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3. ¡Militares de todos los países, uníos!

La cooperación en Defensa permite influir más y gastar menos

Soldados del contingente europeo en Macedonia, en 2003.
Soldados del contingente europeo en Macedonia, en 2003.GETTY

¡Militares de todos los países, uníos! ¿Es posible que el relanzamiento de la construcción europea tenga que pasar por un salto adelante de la participación en política exterior y, sobre todo, de defensa? ¿Y si los europeos se organizaran para dejar de ser enanos políticos en el mundo?

La opinión pública se asombra a menudo de ver a los miembros de una misma Unión tan dispersos a la hora de actuar, sin que exista ningún verdadero frente común. Pero Europa sigue siendo un actor importante en el mundo, que a veces interviene donde Estados Unidos y la OTAN no quieren o no pueden, como en el continente africano. La veintena de misiones dirigidas por la Unión Europea, aunque no siempre hayan sido eficaces ni visibles, constituyen experiencias muy valiosas, en general de vocación más bien civil que militar. La operación Atalanta, primera operación naval de la Unión Europea (UE), con la que los buques de guerra de varios países restablecieron la seguridad marítima en las aguas del Cuerno de África, es un triunfo que no se ha reconocido lo suficiente. Los europeos pueden participar en operaciones en Congo, en Kosovo, en función de sus medios y sus intereses: incluso es posible pensar en que se reúnan para ayudar a uno de los miembros a actuar en nombre de todos ellos.

No se trata en absoluto, desde luego, de jugar a ser la hiperpotencia. "Una de las prioridades de los europeos debe ser la de jerarquizar... sus prioridades", advierte Arnaud Danjean, vicepresidente de la subcomisión de Defensa en el Parlamento Europeo. A largo plazo, lo importante sería como mínimo --y como desea Estados Unidos-- actuar unidos en los países vecinos, la cuenca mediterránea, el perímetro oriental de la UE, de Ucrania a Bielorrusia, pasando por Georgia. El hecho de cerrar filas frente a China, en vez de intentar salir adelante cada uno por su cuenta, permitiría que Europa tuviera más peso en Pekín y en los países emergentes.

En teoría, por supuesto, hay una diplomacia europea. En Bruselas existe un embrión de dilplomacia común que es el Servicio de Acción Exterior, dirigido por Catherine Ashton, alta representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, a la sombra más o menos benévola de las diplomacias nacionales. Sobre el papel, sus posibilidades son enormes, pero su puesta en marcha ha sido muy complicada, sobre todo por las diferencias de intereses y cultura entre Brusales y las distintas capitales europeas. No cabe duda de que lady Ashton ha dejado su impronta, con gran dificultad, en dos asuntos fundamentales: las negociaciones con Irán sobre el programa nuclear militar y los Balcanes, donde Europa está haciendo de árbitro entre Serbia y Kosovo.

Ahora bien, ¿qué es una diplomacia sin el correspondiente brazo armado? Como buena inglesa, Catherine Ashton ha hecho todo lo posible para cortar de raíz cualquier veleidad de defensa europea. La alta representante considera, según el modelo de las autoridades británicas y alemanas, que la protección del continente debe estar garantizada por la OTAN. Y que, por tanto, no es necesario hacer nada más, aparte de los casos de cooperación bilateral entre Francia y el Reino Unido; sobre todo cuando los Estados se resisten a compartir su soberanía en el ámbito que la simboliza. En Libia y Malí, la UE brilló por su ausencia como colectivo, mientras los británicos y los franceses, en el primer caso, y los franceses solos, en el segundo, asumían sus responsabilidades y decidían intervenir. Alemania, reacia, se negó en redondo.

Sin embargo, tres años después de que comenzara la crisis de la deuda, podría tener cierta lógica una aproximación de las fuerzas militares, aunque solo sea para evitar redundancias. En total, el gasto militar de los europeos es la mitad del de Estados Unidos. Vista su incapacidad de gastar más en este periodo de austeridad, los 27 podrían, al menos, tratar de gastar mejor, poner en común sus esfuerzos y organizar su sector de la defensa en función de las necesidades colectivas. Hasta ahora, los programas de construcción de aviones, helicópteros de guerra y submarinos se desarrollan en una competencia feroz. El acercamiento de EADS y BAE (British Aerospace) con el fin de crear un gigante europeo de la aeronáutica y la defensa tendría sentido para los europeos. En 2012 no se logró. La canciller Merkel impuso su veto.

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