Berlusconi anuncia que seguirá en política aunque lo expulsen del Senado
El exprimer ministro llama a los italianos a rebelarse contra la magistratura
Algo grave le está pasando a Silvio Berlusconi, peor incluso que sus dos recientes condenas definitivas. Su inagotable y muy rentable máquina de fabricar titulares periodísticos —la misma que en las pasadas elecciones logró en un par de meses resucitar un partido clínicamente muerto y oscurecer a sus rivales— parece atorada. Después de un par de semanas amenazando con un vídeo-mensaje que conmocionaría la vida política italiana, el exprimer ministro se dejó caer con una ristra de frases gastadas. Dijo que quiere mucho a Italia —con esa declaración de amor arribó a la política hace dos décadas—, que "es absolutamente inocente", pero que la izquierda y los jueces corruptos llevan toda la vida confabulando para destruirlo y que, por ello, los italianos deben rebelarse de una vez.
¿Cómo? Votando a Forza Italia, su viejo partido, que ahora piensa rescatar porque el actual, el Pueblo de la Libertad (PDL), está gripado. También dijo que, le quiten o no su escaño de senador, seguirá haciendo política: "Estaré siempre con vosotros, expulsado o no. Se puede hacer política incluso sin estar en el Parlamento". Pero también aquí la noticia hubiese sido justo la contraria. El caso es que de lo verdaderamente interesante —¿dejará caer al Gobierno si la izquierda lo expulsa del Senado?—, no dijo ni pío. ¿Quiere decir eso que mantendrá su apoyo al Gobierno? Tampoco. El tan esperado vídeo-mensaje de Berlusconi, emitido un día después de que se conociera la condena definitiva en el caso Mondadori, resultó ser, más que nada, un desahogo.
A continuación, por orden de aparición, alguno de los argumentos utilizados por Berlusconi para pedirle a los italianos que se rebelen contra la Justicia votando su producto remozado, Forza Italia. Después de decir que el peso del Estado es excesivo y que, gracias a la presencia de sus ministros en el Gobierno, la izquierda no está friendo a los italianos a impuestos, abordó el asunto por el que se había maquillado y puesto el traje cruzado después de un mes encerrado en la mansión de Arcore junto a su joven novia Francesca y el perrito Dudú. Empezó por su tema favorito: la Justicia. Volvió a hablar de una "democracia demediada" por culpa de una magistratura politizada que definió como "contrapoder del Estado, brazo judicial de la izquierda" que persigue un único fin desde los 90: "Despejar el camino a la izquierda quitándome de en medio".
Se quejó Berlusconi de los 50 procesos que han ensuciado su imagen y la de su familia y le han hecho perder mucho tiempo y mucho dinero: "Después de salir indemne de 41, se ilusionan ahora [tras las condenas definitivas de los casos Mediaset por fraude fiscal y Mondadori por hacerse con la editorial sobornando a un juez] con expulsarme de la vida política. Pero la sentencia puede no ser definitiva. Lucharé porque sea revisada, aquí y en Europa. Se han inventado el delito de instigador al fraude fiscal".
Lo mejor vendría al final. Después de desgranar sus penas ante los italianos, les contó que también les podía pasar a ellos. "Es como con las enfermedades graves", ilustró demasiado gráficamente, "que uno piensa que no le puede tocar... hasta que le toca". De ese ejemplo sacó la fuerza el político, magnate y ahora convicto, a solo 10 días de cumplir los 77, para llamar a la rebelión: "Ha llegado el momento de que todos los italianos responsables sientan el deber de empeñarse personalmente. Por eso creo que lo mejor es volver a empuñar la bandera de Forza Italia. No es un partido. Es una idea nacional. Es la victoria del amor contra la envidia y el odio. La democracia y la libertad están en peligro. Es la última llamada antes de la catástrofe".
El tono mitinero del final invita a presagiar que, en el momento en que le convenga, Berlusconi dejará caer al Gobierno de Enrico Letta para buscar, de nuevo, la absolución de las urnas.
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