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La abuela de hierro

Thatcher ganó una guerra, puso patas arriba la economía de su país y, junto a Reagan, emprendió una revolución conservadora que culminó con la caída del comunismo

Rosa Montero

Nada más entrar en su despacho, y tras estrecharte la mano con exacta cortesía, lady Thatcher señala un sofá y dice: “Siéntese ahí”. Y el tono es tan conminatorio y tan preciso (no te está diciendo por pura fórmula social que tomes asiento, sino ordenándote que te sientes ya en ese sillón) que una se deja caer de inmediato sobre el sofá, aferrada al bolso y a la grabadora, para descubrir a los pocos instantes que todavía hay que hacer las fotos, y que eres la única persona de la sala que está sentada, y que tienes que volver a levantarte. Esto pasa por ser demasiado dócil ante la voz de mando. Pero qué voz de mando, y que costumbre de usarla y de sentarles a todos se le advierte.

—Dice usted en sus memorias que cuando llegó al poder en 1979 pensó una frase del antiguo primer ministro inglés Chatham: “Sé que puedo salvar este país y que nadie más puede". Me pasma su nivel de confianza en sí misma.

—Pero yo creo que eso es porque otras personas pueden haber probado suerte, pero no han perseverado lo suficiente con la política correcta. El Gobierno del señor Heath, por ejemplo, del cual yo fui miembro [ministra de Educación] en 1970, tenía al principio un programa político muy parecido al nuestro. Pero luego las cosas se pusieron feas en el pais. y me temo que entonces abandonamos algunas de las lineas maestras de nuestra política, e incluso se empezaron a implantar algunas medidas socializantes. ¡Fue asombroso! Y yo aprendí mucho de todo aquello. Aprendí que si quieres lanzar una política verdaderamente nueva tienes que mantenerla con firmeza a través de todas las dificultades que origine en los primeros momentos hasta que los beneficios se hagan evidentes. En general, todo cambio de este tipo te lleva unos tres años hasta que los beneficios son visibles. Es como una medicina: no es agradable tomársela, pero sabes que si la tomas durante el tiempo suficiente se harán evidentes los beneficios y tu cuerpo recuperará la salud. Una nación es lo mismo.

Si quieres lanzar una política nueva, tienes que mantenerla con firmeza a través de todas las dificultades que origine en los primeros momentos, hasta que los beneficios se hagan evidentes”

Si no fuera por su aspecto un tanto ortopédico, por el peinado de acero batido, el perfil impasible, los rígidos trajes de señorona y las perlas inevitables, que más que un adorno parecen remaches del blindado mecanismo de su persona. Margaret Thatcher seria una mujer bastante atractiva. En sus fotos de juventud está guapa: buenos pómulos, buenos labios, un rostro fuerte y original encendido por una mirada voluntariosa. Hoy, el azul de sus ojos está un poco aguado por la edad y su cutis sonrosado es el de una abuela bien cuidada. Una abuela coqueta y dura de pelar, matriar- ca de una familia numerosa. Antes de dejarse retratar se pasa revista a si misma de arriba abajo: los zapatos, las perlas, las manos, la postura. Se rccoloca la falda con unos tironci- tos: “Es que esto [el aspecto físico] es importante, ¿no es cierto?”, me dice en un aparte de intimidad femenina, con una complicidad un tanto mayestática. pero complicidad al fin. Es una mujer que no ríe, que apenas si sonríe. "¿Podría sonreír un poco?", le preguntó el fotógrafo. Y ella lo intentó y espachurró los labios.

—Leyendo su libro se saca la impresión de que sus años como primera ministra han sido una larguísima batalla en solitario que ha entablado usted contra todo el mundo.

