Ramala recibe como héroes a los presos palestinos

Saad Zuod yace desmayado en el suelo. Lo atienden los sanitarios. No puede respirar. La cara llena de lágrimas. Las manos flácidas a sus lados. Es el efecto de la emoción tras ver a su hermano por primera vez en 21 años, los que Taher a pasado en una prisión de Israel. Taher es uno de los prisioneros que este martes han sido liberados por Israel, un grupo de 26 del total de 104 que serán excarcelados en los próximos nueve meses, mientras palestinos e israelíes debaten de nuevo la paz. Antes de su colapso, Saad contaba que vio a su hermano marcharse una noche, entre soldados, de la casa a la que ahora regresará en Yenín.

Nunca más lo ha visto. También ha estado en la cárcel “por militancia política” y le han vetado las visitas. “Ahora sé lo que es la felicidad. Esperar a mi hermano sabiendo que estará bajo mi mismo techo. Mi padre ya le ha concertado una boda con una prima. En mi familia no hemos tenido más que dolor, pero ahora Dios nos da un respiro y más fuerza para luchar por Palestina”, dice.

Saad es uno de los miles de ciudadanos que han dado la bienvenida a los 11 presos cisjordanos en la Mukata, el palacio presidencial de Ramala. Entre banderas, fotos y carteles de felicitación, las familias se arremolinaban ante un móvil que a duras penas se conectaba a Internet para ir teniendo noticia de cada paso de los suyos. Ya salen de la prisión de Ofer. Ya están cruzando por Betunia. Ya están poniendo flores en la tumba de Yaser Arafat.

El presidente Mahmud Abás ha salido al fin al balcón con los elegidos en esta primera fase de liberación, sonriente, feliz, una estampa poco común en este líder gris, hoy tan aclamado como el día que, en el mismo lugar, fue recibido tras lograr que Palestina fuese reconocido como estado observador en Naciones Unidas. El presidente ha prometido que hará todo lo posible para liberar a los más de 5.000 presos palestinos que aún están en cárceles de Israel.

Sus palabras no han sido escuchadas con demasiada atención por el ansia de las familias. Los presos han bajado una escalera y entonces se ha desatado la locura, con gente saltando vallas, arrastrando a los presos y subiéndolos a sus hombros. “Arriba con nuestros héroes”, gritaba una cuadrilla de chavales llegada desde Belén.

“No tengo fe en que los 104 acaben libres. No estoy contento de que haya muchos ancianos enfermos que no han salido en esta primera fase, pero aún así esta es una noche de celebración para mi pueblo y eso no ocurre todos los días”, dice Ahmed Abu Khari, comerciante de Ramala que acompaña con sus palmas a la banda de boys scouts que ha amenizado el acto en la Mukata.

Hassan Abusalama, palestino residente en San Francisco (EEUU), se muestra poco convencido, además, de que gestos como este acaben desembocando en la paz. “La única paz se consigue por nuestros medios, no con supuestos regalos de Israel. Debemos seguir peleando el reconocimiento en Naciones Unidas. Esto de esta noche… no está mal y me alegro por las familias, pero es un espejismo”, señala apesadumbrado.

Mientras habla, los presos van saliendo de uno en uno como toreros, a hombros, camino de coches con megafonías estruendosas que han hilado caravanas infinitas. Van de camino a sus casas en villas de toda Cisjordania, donde las familias han preparado fiestas hasta el amanecer. Fadda Haid, peluquera de Nablus, que acompaña a unos amigos, va repartiendo flores a su paso. “Han dado su vida por nuestra causa. Es lo mínimo que puedo hacer”.