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16 años trabajando para lograr el fin definitivo de las armas químicas

La OPAQ vigila que 188 países no acumulen arsenales químicos y destruyan los existentes

Isabel Ferrer

Desde hace 16 años la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) trabaja sin tregua en el desmantelamiento de estos arsenales en el mundo. A pesar del éxito obtenido en su labor —188 países son miembros de la convención de 1993 que ella se encarga de gestionar— ha desarrollado su labor casi fuera del ojo público. La guerra de Siria, y la próxima adhesión de Damasco a la convención la han aupado a la primera fila de los organismos internacionales.

La OPAQ no forma parte de la familia de Naciones Unidas pero colabora con ella. Especialmente en el caso sirio, adonde han acudido inspectores de ambas organizaciones para destruir las armas e instalaciones químicas del régimen de Bachar el Asad. El Comité del Nobel ha premiado dicho esfuerzo, que debe realizarse en medio de una guerra abierta y con gran peligro personal. En Damasco hay 20 expertos desplazados.

El director general de la OPAQ, Ahmet Uzumcu, ha aprovechado su comparecencia para agradecer la concesión del premio Nobel de la paz para volver a pedir un alto el fuego permanente en Siria con el fin de "garantizar la seguridad de nuestros inspectores". Uzumcu ha afirmado que su misión en el país árabe cuenta con el apoyo "de todos los estados miembros" de la organización.

“Siria está colaborando”, afirmó Uzumcu hace unos días, subrayando el carácter voluntario de las adhesiones a la convención. En circunstancias normales, los países se unen sin presiones exteriores al tratado. En este momento solo faltan por sumarse Angola, Egipto, Israel, Corea del Norte, Miyanmar (antigua Birmania) y Sudán del Sur. Siria ha tenido que hacerlo presionada por Rusia y EE UU, y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en pleno. No tuvo mas remedio después de que los supuestos ataques con gases letales mataran a miles de personas.

El trabajo de la OPAC ha logrado eliminar el 80% de las armas químicas mundiales. “La línea roja que no puede traspasarse en ningún conflicto” tal y como recordó el presidente estadounidense Obama, antes de sellar con Moscú el acuerdo que forzó la entrada e los inspectores en Siria.

España y las armas químicas

España es miembro de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) desde su fundación, en 1997, al ser uno de los firmantes del tratado de París que dio origen a la organización. El Gobierno español ya había firmado en 1929 el Protocolo de Ginebra que prohibía el uso de armas químicas en tiempo de guerra, pero no impedía su proliferación, venta y almacenaje.

Antes de eso, España no se había privado de utilizar armamento químico contra los rifeños en la Guerra de Marruecos, entre 1921 y 1927. En la batalla de Tizzi Azza, en 1923, la artillería española disparó proyectiles de gas mostaza contra las líneas marroquíes. Un año más tarde, la aviación empezó a lanzar el compuesto tóxico para bombardear las cabilas de una tribu rifeña, la de los Beni Tuzin. El gas venenoso se importó primero de Alemania, para luego fabricarse —en pequeñas cantidades— en una factoría en San Martín de la Vega (Madrid).

Hoy esa factoría es el Instituto Tecnológico Militar de La Marañosa, que entre otras instalaciones acoge el Laboratorio de Verificación de Armas Químicas (LAVEMA), uno de los 21 laboratorios designados por la OPAQ para dar soporte técnico a la organización.

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