Pakistán aprende a leer y escribir
Las iniciativas alfabetizadoras se enfrentan a una educación pública de mala calidad, a la percepción de que es poco útil y al reto de llegar a las chicas
Hamid y Gul-Khan miran nerviosos a su alrededor. No terminan de creerse que a partir de ahora vayan a acudir a la escuela. Hijos de un modesto campesino del Bajo Dir, en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa de Pakistán, hasta ahora ayudaban a su padre en el campo y trasportaban agua para que su madre pudiera cocinar. Ni se planteaban aprender a leer y a escribir. Como ellos, siete millones de paquistaníes entre 5 y 9 años no estám escolarizados, la mayoría de ellos niñas.
La escolarización de los hermanos Sher Khan ha sido fruto de la campaña Políticos que llaman a la puerta por la educación lanzada por las ONG Idara-e Taleem o Aaghai (ITA) y Alif Ailaan para intentar que los políticos se unan a su esfuerzo de convertir la educación en una prioridad nacional. En este caso, ha sido un candidato a la Asamblea Provincial, Siraj ul Haq, del partido religioso Jamiat Islamiya, quien se ha comprometido a financiar matrícula, libros y uniformes. Es una gota en el océano.
“Pakistán es el segundo país del mundo con más niños fuera de las aulas, después de Nigeria”, alerta Pilar Aguilar, la responsable de Educación de Unicef en Islamabad. Los activistas locales, que defienden la escolarización hasta los 16 años, estiman que hasta esa edad la cifra alcanza entre 23 y 25 millones.
La movilización de la sociedad civil logró que en 2011 se incluyera en la Constitución paquistaní un artículo que establece “la educación gratuita y obligatoria para todos los niños entre 5 y 16 años”. Ahora hace falta que se desarrolle la legislación y se ponga en marcha.
“En los últimos diez años no se han hecho mejoras para mantener a los niños en la escuela”, asegura Aguilar. “Aunque puede haber aumentado el número de escolarizados, siguen siendo muchos los que abandonan en los primeros cursos”, añade.
Baela Jamil, una activista social con una larga trayectoria en el campo educativo y que en la actualidad dirige ITA, atribuye a la mala calidad de la enseñanza pública su falta de atractivo para las familias (la privada es un lujo al alcance de pocos). “Hay 32.000 escuelas que solo tiene uno o dos maestros, y la formación de estos deja mucho que desear”, apunta. Aguilar concurre en que, en el sistema público, “a menudo los niños acaban su educación básica sin ser capaces de escribir sus nombres correctamente”. El 42,6% de los paquistaníes son analfabetos. Jamil añade que muchos padres no ven el sentido de escolarizar a sus hijos debido a la falta de perspectivas de continuar su formación. “Cuando acaban la primaria tras cinco o seis años de clase, siguen siendo obreros sin cualificar”, expone. “Incluso en Baluchistán nos piden que se construyan centros de enseñanza media y secundaria porque la primaria no supone un cambio en sus vidas”.
El favorito es un ex primer ministro
Tal vez tengan razón los analistas y el veterano Nawaz Sharif, dos veces primer ministro en los años noventa, vuelva a hacerse con el Gobierno de Pakistán en las elecciones del próximo sábado. Pero su Liga Musulmana (PML) no mide fuerzas como era habitual con el Partido Popular (PPP) de la familia Bhutto, sino con el Movimiento por la Justicia (PTI) del exjugador de críquet Imran Khan, lo que introduce un elemento de sorpresa que mantiene a muchos paquistaníes expectantes.
Sharif, un conservador religioso, ha esperado con paciencia los cinco años de oposición, convencido de recoger el fruto de la extendida frustración popular con la incapacidad del PPP para hacer frente a los cada vez más frecuentes cortes de luz y a la pobreza generalizada. Aunque sus años de primer ministro no fueron diferentes en términos de corrupción y mala administración de los de su rival, se ha reinventado como pragmático que va a desarrollar las infraestructuras y ofrece la buena gestión de su partido en el gobierno provincial de Punjab como modelo.
