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Fracasa la protesta ciudadana contra la política en Roma

Grupos violentos de ultraderecha se infiltran en la protesta de los ‘forconi’

Manifestantes contra las políticas de austeridad, hoy, en Roma.
Manifestantes contra las políticas de austeridad, hoy, en Roma. GABRIEL BOUYS (AFP)

La rabia existe, pero faltó a su cita en Roma. La concentración nacional organizada por un movimiento ciudadano conocido como los forconi –los de las horcas de labrador— que pretende aglutinar la angustia por la situación económica, el enfado con Europa y el gran cabreo con la clase política italiana resultó un fracaso. De las 15.000 personas que pensaban reunir, solo asistió un millar, justo la mitad de los policías antidisturbios que el Gobierno apostó en las entradas de la plaza del Pueblo y ante los edificios oficiales del centro histórico. La causa del rápido desapego ciudadano a un movimiento que hace solo una semana sorprendió por su fuerza en las calles de toda Italia tal vez haya que buscarla en la infiltración —muy evidente en la concentración de Roma— de grupos radicales de ultraderecha extremadamente violentos.

Comités locales del movimiento, como el de Sicilia, no acudieron a la capital

A las teóricas bases de los forconi —pequeños agricultores y empresarios, trabajadores autónomos asfixiados por los impuestos, parados, jubilados o jóvenes sin expectativas— había que buscarlas con lupa. Los dueños de la manifestación, al margen de los líderes que se desgañitaban ante la plaza prácticamente vacía, eran jóvenes con el rostro cubierto, bien con caretas pintadas con la bandera de Italia –“algunos italianos no se rinden”, rezaba la pancarta que sostenían— o con bufandas o pasamontañas hasta la nariz llegados desde Casa Pound, una organización fascista cuyo vicepresidente, Simone Di Stefano, acaba de ser condenado por intentar descolgar la bandera de la delegación de la Comisión Europea para sustituirla por una de Italia. De hecho, ante la posibilidad de que la concentración de Roma se convirtiera en una exaltación fascista —y, sobre todo, violenta—, algunos comités locales de los forconi como el de Sicilia, donde nació el movimiento a principios de 2012, decidieron no acudir.

Sí estuvo Danilo Calvani, un antiguo horticultor del Lazio que se ha convertido en uno de los portavoces de los forconi. Desde el estrado puso verdes a todos los políticos, desde el presidente de la República, Giorgio Napolitano, al primer ministro, Enrico Letta, a quienes desde el movimiento se acusa de servir a Europa y al euro más que los intereses de los italianos. El millar de voces hacía lo que podía por calentar la tarde gritando: “Políticos, todos a casa” y “Nosotros la crisis no la pagamos”.

Desde el final, detrás de los jóvenes embozados y con cascos en las manos dispuestos a entrar en la habitual refriega contra los antidisturbios, tres jubilados muy pacíficos —Giovanni, Antonio y Franco— se lamentaban de la escasa afluencia y resumían es espíritu de los verdadero forconi: “Los políticos son el cáncer de Italia. De ellos es la culpa de que estemos en Europa, que está siendo nuestra ruina”.

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