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El fútbol sigue su camino

Las protestas en Brasil no han logrado detener a la Copa Confederaciones

José Sámano
Seguidores en el estadio protestando contra el gobierno
Seguidores en el estadio protestando contra el gobiernoNatacha Pisarenko (AP)

Nada asusta a la FIFA, la poderosa organización mundial del fútbol. La UEFA, su satélite europeo, no paró el calendario el 11-S, tampoco el 11-M, así que su matriz muchísimo menos está dispuesta a hacerlo en esta Copa Confederaciones que se disputa en un Brasil “sin control”, como ayer titulaba O Globo a toda portada. A primera hora trascendió que los internacionales italianos habían expresado su preocupación por la seguridad de un torneo que nadie puede garantizar, por supuesto ni siquiera el Gobierno, superado por los acontecimientos de estos días con un país incendiado, que ha tomado el fútbol como escaparate para sus proclamas y que tiene a la FIFA en su diana: “Queremos educación según los patrones de la FIFA”, se leen en algunos de sus lemas. El Gobierno brasileño ha admitido que el presupuesto del Mundial de 2014 se le ha disparado a casi 13.000 millones de dólares (casi 9.900 millones de euros). Informaciones locales apuntan a que junto a los Juegos de Río de 2016 el gasto público se elevará hacia los 25.000 millones de dólares (19.000 millones de euros). Brasil, un supuesto gigante en ebullición y deseoso de exportar su imagen, se ha enrolado en todos los eventos posibles. En su agenda internacional también figura de forma inminente una visita del Papa a Río del 22 al 28 de julio.

No es extraño que las asonadas de estos días inquieten sobremanera a los equipos, que se ven en el disparadero. Muchos futbolistas italianos han viajado a la Copa acompañados por sus familias, lo que multiplica su angustia. Italia jugará hoy ante Brasil en Salvador, donde en la madrugada de ayer los manifestantes asaltaron algunos autobuses de la propia FIFA. En el último partido de Brasil, ante México, unas 25.000 personas intentaron bloquear los accesos al estadio Castelao, en Fortaleza, donde desde ayer por la mañana se dispone la expedición española a pasar una semana, salvo que de forma imprevista no se clasifique como primera de grupo. Tampoco España, que el domingo se mide a Nigeria y debería jugar en la misma ciudad la semifinal el próximo jueves, es ajena a la preocupación general. Al margen de las revueltas de estos días, en esta ciudad se cometieron 965 homicidios desde enero hasta abril, según datos de O Globo, muy por encima de los datos de todo 2012, ya de por sí espeluznantes: 1.628.

El temor de Italia prendió la chispa. La posibilidad de una suspensión del torneo se expandió por todo Brasil. Horas antes de que el movimiento Pase Libre anunciara la suspensión temporal de los levantamientos, la FIFA, contra la que abundan pancartas en las revueltas –“fuck Cup”, se leía en balcones de los aledaños a Maracaná el pasado jueves-, se vio obligada a salir al paso con el siguiente comunicado: “Respaldamos y defendemos el derecho a la libertad de expresión y a la manifestación pacífica, y condenamos toda forma de violencia. Mantenemos un contacto permanente con las autoridades locales y confiamos plenamente en las medidas de seguridad que se están aplicando. Seguiremos muy de cerca el desarrollo de los acontecimientos. En ningún momento, ni la FIFA ni el Comité Organizador ni el Gobierno Federal se han planteado ni analizado la posibilidad de cancelar la Copa. Estamos en contacto continuamente con todas las partes implicadas, incluidas las selecciones, y las mantenemos puntualmente informadas de todas las medidas adoptadas. No hemos recibido por parte de ningún equipo solicitud alguna en la que se plantee la posibilidad de abandonar Brasil”. Al inicio de las turbas, Joseph Blatter, presidente de la FIFA, dijo entender “que la gente no esté contenta”, pero lanzó un mensaje de reprimenda: “No deben usar el fútbol para que escuchen sus exigencias”. Por su parte, Demetrio Albertini, exjugador del Milan y el Barça y actual vicepresidente de la federación italiana, aseguró que su delegación estaba “tranquila” y que ningún caso había sopesado exiliarse del torneo. Según algunos analistas locales, si la Confederaciones se suspendiera por motivos de seguridad, el Gobierno de Dilma Rouseff debería costear una indemnización.

Tampoco la selección española es ajena al recelo general. Seis de sus futbolistas ya sufrieron robos en sus habitaciones del hotel de Recife en el que se hospedaron la pasada semana y, con su nombre, Fortaleza engaña. No es precisamente un fortín. Los agentes de turismo recomiendan de forma velada que la gente no se aleje mucho de la Avenida de Beira-Mar, principal arteria de esta urbe, la quinta del país, de unos 2,5 millones de habitantes. La selección, hospedada en el mencionado paseo marítimo, tendrá que desplazarse casi ocho kilómetros para entrenarse en las instalaciones de la Universidad. Por el camino cruzarán el barrio de Aldeota, donde la actriz y modelo Susana Werner, exnovia de Ronaldo y actual esposa de Julio César, portero de Brasil, fue atracada el pasado jueves a punta de pistola.

El pasado día 13, 48 horas antes de que arrancara esta Copa, la presidenta Rouseff anunció la instalación de seis centros de seguridad en las ciudades sede, con una inversión total de 900 millones de dólares. El despliegue abarca a unos 30.000 agentes de policía y dotaciones del ejército. En Fortaleza, la custodia corresponde a unos 7.000 efectivos. Ocurre que lo que iba a ser un blindaje para el fútbol ahora se ha desbordado con las rebeliones populares. Antes y después de que los indignados anunciaran una tregua, la FIFA sigue adelante con el fútbol.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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