Brasil, una lucha de clases al revés
El delito de la dentista quemada viva en Brasil por un menor, crea un debate político sobre la imputabilidad de los menores de edad
La dentista Cyntia Morurinho, de 46 años, ayudaba con su trabajo a su hermana minusválida y a sus padres de familia humilde, jubilados, en la ciudad de San Bernardo de Campos, en el interior del Estado de Sao Paulo, residencia del expresidente Lula da Silva. Los cuatro jóvenes, uno de ellos menor de edad, que la asaltaron el 25 de abril pasado en su consultorio mientras atendía a una clienta, llegaron conduciendo un Audi flamante de la madre de uno de ellos.
Decidieron quemarla viva cuando tras ir a sacar dinero de un cajero con su tarjeta de crédito vieron que en su cuenta había sólo 30 reales (unos 15 dólares) pues era final de mes.
Uno de los que encendió el mechero tiene 17 años, y por ser menor de edad no han sido divulgados ni su nombre ni su foto, y no podrá ser condenado como asesino.
El menor no tuvo escrúpulos al hablar de su crimen con frialdad, en tono arrogante y hasta con un gesto obsceno. Dijo que necesitaba dinero para comprar cocaína. La dentista necesitaba el dinero de su trabajo para el sustento propio, el de su hermana y el de sus ancianos padres.
¿Un crimen espeluznante más de los que aparecen en las crónicas de los diarios tan a menudo? No. Esta vez el caso de la dentista quemada viva a sangre fría (“le prendí fuego con un encendedor que casi quemó mi mano”), confesó el menor, ha despertado en el país una fuerte polémica sobre la posibilidad de bajar la edad criminal de los jóvenes.
Brasil es hoy uno de los países más permisivos con los crímenes de los adolescentes menores de 18 años, que son usados por las cuadrillas de asaltadores porque ellos no puede ir a una cárcel ni su ficha queda sucia.
La máxima pena para un menor que quema viva, por ejemplo, a una trabajadora como Cyntia, es de tres años en una Casa de recuperación, y eso si no es liberado antes.
El asesino de la dentista es la sexta vez que es cogido por la policía con la mano en la masa, hasta con armas de fuego, y siempre acabó libre. El gobernador de Sao Paulo, Gerardo, Alckmin, acababa de proponer al Congreso una proyecto de ley para bajar la edad criminal de los jóvenes. Y la polémica estaba en la calle, cuando tuvo lugar el asesinato de la dentista.
De ahí que ese crimen no sólo haya suscitado una conmoción en la sociedad, sino un debate político, ya que toda la actitud del menor criminal y de su pandilla, así como las motivaciones de su crimen, revelan que no se trata del joven víctima de una sociedad injusta, el proletario que se revela contra la burguesía.
Esos jóvenes y su familia aparecen mejor situados y pudiendo gastar dinero en comprar cocaína, que, por ejemplo, los padres de Cyntia, cuya fotografía de dos ancianos vestidos pobremente, abrumados por el dolor y por un futuro en el que tendrán que hacerse cargo de la hija inválida sin la ayuda de la hija dentista, ha incendiado las redes sociales.
En una entrevista, los padres de Cyntia no piden venganza, solo justicia y se preguntan agudamente cómo es posible que el asesino de su hija pueda votar para elegir al Presidente de la República por haber cumplido ya 16 años y “no pueda ir a la cárcel”.
Hay quien como, Reinaldo Azevedo, ha llegado a comentar que estamos en una lucha de clases, pero al revés. El joven asesino de Cyntia, fue dirigiendo un Audi al lugar del delito, a quitarle el dinero del trabajo honrado de la dentista, para darse el lujo de comprar drogas, en un coche que ella no podría comprarse.
Y se pregunta: “¿Qué demonios de sociedad es esta que establece un concepto de ‘adolescencia’ que le atorga a quién en ella se alberga, el derecho de matar?”.
Por ahora, sin embargo, tanto el Congreso como el Gobierno se han manifestado reacios a bajar la edad a partir de la cual el criminal pueda ser castigado como tal bajo pretextos que suenan más a ideología política que a la realidad que vive la sociedad brasileña.
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