La masacre de ocho policías conmociona a Guatemala
Los agentes fueron asesinados durante las fiestas de un pueblo al oeste del país por encapuchados
Salcajá, una ciudad de 18.000 habitantes situada a 192 kilómetros al oeste de la capital de Guatemala, celebraba la noche del jueves a su patrón, san Antonio de Padua, festejos que en este país siempre están marcados por la quema masiva de petardos. En la comisaría de la Policía, el agente Juan García Chun hablaba por teléfono con su esposa, Elvira González. La conversación se interrumpió de súbito por una voz rotunda que gritó: “Ahora sí se van a morir, hijos de la gran puta”, narra entre lágrimas la ahora viuda.
Los atacantes, que según testigos iban armados con fusiles y cubiertos con pasamontañas, obligaron a los agentes a tirarse al suelo, boca abajo. Uno de ellos, al parecer con un revólver porque no se encontró ningún casquillo, disparó en la cabeza y el cuello de cada uno de los agentes. Siete murieron al instante y el octavo, al llegar al hospital. El subinspector Augusto García Cortez, que estaba al mando, fue secuestrado y está desaparecido.
Dos agentes, que cenaban en un comedor cercano a la hora del ataque, salvaron la vida sin que se percataran de la masacre, al confundir el ruido de los tiros con el de los petardos de la celebración patronal.
Las autoridades no han informado sobre el posible móvil del crimen ni sobre la identidad del grupo que lo perpetró. Hay dos hipótesis y las dos apuntan a las bandas de narcotraficantes. La primera está relacionada con la detención y posterior liberación de Omar Consuegra, guardaespaldas de un sobrino de Juan Ortíz, alias Chamalé, un conocido capo de la región, y quien el pasado lunes amenazó a un conductor por no cederle la preferencia de paso en un crucero. Los periodistas que cubrieron el suceso dicen que Consuegra amenazó de muerte a los agentes.
La segunda hipótesis indica que algunos de los policías asesinados habían participado, a principios de junio, en la incautación de un decomiso de más de 1.000 kilos de cocaína en la Costa Sur del país. En este caso, la masacre tendría el doble propósito de la venganza y de enviar un mensaje a los agentes del orden, para que se inhiban de participar en esos operativos.
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