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—Sí, algunas de las batallas sí fueron muy solitarias. No hubiera podido llevar adelante los cambios sin la ayuda de unos pocos amigos, pero lo cierto es que al final la batalla del Sistema Monetario Europeo fue absolutamente solitaria. Creo que al final la única que se oponía era yo. Y cinco o seis semanas antes de irme dije: “Bueno, vale, probémoslo, pero sólo con la condición de que no lo uséis como un sistema rígido”. Y en el momento en que me fui se manejó como un sistema rígido, y por supuesto que eso estaba condenado a fracasar... Pero, en conjunto, el total de los 11 años y medio en el poder fue fascinante. Cuando miro hacia atrás me doy cuenta de que fueron años muy importantes. Nos las arreglamos para cambiar muchas cosas en el Reino Unido; pero, aparte de la política interna. creo que lo más importante que he hecho en mi vida es el hecho de que Ronald Reagan y yo estuvimos trabajando muy juntos en la escena internacional.

—¿Y desde cuándo tuvo usted tan claro su destino? Porque en agosto de 1974, sólo seis meses antes de ser elegida jefa del Partido Conservador, usted dijo: “Pasarán muchos años, y ni siquiera sucederá en mi tiempo, antes de que una mujer pueda liderar el Partido Conservador o convertirse en primera ministra”.

El fulgor y la caída

Las memorias de Margaret Thatcher son. sobre todo, la orgullosa reafirmación de su valía, un recuento de sus logros como líder mundial. Nos enteramos asi de cómo aconseja y guia a su adorado Ronald Reagan, de cuya política internacional Thatcher (ue. o eso viene a decir ella, la memora en la sombra. Y por las noches, tras decidir los destinos del planeta, se metía en la cocina a preparar la cena. Aunque extremadamente conservadoras, las ideas de Thatcher han estado en general bien estructuradas y han sido defendidas con inteligencia. Sus puntos más débiles y más irracionales quizá sean los relativos a su prejuicios nacionalistas; y asi, sostiene, por ejemplo, que el pueblo británico posee un sentido esencial de la justicia, “cosa que no sucede con los europeos continentales". En realidad, esa desconfianza crecientemente paranoica hacia Europa fue una de las razones de su caída  La otra pudo ser el autoritarismo con que trataba a sus compañeros de Gobierno y partido:

"Soy extraordinariamente paciente, siempre y cuando al final consiga salirme con la mía*, dijo en 1983. Y en 1987: "No me importa lo que digan mis ministros en tanto en cuanto hagan lo que yo digo'. Ganó tres elecciones seguidas con mayoría, y esa embriaguez de poder quizá profundizara su tendencia al despotismo. Tras once años y medio de Gobierno Thatcher, los conservadores decidieron convocar elecciones internas para nuevo líder del partido. Su oponente, Heseltine, no ganó, pero ella tampoco consiguió la mayoría necesaria en la primera ronda. Entonces sus ministros, todos menos dos. le aconsejaron que no se presentara a la segunda ronda. Ésa es la traición que ella no perdona. Thatcher dimitió en noviembre de 1990. pero desde entonces continúa en la retaguardia luchando ferozmente por sus ideas. Ya lo dijo en un articulo que publicó en 1992, hablando en una mayestática tercera persona: 'El thatcherismo vivirá: seguirá vivo mucho después de que Thatcher haya muerto*.

—Es que yo no pensaba .que fuera fácil convertirse en primera ministra, no puedo decir que por entonces me lo esperara. Pero la vida está llena de sorpresas. Y cuando el Partido Conservador insistió en que Heath. que era por entonces el líder, se sometiera a unas nuevas elecciones internas, porque ya había perdido tres de cuatro elecciones generales, pues alguien tenía que hacerlo, alguien tenia que presentar su candidatura. Y yo esperaba que se presentara sir Keith Joseph, que es un hombre notable. Pero él no se veía a sí mismo en esc papel. Y cuando me dijo que no sería candidato, pues dije: "Muy bien, si tú. que es a quien yo hubiera apoyado, no te presentas, entonces me presentaré yo". Y mucha gente esperaba que mi candidatura fuera simplemente una especie de señuelo para que se presentaran muchos otros, pero resultó que no lo hizo nadie, y, para asombro de lodos, gané en la primera ronda. Entonces si que aparecieron nuevas candidaturas y muchos volvieron a pensar que yo no ganaría la segunda ronda. Y. de nuevo para su asombro, la gané. No sé cómo sucedió, pero sucedió. Y la verdad es que el titulo de este libro de memorias que acabo de publicar bien podría haber sido Sucedió lo inesperado. Porque este tipo de cosas me han pasado toda la vida. Lo que ocurre es que luego tú sacas partido de las oportunidades que la vida te da. Y ésa es la clave de todo. Yo podría haberme dicho: es imposible. Pero me dije: vamos a probar.

