La Revolución del 43: los Orígenes del Peronismo
El próximo 4 de junio en Argentina se cumplirán 70 años de la llamada Revolución Nacional
El próximo 4 de junio en Argentina se cumplirán 70 años de la llamada Revolución Nacional o de los Coroneles, con la que el Coronel Juan Domingo Perón entra a la política del país.
El golpe militar derrocó a un poder civil a cargo de los últimos vestigios de un régimen que gobernaba al país desde 1930, representando una alianza cívico-militar de tinte conservador en lo político pero liberal en lo económico y sostenida por fraude electoral. Se inicia así un proceso de cambio nacionalista, estatista y populista, apoyado por una nueva generación militar (pro nazi-fascista y anti-norteamericana), por una creciente clase obrera y por un nuevo sector empresarial nacionalista. No obstante, con el triunfo de los aliados en marzo del 45, un sector opositor conformado por una creciente clase media (base del partido Radical), por residuos oligárquicos y por militares “liberales” y pro-aliados, exige al gobierno de facto una posición menos ambigua hacia los aliados y la realización inmediata de elecciones --las que Perón gana en febrero del 46 por una estrecha diferencia.
Perón instala, quizás, la primera democracia populista en América Latina, pudiendo realizar sus reformas sociales gracias al auge y estado solvente de la economía y las finanzas del país –resultado de abundantes ingresos por el alto precio de sus exportaciones de cereales y carne. Sus reformas para la “justicia social” beneficiaron merecidamente a los trabajadores y una amplia población marginada y desposeída, secuela de un capitalismo con pocas reglas y una oligarquía terrateniente conservadora y sin conciencia social. Ese sector popular le quedó eternamente agradecido y le dio mayoría electoral cada vez que él o su movimiento se presentó a elecciones, inclusive durante su prolongado exilio.
Bajo el lema “independencia económica y soberanía política”, el gobierno se embarcó en lo que el historiador H. S. Ferns llama “agitación nacionalista y anti-imperialista.” Con las grandes reservas el gobierno nacionalizó el Banco Central; compró los ferrocarriles a precios mayores de los que estaban valuados; adquirió el sistema de telecomunicaciones y de producción de gas y energía eléctrica; creó empresas navales y aéreas, industrias de acero y de aeronáutica y expandió la empresa de Fabricaciones Militares. También estableció el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) para manejar el comercio, fijar los precios de las exportaciones y controlar la entrada y salida de divisas. Crece la inversión y la producción sustitutiva de importaciones, así como el empleo y el consumo. Se “rescata” así el estado nacional pero se sientan las bases del nefasto estado “burocrático autoritario, ” usado inclusive luego por los gobiernos militares para abusar del poder y controlar la sociedad.
Para fines de la década bajan los precios de las “commodities” debido al nuevo proteccionismo europeo; las inversiones y los créditos internacionales se dirigen a la recuperación Europea. El país agota sus reservas y paga más por los insumos industriales y los combustibles y por los pocos créditos que consigue. Se cubre la falta de divisas e inversiones con emisión monetaria, déficit fiscal y deuda pública, y control de cambios e importaciones. Predeciblemente, se acaba en la descapitalización y desinversión, en la baja de la producción y en el aumento del desempleo y la inflación –-lo que engendra una creciente oposición política al régimen.
Pero Perón no entendía los límites de la mayoría electoral ni el rol de la oposición o los contrapesos y división de poderes en la democracia. La oposición era vende-patria y golpista, y había que destruirla. Por ello reaccionó con autoritarismo y el montaje del “Estado policial,” según Floria y Belsunce, incluyendo la persecución y la represión política. En el Congreso, el peronismo sanciona a legisladores de la oposición y pasa leyes contra “actividades anti-argentinas” en las fuerzas armadas, la iglesia y la “oligarquía.” En 1949 Perón ordena la reforma de la Constitución para permitir su re-elección, y procede a “purgar” la Corte Suprema con un juicio amañado para luego re-constituirla con jueces afines. El gobierno hostigó a periodistas, cerró y confiscó estaciones de radio y periódicos como la Vanguardia y la Prensa, y asedió a profesores y estudiantes de Facultades de Derecho, entre otras, y “depuró” el sistema educativo de profesores opositores.
Tanto el estatismo como y el autoritarismo de Perón y sus seguidores produjeron la polarización de la política y la sociedad argentina entre peronistas y anti-peronistas. Para 1949 ya se avizoraba lo que Floria y Belsunce llaman la “resistencia civil.” Ese año el país entró en una crisis política-económica, que se repitió en el 52 y culminó trágicamente en 1955, con la “Revolución Libertadora,” cuyo acérrimo anti-peronismo profundizó la polarización de la cultura política argentina.
La historia no se repite pero tiene sus enseñanzas. Esta experiencia histórica de aciertos en lo social pero de errores en lo político y económico estancó y polarizó al país, sin embargo, no parece haber sido entendida o asimilada por los presentes gobernantes argentinos.
Rubén M. Perina es profesor en la Universidad de Georgetown
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