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Los intereses nacionales lastran la voz de la UE ante el mundo

La diplomacia europea carece de una estrategia común, no acaba de creerse su cometido y le falta definir una estrategia

Lucía Abellán
La alta representante de Asuntos Exteriores de la UE, Catherine Ashton, el miércoles en Ginebra.
La alta representante de Asuntos Exteriores de la UE, Catherine Ashton, el miércoles en Ginebra.ALAIN GROSCLAUDE (EFE)

Un moderno y luminoso edificio en el corazón de las instituciones europeas es testigo de que la UE cuenta, desde hace casi tres años, con todos los elementos para hacer oír su voz en el mundo. El Servicio de Acción Exterior, el cuerpo más joven de los que componen el entramado de la UE, intenta hacer de Europa una potencia global. Pese a contar con nombre, autonomía y cerca de 1.700 funcionarios cualificados, al servicio diplomático le falta lo más importante: creerse su cometido y definir una estrategia.

El portazo que ha dado esta semana Ucrania a la UE tras la presión ejercida por Rusia encarna a la perfección una de las grandes limitaciones de Europa. Su llamado poder blando, tan útil para tejer consensos y ganar terreno a largo plazo, palidece ante la política del chantaje y el puñetazo en la mesa. O ante la afrenta de saberse espiada por EE UU.

Esas debilidades se han visto acrecentadas por el momento en que Europa consiguió dotarse de una política exterior, al filo del declive económico. “La reforma de la política exterior es bastante importante, pero ha quedado ensombrecida por la crisis. La política común se intensificará cuando se hayan superado las dificultades económicas”, confía Stefan Lehne, responsable de los Balcanes en la época de Javier Solana y ahora colaborador del centro de estudios Carnegie.

Cualquier análisis al respecto recala en algún momento en la figura de Solana, el precursor de todo este entramado. Diplomáticos, analistas y otros responsables evocan con nostalgia su labor, basada entonces en forjar alianzas entre Estados, sin un respaldo diplomático de la UE. Aunque las políticas no son reflejo directo de quienes las lideran, el perfil bajo que ha querido aplicar a su tarea la alta representante, Catherine Ashton, eclipsa los logros alcanzados en los Balcanes o en el Mediterráneo sur. Le falta visión estratégica, lamentan en privado las fuentes consultadas.

“Europa necesita historias de éxito si quiere que el servicio exterior se convierta en un verdadero cuerpo diplomático. Pero muchos Estados miembros piensan más en sus intereses inmediatos que a largo plazo”, argumenta Rosa Balfour, experta del European Policy Centre, un centro de análisis de Bruselas. Esa es una de las debilidades de Europa ante el mundo: la fragmentación de lo que debería ser un interés común en 28 microintereses. “La UE pasa casi más tiempo haciendo diplomacia interna [poniendo de acuerdo a los Veintiocho] que diplomacia exterior”, resume Borja Lasheras, del European Council on Foreign Relations. Este laboratorio de ideas insta a que, por primera vez, Europa asuma el liderazgo allí donde EE UU dé un paso atrás. Así ocurre en toda la región al sur del Mediterráneo, que plantea enormes desafíos de seguridad e inmigración para el club comunitario. “Hay bastante consenso en que la UE ha logrado allí algo difícil: situarse en el centro cuando todo está muy polarizado”, destaca Bernardino León, enviado especial de la UE a esa región.

Ese es, quizá, uno de los éxitos que cabe atribuir a Ashton y su equipo: haber sido la única interlocutora capaz de dialogar con casi todas las partes en una de las zonas más convulsas del mundo. “No se deberían subestimar los logros de estos años”, añade el portavoz de la alta representante, que destaca también su papel en la firma de una reconciliación histórica entre Serbia y Kosovo.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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