Periodismo de camiseta
Vaya sorpresa se ha llevado Tata Martino. No sabía que aquí iba a encontrarse con el periodismo de camiseta, la modalidad que arrasa entre reporteros y cronistas deportivos y a la que muy pocos son capaces de sustraerse. O eres del Barça o eres del Madrid. Y todo lo que escribas, preguntes o comentes contará para la victoria de tu equipo y la derrota del contrario.
El periodismo de camiseta va más allá del periodismo de club o de filiación, porque ya no se somete a los intereses, como a veces sucede en este oficio, sino abiertamente a los propios sentimientos e ideas, y por eso es un periodismo de excepción. Lo que vale para el conjunto del oficio, en cuando a neutralidad, valores éticos o reglas de comprobación, queda en suspenso en cuanto entramos en esta región periodística tan peculiar y tan hispánica. En el fútbol, cada detalle cuenta para la victoria y, al final, lo único que cuenta es la victoria. De forma que no hay que desperdiciar energías a la hora de conceder méritos o puntos al adversario. Cualquier cosa puede influir en una futura victoria del equipo del periodista de camiseta. Así que pocas bromas.
Tata Martino es un rosarino perspicaz que ha descubierto en poco tiempo uno de los secretos de nuestra vida colectiva. Los secretos, ya se sabe, están tan expuestos ante nuestras narices que ya no somos capaces de verlos. Y esto es lo que nos pasa con el periodismo de camiseta, al que observamos, todavía, con una ingenua conformación originada quizás por una muy antigua politización del fútbol. Nos acostumbramos a que la política influyera en el fútbol gracias a que el Barça era el instrumento de identificación y de integración del que carecía Cataluña durante la dictadura de Franco.
La curiosidad de la época en que nos hemos ido adentrando nos la trae la futbolización de la política gracias al poderío y a la influencia del periodismo de camiseta. El oficio ha registrado períodos en los que han sido los periodistas políticos los de mayor influencia, en otros han sido los económicos, y en otros más los diseñadores, los fotógrafos o los digitales los que se sitúan en la cima de la hegemonía profesional y de la notoriedad pública. Ahora el que manda es el periodismo de camiseta.
El fútbol es un juego de suma cero que además premia la polarización. Si yo gano los tres puntos, tú los pierdes; pero en caso de empate, nos vemos castigados los dos y nos quedamos con un punto cada uno. Traducido a la política, es un juego que radicaliza y premia a los extremos e interpreta la realidad en términos binarios y opuestos: o amigo o enemigo, nada de terceras vías.
El periodista de camiseta, en cuanto le colocan al frente de un informativo o de una tertulia, trata la actualidad política como si fuera la liga de fútbol. Cuenta con que hay solo dos actores en esta cancha, el Barça y el Madrid, y pelea por la pelota ante el micrófono, la cámara o el ordenador con tanto ahínco como lo hacen los jugadores detrás del balón. No perdona ni una.
La politización del fútbol permitía concentrar los malos humores y el sectarismo en el partido del domingo y mantener para el resto de la semana una actitud civilizada y amistosa con los conciudadanos del otro equipo. Todo lo contrario de lo que sucede cuando el fútbol se proyecta sobre la política y debajo de la camiseta del club aparece otra camiseta de inconfundible reivindicación política.
El periodismo deportivo ha resistido al periodismo de camiseta, pero tengo dudas de que la política se salve a estas alturas de los embates del periodismo de camiseta, dedicado desde primeras horas de la mañana a jalear sin vergüenza alguna al partido ideológico al que pertenece.
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