La quiniela del poder
Todos sabemos que el siglo XXI es cosa de dos. Todavía sabemos poco, en cambio, cómo se sintetizarán en una fórmula feliz la disputa y la distribución del poder mundial actualmente en curso. Los grandes gurús de las relaciones internacionales llevan años intentando dar con ella, con éxito hasta ahora limitado y, sobre todo, sin que nadie consiga imponerse: Niall Ferguson inventó la Chimérica, síntesis de China y América y antecedente del G2, reducción esta del G20 y del G8 a las dos potencias que de verdad cuentan. Ian Bremmer acuño la idea de G-Cero y Charles Kupchan la de un mundo de nadie, que Moisés Naïm ha descrito como el del final del poder.
Aunque no hemos dado con el nombre de la cosa, es decir, la denominación de la disputa por las hegemonías tal como ya funcionan actualmente, sí sabemos que se parece a la liga española de fútbol: juegan muchos equipos, siempre hay posibilidades abiertas, pero al final todo se reduce a la competición entre el Madrid y el Barça, que en el caso de la liga del poder global son China y Estados Unidos.
E UU bate a China en opiniones favorables por un 63% a favor del primero frente a 50% del segundo. También son mayoría los que prefieren a EE UU en vez de China como socio y que consideran que la primera potencia tiene más en cuenta que la segunda los intereses específicos de cada país. Y donde EE UU derrota ampliamente a China, por 70 a 36 %, es en el respeto de las libertades individuales.
La macroencuesta también levanta un mapa preciso de las tensiones mundiales. China bate a EE UU en Rusia y Grecia, países árabes e islámicos, incluidos los asiáticos y Nigeria, y eje bolivariano, pero EE UU arrasa en Europa, Israel, Asia oriental, resto de Latinoamérica y África. Y Obama registra una buena valoración, a pesar de su caída de imagen y del pésimo concepto que suscita el uso de los drones para combatir el terrorismo.
Aunque EE UU va en cabeza de la liga global, la quiniela de la opinión mundial apuesta por una reversión no muy lejana en cabeza de la clasificación, de forma que será finalmente China quien se llevará la palma. El cambio de percepción empezó con la crisis de 2008, cuando un 47% de la opinión mundial creía que EE UU dirigía la economía mundial, seis puntos por encima del actual porcentaje, frente al 20% que entonces citaba a China como nuevo líder, 14 puntos por debajo de la actual valoración.
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