—Si, leí en The Times que, al recibir un premio de poesía a los nueve años, usted declaró: “No ha sido la suerte. Me lo merecía". Es lo mismo que siente ahora, ¿no? No ha sido la suerte: me lo he trabajado.

—Si, yo también leí eso, y no sé si la frase es cierta, quizá sea apócrifa. Pero, bueno, en cualquier caso el sentimiento si que es ése, si. Trabaje por ello.

Posee la señora Thatcher un orgullo fiero y frió que cada dos por tres se cuela en la conversación como un cuchillo. No ha perdonado aún a sus compañeros que la abandonaran y la obligaran a dimitir con una maniobra que ella considera mezquina y traidora, como bien explica en sus memorias en un capítulo brutal contra sus antiguos colegas. Cree tener, en fin, una cuenta pendiente con la historia, y se afana en cobrársela con tozuda insistencia. En esto es como esas abuelas o esos abuelos que guardan en su corazón un gran agravio, y a los que todas las palabras se les vuelven referencias machaconas al asunto. Y asi. si habla de "aquellos que sólo te apoyan cuando las cosas marchan bien", ya sabemos a quién está señalando; cuando menciona que Heath había perdido tres elecciones generales de cuatro, está queriendo resaltar que a ella la echaron habiendo ganado tres elecciones generales de tres. Y cuando dice que lo más importante de su vida es la estrecha colaboración con Reagan, está indicando su certidumbre, evidente en el libro, de ser ella la máxima responsable (con cierta ayuda del presidente norteamericano) de la caída del sistema comunista y del fin de la guerra fría. Desde luego, parece indudable que Margaret Thatcher es uno de los lideres políticos más importantes del siglo XX. pero de entre todos los habitantes de la Tierra posiblemente sea ella misma la que menos dudas alberga al respecto.

—Nunca di nada por hecho en mi vida, nunca. Cuando fui elegida líder de los conservadores no di por hecho que volveríamos al poder, y si no hubiéramos ganado las elecciones de 1979 creo que seguramente habría habido otro cambio en el liderazgo del partido y que habrían puesto a otro en mi lugar. Pero en 1979 ganamos. Y para el año 1983 ya habíamos vuelto la economía del reves y habíamos pasado la crisis de las Malvinas. De numera que mostramos firmeza: firmeza en el frente nacional, firmeza en el frente europeo, firmeza en el frente internacional. y por eso volvimos a ganar las elecciones con una enorme mayoría. Los británicos tenían instintivamente la sensación de que esa decadencia en la que estaban viviendo no era propia de ellos. Y yo fui justamente elegida para dar la expresión de ese sentimiento. Enderezar la situación nos costó una etapa primera muy difícil, una época muy dura de unos dos años, durante los cuales creo que yo estaba en lo más bajo en las encuestas de opinión, el peor primer ministro en no se cuánto, etcétera. Pero yo seguí adelante. Sabiendo y creyendo que al final terminaría funcionando.

—Cuenta usted en sus memorias cómo aprendió el funcionamiento del mercado internacional desde muy chiquitita. observando cómo trabajaba su padre en la tienda de ultramarinos que tenían.

—Si. en nuestra tienda teníamos productos de lodo el mundo. Yo veía de dónde venia el té, y el café, y las frutas... Era un sistema de cooperación internacional, si quiere verlo de ese modo: en la otra punta del mundo se ganaban la vida vendiéndote cosas a ti y tú te ganabas la vida vendiéndoles cosas a ellos. Ésta es la mayor. la más persistente, la más efectiva forma de cooperación internacional, y está hecha por gente común y corriente.

—Para usted, el mercado libre es una idea romántica. En el libro incluso habla del “complejo romance de las fuerzas del mercado”.

—El ideal tiene una parte romántica, pero en la práctica has de ser persistente con tus ideas.

