La izquierda italiana queda de nuevo a merced de Berlusconi
Il Cavaliere insinúa que Bersani será el nuevo presidente
El picotazo se veía venir, pero quizá no tan pronto. Después de jurar hasta la extenuación que jamás pactaría un gobierno de coalición con Silvio Berlusconi, el secretario general del Partido Democrático (PD) y candidato del centroizquierda en las pasadas elecciones, Pier Luigi Bersani, se reunió el martes con Il Cavaliere para ponerse de acuerdo sobre el nombre del próximo presidente de la República —el mandato de Giorgio Napolitano expira el 15 de mayo—. Conociendo la trayectoria de Berlusconi, que gobernó Italia a su antojo durante 11 de los últimos 19 años, no era descabellado esperar que Bersani cayera más pronto que tarde en alguna de sus trampas. Y la primera llegó solo unas horas después de la reunión. En una cena con sus íntimos, Berlusconi dejó caer que Bersani estaba dispuesto a dejarse apoyar para ocupar él mismo la presidencia de la República y, a cambio, facilitar un gobierno de coalición con el centroderecha.
Se trataba de una maldad de grueso calibre, destinada claramente a dejar a Bersani en evidencia ante los suyos, pero que a falta de otras noticias más relevantes envenenó aún más el ambiente, ya de por sí explosivo, del centroizquierda italiano. Para cuando el desmentido llegó por parte del PD —“Bersani no es candidato a la presidencia de la República”—, ya el lío estaba montado. Y, sobre todo, la sensación de que el centroizquierda ha caído, una vez más, en las trampas de Berlusconi, quien a pesar de haber quedado en tercer lugar en las elecciones del 24 y 25 de febrero —por detrás del PD y del Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo— vuelve a convertirse en un actor principal de la política italiana. Las culpas están muy bien repartidas. Una parte se puede achacar a Beppe Grillo, que se sigue negando en redondo a llegar a ningún tipo de acuerdo con el centroizquierda a pesar de que sobre el papel tienen puntos en común, pero otra parte no menor de la responsabilidad corresponde al propio Bersani. No solo por ser incapaz de ganar holgadamente las elecciones —prefirió dar más crédito al arrullo agradable de las encuestas que al clamor que subía de la calle—, sino también por estar incurriendo en una grave contradicción. Durante más de un mes intentó seducir a los parlamentarios del Movimiento 5 Estrellas para que apoyasen su gobierno, garantizándoles en vivo y en directo que no pactaría con Berlusconi, y sin embargo ahora lo convierte en su interlocutor principal a la hora de buscar al sustituto de Giorgio Napolitano.
Los medios italianos hablan de que Bersani y Berlusconi barajan una serie de candidatos como Paola Severino, actual ministra de Justicia; Piero Grasso, ex fiscal general antimafia y actual presidente del Senado, o incluso el ex primer ministro Giuliano Amato, una figura de centroizquierda con buenas relaciones en el centroderecha… Nombres seguramente para ser quemados en una pira de papel de periódicos, pero que sí dejan claro un dato: sea quien sea el próximo presidente de la República, se tratará de alguien del agrado de Berlusconi y, sobre todo, dispuesto a ayudarle in extremis en su eterno pulso con los fiscales y jueces italianos.
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