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El termómetro de la disidencia rusa se llama Navalni

El líder opositor reta al Kremlin como aspirante a la alcaldía de Moscú

Pilar Bonet
El opositor ruso Alexei Navalny se dirige a la presna en Moscú el pasado agosto.
El opositor ruso Alexei Navalny se dirige a la presna en Moscú el pasado agosto. Alexander Zemlianichenko (AP)

Por primera vez en casi una década, Moscú elegirá en las urnas a su alcalde (puesto equivalente al de gobernador del primer territorio administrativo y económico de Rusia) el domingo 8 de septiembre. La estancada vida política de la capital ha cobrado dinamismo gracias a la campaña que ha permitido rodarse al abogado Alexéi Navalni, principal rival del candidato favorito, el alcalde en funciones, Serguéi Sobianin, ex jefe de la administración del presidente Vladímir Putin.

Moscú es una megalópolis de 12 millones de habitantes de los cuales más de 7,3 millones tienen derecho a votar. Algunos analistas consideran que los comicios equivalen a un experimento de permisividad con riesgo limitado para el Kremlin y bajo control de Vladímir Putin y el partido Rusia Unida (RU). Otros los consideran como un referéndum sobre la confianza en el líder ruso y un indicador actualizado del grado de protesta. Este alcanzó su cenit en las manifestaciones contra el fraude electoral tras los comicios parlamentarios y presidenciales de diciembre de 2011 y marzo de 2012 respectivamente.

Según sondeos del Centro Levada, Sobianin obtendrá el 58% de los votos de quienes han decidido acudir a las urnas y saben a quien van a apoyar, mientras Navalni puede contar con el 18% y el candidato comunista Iván Mélnikov, con el 12%. Para vencer en primera vuelta, se requiere superar el 50% de los votos emitidos. Entre las intrigas están las preferencias del 36% del electorado que aún no sabe si votará y también la fiabilidad de los recuentos de la Comisión Electoral Central, que en el pasado desdeñó de forma sistemática las denuncias de fraude de la oposición.

Por la alcaldía de Moscú compiten además el representante del Partido Liberal Democrático, Mijaíl Degtiarev, el candidato del partido Yábloko, Serguéi Mitrojin y el líder de Rusia Justa, Nikolái Lévichev. En otros comicios anteriores los candidatos incómodos eran eliminados de la campaña con algún pretexto formal. Esta vez, sin embargo, las autoridades toleran a un opositor que puede aglutinar el voto de protesta, pero cuya presencia para la legitimidad de Sobianin es más importante que su exclusión. Así pues han sido las mismas autoridades quienes han ayudado a Navalni a superar las trabas legales que ellas mismas habían creado para asegurarse una cómoda posición en el poder. Siguiendo las indicaciones de Sobianin, RU apoyó la candidatura de Navalni con las firmas de aval de sus propios diputados de barrio permitiéndole así superar el “filtro” requerido para competir. Además, la condena a cinco años de cárcel por robo que pesa sobre Navalni tampoco ha sido obstáculo la participación electoral del político, pendiente de su apelación contra la sentencia que le fue impuesta en julio por un tribunal de Kírov. Navalni, que trata de atraer tanto a nacionalistas como a liberales, cuenta con muchos seguidores, pero su retórica agresiva inspira temor en parte del electorado.

En opinión del politólogo Vladímir Pastujov, Navalni ha dejado de ser “una persona real para convertirse en un “símbolo del cambio”. Pero según el analista Gueorgui Bobee, se trata de un “candidato débil” aunque como líder de la oposición puede añadir “alguna legitimidad” a los comicios. Navalni, que ambiciona ser presidente de Rusia, se ha distinguido en proyectos de lucha contra la corrupción y su estilo es comparado con el de Borís Yeltsin, el primer presidente de Rusia, que en la década de los ochenta del siglo pasado se granjeó el apoyo masivo de los moscovitas gracias a su imagen de perseguido por el líder de la URSS, Mijaíl Gorbachov. En la contienda por la alcaldía de Moscú, las autoridades rusas actuales no han dado Navalni la oportunidad de perfilarse como víctima del sistema, y si Sobianin logra una victoria real-- o con apariencias de realidad-- podría convertirse en el favorito para sustituir a Putin en 2018, si el actual presidente decide retirarse para entonces. Oriundo de Siberia, Sobianin, de 55 años, hizo carrera en zonas petroleras y llegó a ser gobernador de Tiumen. En 2010 se convirtió en el tercer alcalde de Moscú desde el fin de la URSS y también en el primero nombrado a dedo por el presidente de Rusia. Por iniciativa del presidente Putin, en 2004 las elecciones a gobernadores fueron abolidas y sustituidas por nombramientos, pero en 2012, por iniciativa de Medvédev, volvieron a ser legalizadas, lo que se interpretó como una concesión a las protestas populares. Los dos primeros alcaldes poscomunistas de Moscú, Gavril Popov y Yuri Luzhkov, fueron elegidos en las urnas, y Yuri Luzhkov, cesado en 2010, obtuvo casi el 75% de los votos en diciembre de 2003.

El punto fuerte de la campaña de Navalni han sido las reuniones con los moscovitas en la calle junto a las bocas de metro.Sobianin, que goza de la ventaja de su posición institucional, se ha negado a participar en los debates con sus adversarios. El comunista Mélnikov se ha centrado en la línea de su partido que pide el cese del gobierno y defiende la Academia de Ciencias frente a una drástica reforma que amenaza la independencia de esta institución. Todos los candidatos se han expresado sobre necesidad de controlar la inmigración ilegal, el tema que más interesa a los moscovitas junto con las tarifas de los servicios municipales y los atascos de tráfico. En varias de las 83 provincias o territorios administrativos del país se celebran también elecciones el próximo domingo, entre ellas las de ocho gobernadores provinciales (incluida la región de Moscú y territorios de Siberia y el Lejano Oriente), ocho alcaldes de capitales de provincias y 12 parlamentos regionales. Especial interés despiertan los comicios por la alcaldía de Yekaterinburg, la cuarta ciudad de Rusia, donde el candidato de oposición Yevgueny Roizman, especializado en la lucha contra el narcotráfico, es uno de los favoritos.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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