

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