A pesar de haber llegado a la política de la mano del dictador Zia ul Haq, su posterior mala relación con el Ejército culminó con el golpe incruento del general Pervez Musharraf en 1999. Para muchos, es el único candidato capaz de meter en cintura a los militares. Por lo demás, su ideología y su ambigüedad sobre la lucha contra el terrorismo, los talibanes y las relaciones con EEUU, no difieren mucho de las de Khan.
Además de su innegable tirón popular, el capitán que llevó a la gloria al equipo nacional de críquet ha capitalizado la simpatía de buena parte de la población con los talibanes y el malestar por la falta de transparencia en los acuerdos con Estados Unidos y los bombardeos de drones. Khan, que sufrió un accidente en un mitin, compite por el mismo segmento de votante que Sharif.
Los propios dirigentes del PPP parecen resignados a beneficiarse de ese duelo que va a dividir el voto conservador. De hecho, ni siquiera han tenido un líder al frente de la campaña. Asif Ali Zardari, viudo de Benazir Bhutto, estaba vetado para participar en tanto que jefe el Estado. Su hijo y copresidente del partido, Bilawal, se ha limitado a dirigirse a los simpatizantes por vídeo, temeroso de ser víctima de un atentado como su madre, Benazir Bhutto.
Esa provincia tiene el mayor porcentaje de niños sin escolarizar (34%), seguida de Sind (32%), Khyber Pakhtunkhwa y las regiones tribales (26%), mientras que en Punjab, la más desarrollada y poblada de las cuatro, baja a un 16%. Pero lo más grave es que en Sind, un 40% de los matriculados no acuden a clase.
La situación es más grave en el caso de las niñas. El ataque que sufrió el año pasado Malala Yousafzai, la joven defensora de la escolarización femenina, puso de relieve el rechazo de algunos sectores a que se eduque a las mujeres. De hecho, antes de la aparición de los talibanes, ya había zonas donde el número de niñas matriculadas era significativamente menor que el de niños. En voz baja, una activista confía que de los 7 millones de chavales sin escolarizar, 5,4 millones son chicas.
“En Baluchistán y Sind existe la costumbre de los matrimonios tempranos, lo que significa que las niñas abandonan antes la escuela, pero hay también cuestiones de honor”, explica Sadaf Zulfiqar, una especialista en género de Unicef. Entre estas Zulfiqar cita que muchas escuelas carezcan de retretes o de muros a su alrededor para mantener el purdah, como en el sudeste asiático se denomina al confinamiento de las mujeres al espacio privado fuera de la vista de hombres que no sean de su familia. También la carencia de suficientes maestras, ya que muchos padres no aceptan que sean hombres quienes den clase a sus hijas.
El asunto remite a la falta de emancipación de la mujer. Debido a las restricciones sociales y la inseguridad, pocas mujeres están dispuestas a desplazarse varios kilómetros hasta una escuela rural. Luego está el tema de la poca formación y el escaso salario. Así que resulta muy difícil romper el círculo vicioso, de la educación de las niñas y de la educación de calidad para todos.
“Lo primero que hace falta es un presupuesto adecuado”, señala Nida Zafar, coordinadora de la campaña Políticos por la educación, que cita el objetivo de un 4% del producto nacional bruto (PIB). En los últimos años, Pakistán apenas ha invertido un 2% del PIB, la cifra más baja del sudeste asiático y muy por debajo de la media global (7%).
La Federación Nacional de Estudiantes culpa de esa magra asignación a que “los gastos de defensa exprimen buena parte del presupuesto nacional”. Aunque no hay cifras fiables, observadores occidentales estiman que se lleva el 58% del total. Ante el poder de los uniformados, las promesas de los políticos suenan vacías.
“Falta voluntad política, voluntad burocrática y voluntad de movilización de los ciudadanos”, concluye Jamil. Mientras eso no cambie, los casos de Hamid y Gul-Khan seguirán siendo una anécdota.
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