Sudáfrica abre en Pretoria la capilla ardiente de Nelson Mandela
Ciudadanos y autoridades podrán rendir homenaje al líder antiapartheid hasta el próximo viernes
Y tras los cánticos y la alegría callejera de Soweto llegaron el luto y las lágrimas de Pretoria. Sudáfrica empieza a ser consciente de la muerte de Nelson Mandela o al menos en las últimas horas ha cambiado la manera de mostrar sus sentimientos.
Miles de personas visitaron hoy lunes la capilla ardiente que ha quedado instalada en la sede del Gobierno, en Sudáfrica y que desde hoy ha pasado a llamarse Anfiteatro Nelson Mandela.
En silencio sepulcral, el cuerpo de Mandela yace en un ataúd semiabierto que permite contemplar su rostro cubierto por un cristal opaco. A la salida del recorrido por el patio central del complejo gubernamental, soldados ofrecen pañuelos de papel a los que necesitan secar sus lágrimas. Nada que ver con las imágenes mil veces repetidas desde el mismo momento que un compungido Jacob Zuma, presidente del país, anunció que Madiba había muerto.
Una mujer no podía ni hablar y era consolada por su amiga y personal del Gobierno. No tenía consuelo. “Tata, tata”, decía entre lágrimas mientras otra soldado la abrazaba y la acompañaba hasta la salida. No era la única. Una preadolescente, vestida con sari, tampoco podía reprimir las lágrimas, como un joven veintañero con la bandera multicolor sudafricana atada en su cintura, salía de ver el cuerpo de Madiba moviendo la cabeza, como si no pudiera creerse lo que había contemplado.
Swazi y su hija adolescente Samke llegaron a Pretoria con uno de los centenares de autobuses que el Gobierno ha habilitado para facilitar el acceso a la capilla ardiente. “Hemos venido a despedir a nuestro héroe, el que nos liberó del apartheid”, decía la madre emocionada.
Aunque la mitad del censo de Pretoria es de origen europeo, en las colas abundaron los ciudadanos negros. Iris, una alemana con años de residencia en Sudáfrica con una gorra negra de Madiba, se lamentaba de que los blancos “no hayan respondido de momento a cómo se merece”. A su lado, Hella asentía e intentaba encontrar una explicación: “Pretoria es muy afrikáner y los afrikáners aún viven en el pasado y no se dan cuenta de que Sudáfrica ya no es la Sudáfrica que ellos construyeron”.
El cuerpo de Madiba salió esta mañana del Hospital Militar Uno de Pretoria, donde había sido embalsamado, en una larga comitiva encabezada por policías motorizados y ha recorrido calles de la ciudad, hasta la colina del edificio.
Miles de ciudadanos aprovecharon el día soleado y las buenas temperaturas para esperar el féretro y rendirle su último homenaje. Nadine, de 52 años y afrikáner, explicó que había hecho todo lo posible para convencer a sus jefes de que la dejaran entrar un poco más tarde en el trabajo y poder saludar a “su Madiba”, como gesto de reconocimiento y gratitud a su “generosidad” con los afrikáners en particular y blancos en general tras llegar a la presidencia.
A su llegada al edificio del Gobierno, a Mandela le rindieron honores militares y mandos militares cargaron con el ataúd, cubierto con la bandera nacional, y lo instalaron en la carpa provisional en medio del patio de armas del complejo, rodeado de banderas a media asta en señal de duelo. En la intimidad, los primeros en visitar el cuerpo han sido sus familiares directos, encabezados por su viuda, Graça Machel, y el nieto Mandla, actual jefe del clan. Machel se convierte así en doble viuda primera dama, ya que en 1986 enviudó del presidente mozambiqueño, Samora Machel.
Más tarde pasaron personajes invitados, como el cantante de U2, Bono, y al último presidente del apartheid con el que Mandela negoció el desmantelamiento del régimen, Frederick W. de Klerk, junto a su mujer, que se secaba las lágrimas con un pañuelo blanco.
Durante toda la jornada, hasta que la capilla cerró a las 5.30 hora local, desfilaron ciudadanos y muchos se han quedado a las puertas del parque donde se sitúa el complejo oficial sin poder acceder. A la salida del féretro en dirección al mismo hospital, como si se tratara de una señal, el cielo de Pretoria se oscureció y regaló a Madiba con uno de esos típicos chubascos del verano austral sudafricano.
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