“El presidente Morsi nos libró del Gobierno militar”
Los seguidores de los Hermanos Musulmanes, concentrados en Ciudad Naser se declaran dispuestos a luchar
Puede que las Fuerzas Armadas le hayan dado a Mohamed Morsi un ultimátum para atender a las peticiones de los opositores. Pero el presidente tiene su propio ejército, armado y parapetado en las inmediaciones de la mezquita de Raba al Adawiya, dispuesto a luchar contra quien sea, manifestantes o fuerzas del orden, para mantenerle en el poder. Ayer guardaban con escudos metálicos la zona, en Ciudad Nasser, en el este de El Cairo, mientras frente al templo ondeaban banderas egipcias y verdes con el emblema de los Hermanos Musulmanes, la organización islámica en la que el presidente militó durante años y que ahora promete guerra.
“Vamos a defender la legitimidad del Gobierno, si hace falta, por la fuerza”, decía Ali Musalam, de 43 años, encargado de la seguridad del recinto. “Estas personas han venido aquí para convertirse en mártires si es necesario”. Tras él, marchaban con paso militar varios escuadrones de hombres protegidos por chalecos antibalas y cascos, armados con bates, porras, palos y cadenas. El anuncio del Ejército fue recibido con indignación e ira por esta multitud, que gritaba, repitiéndola, la palabra “presidente”.
“Si el presidente Morsi nos libró de algo fue, primero, del Gobierno militar”, añadía Ramadan Ibrahim, de 42 años, en referencia a la temporada en que las Fuerzas Armadas tomaron el control del país después de la caída de Hosni Mubarak en 2011. Para él, como para otros partidarios de Morsi, los opositores no son más que “los restos del antiguo régimen”. “A los manifestantes les controlan aquellos que se beneficiaban del régimen de Mubarak, que buscan a toda costa volver al poder. Se dejan manipular, y están dispuestos a acabar con la democracia por ello”, añadió.
Los partidarios del presidente consideraron el ultimátum del Ejército una traición al proceso democrático, dentro del cual Morsi ganó unas elecciones de forma, decían, justa y transparente. “Nosotros apoyamos al presidente Morsi hasta el final”, explicaba, desafiante, Yasir Said, de 30 años. “Egipto es una nación oficialmente islámica. Él sigue la voluntad de Dios, y mientras siga haciendo eso, haremos todo lo que esté en nuestra mano para mantenerle en el poder”, añadió. El mensaje quedaba claro. Si hay que luchar, lucharán. Y si hay que derramar sangre, la derramarán. Por la religión y por la legitimidad de su presidente. Para eso se han parapetado en lo que ya se ha convertido en su feudo en El Cairo.
Recientemente, 11 partidos islamistas lanzaron la Alianza de Apoyo a la Legitimidad, para mantener a Morsi en el poder. Pero no todos los respaldos del presidente provienen de los Hermanos Musulmanes y el movimiento islamista. Mosad Abdul Rahman, de 49 años, acudió ayer a Ciudad Nasser porque considera que un cambio de Gobierno, con la intervención del Ejército, solo provocará inestabilidad, y dejará a Egipto al borde del abismo. “Morsi ganó. Por poco margen, pero obtuvo la mayoría de los votos. Y nuestra economía está en un estado tan débil que necesitamos estabilidad política. Esto no tiene nada que ver con la religión. Es un asunto más bien de estabilidad del sistema”, dijo.
Los partidarios islamistas del presidente, sin embargo, creen que se ha declarado una guerra en su contra. La sede de los Hermanos Musulmanes en El Cairo fue atacada el domingo con bombas incendiarias, sin que la policía o las Fuerzas Armadas levantaran un dedo para evitar la quema y el saqueo. Ocho personas murieron en la toma de esa sede. El portavoz de la hermandad, Gehad el Hadad, dijo ayer que “es muy peligroso que una entidad en la sociedad asuma medios violentos para forzar un cambio”. “Los Hermanos Musulmanes somos una organización muy disciplinada”, añadió. Sus hombres estaban en la calle para demostrarlo.
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