Una libertad con impacto limitado
Muchas funcionarias pactaban llevar el velo en el trabajo pese a la restricción
“Todo el mundo debería ser libre de vestir como quiera”, comenta Tugce Kilinc, una mujer de 30 años, en la puerta de su oficina, en el centro de Estambul. “Pero yo no creo que esta medida tenga que ver con la democracia. Su objetivo es diferente: [el partido en el Gobierno] querría que todas lleváramos el velo”, añade Kilinc, cuya larga melena no está cubierta.
Desde hace casi tres semanas, las funcionarias turcas son libres de acudir al trabajo con velo, algo que hasta entonces tenían prohibido en este país donde casi toda la población es musulmana. Este jueves se produjo el episodio más llamativo hasta el momento, cuando cuatro diputadas asistieron por primera vez al Parlamento con el pañuelo islámico.
La nueva norma entró en vigor el pasado 8 de octubre pero parece que en la calle su impacto ha sido reducido. Su introducción ha sido recibida de forma desigual por una población cada vez más polarizada por las políticas del Gobierno.
“Estamos hablando de tener más libertad, así que esta medida hace que Turquía sea un país más democrático”, señala Tugba Colak, de 29 años, que lleva el pañuelo islámico en la puerta del teatro municipal de Estambul en el que trabaja.
Colak empezó a trabajar en este teatro hace siete años. Desde el principio, ella quiso trabajar con el velo, pero a algunos de sus compañeros no les parecía bien. “Hubo algunos problemas, pero lo fuimos hablando y cuando mis colegas se acostumbraron a verme así, ya no pasó nada”, cuenta Colak, que lleva más de seis años acudiendo a trabajar con el velo a pesar de la regulación que lo prohibía.
Su caso no es raro y hace tiempo que muchas funcionarias llevan este pañuelo en sus lugares de empleo si podían ponerse de acuerdo con sus compañeros y jefes, sobre todo las que no trabajan en puestos de cara al público. La diferencia es que “ahora, cuando la gente viene a trabajar, está más relajada psicológicamente porque sabe que sus derechos están protegidos”, argumenta Colak.
Sin embargo, muchos piensan que la presencia o no del velo en las instituciones públicas era una cuestión que estaba normalizándose por sí misma y que la nueva norma supone un avance social más cosmético que realmente democrático.
“Por lo que yo he podido ver, esta nueva norma no ha cambiado gran cosa”, señala Uygar Karaca, un comentarista deportivo de 29 años, que añade que aún no ha visto a más funcionarias con velo. “Quizá hace 10 o 12 años podía ser un problema, pero en los últimos seis muchas funcionarias ya lo llevaban”, añade Karaca.
En una calle cercana, en la sede de la radiotelevisión turca, TRT, aseguran que ninguna mujer acudía a trabajar con velo y que ninguna lo ha hecho tras el fin de la prohibición.
La normativa que acaba de ser retirada por el paquete democratizador del Gobierno de Erdogan se reforzó tras un golpe de Estado militar en 1980. En Turquía, el Ejército ha sido tradicionalmente el guardián de los valores laicos de la República y, de hecho, la implementación de esta medida cobró de nuevo fuerza después de que el Ejército obligara al Gobierno a dimitir en el llamado golpe de Estado posmoderno de 1997.
Para una gran parte de la población turca, esta prohibición era simplemente una discriminación injustificable. En las últimas décadas, se han sucedido los intentos de acabar con ella y, ya en los últimos años, se dieron pequeños pasos hacia el fin de esta norma.
Por ejemplo, en 2010 la Comisión de Educación Superior emitió una circular que permitía expresamente a las estudiantes universitarias acudir a clase con velo, algo que muchas universidades prohibían a sus alumnas. Más recientemente, en enero de este año, el Consejo de Estado permitió a las abogadas que no trabajaban para el Estado acudir a los tribunales con el pañuelo islámico.
Además, los críticos con la prohibición también señalaban que ésta contravenía la Convención de la ONU para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres, de la que Turquía es país signatario.
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