—Me parece que los neoliberales radicales, de los que usted es la madre y la impulsora, han sustituido en el mundo la colapsada fe marxista por la fe en el mercado libre. En realidad, la actitud básica de unos y otros es muy parecida, el mismo idealismo extremo, la misma...

—El mercado libre no es un concepto idealista. Es la fórmula más vieja de organización común que conoce la humanidad, la plaza del mercado. No es una teoría económica, es la vida tal cual es.

—Sí. usted puede decir que sus ideas se basan en la antiquísima plaza de mercado, de la misma manera que los marxistas podían decir que su comunismo se basaba en las comunidades primitivas, antes de que existiera la propiedad privada, pero...

—No creo. No creo que tener el control de todos los medios de distribución... ¿De distribución? (consulta rápidamente con la mirada a su ayudante, que está tomando notas a su lado]: si. no creo que tener el control de todos los medios de producción, de distribución y de cambio estuviera en el principio de la... Bueno, me podrías decir que los antiguos romanos, los antiguos reyes hicieron eso. pero en los pueblos siempre hubo plaza de mercado. Y por supuesto también están los tiempos bíblicos, se habla de hacer acopio de la producción en los siete años buenos para los siete años malos, pero no creo que haya habido un completo control de la propiedad salvo en las sociedades esclavistas, eso si. desde luego de ahí es de donde viene tu comunismo.

Lo más importante que he hecho en mi vida es trabajar con el presidente de Estados Unidos. Ronald Reagan y yo hemos estado colaborando muy juntos en la escena internacional”

Margaret Thatcher parece haber perdido un poco el pulso de su respuesta, enredada con sus citas de los romanos y de la Biblia: ya había leído yo en algún lado que su fuerte no era la historia. O quizá es que la sola mención al marxismo. su gran obsesión. le ha desbaratado ligeramente la linea del pensamiento. Una vez nombrada la bicha, sale a la palestra la That- cher ancestral dispuesta a ablandar mi alma con una homilía llena de citas bíblicas. Es una misionera, una guerrera de la fe. A veces, cuando expone el cogollo de sus ideas, su voz adquiere las resonancias líricas de un predicador. Es una buena actriz, pero justamente de la escuela del pulpito: esto es. con el énfasis excesivo de quien tiene que conmover a toda una iglesia y con la necesidad de crecr lo que interpreta. Por lo demás. lo marcial la enardece. Toda una pared de su antesala está llena de recuerdos de la guerra de las Malvinas: fotos de destructores y de aviones, el mapa militar de los campos minados de la zona, dibujos de soldados... En las otras dos paredes, fotos de sus Gobiernos y de las reuniones de la Commonwealth. Ni un solo retrato de las cumbres de la CE.

—Yo más bien estaba hablando de las comunidades primitivas que...

—Ayudarse los unos a los otros es más antiguo que el socialismo. Es bíblico. Es una de las obligaciones de la sociedad en la que vives. Tu primera obligación es cuidar de ti mismo y de tu familia. Bien, tu segunda obligación es cuidar de tu vecino si necesita ayuda. De modo que es bíblico, son las obligaciones de la sociedad libre. Como decía Moisés, tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo. e< una obligación de la sociedad. Una obligación que se extiende a toda la comunidad, porque vives en colectividad, no vives aislado. Y ésa es la mayor manifestación de libertad, que aceptes tus responsabilidades y aceptes algunas obligaciones para con el prójimo lo mismo que el prójimo acepta algunas obligaciones para contigo. Eso es la vida. Mientras que con el comunismo, ¡mira cómo es el credo comunista y lo que luego sucede en la realidad!

—Ya. Mire, yo no soy ni he sido comunista...

—Ah.

—Y no tengo ningún interésen discutir sobre las bondades y las maldades del marxismo. Lo que quería decir es que usted rodea sus ideas con un marco de pasión, emoción, idealismo y fe.

—Si, lo hago.

—Y yo veo en usted el mismo tipo de fe absoluta que tenían los marxistas.

—Esto es más fuerte que el marxismo.

—Y toda fe de ese tipo supone una simplificación de la realidad.

—Si, el marco es siempre más simple que el cuadro. En el cuadro hay más detalles. Pero los principios son simples.

—Pero usted no puede aplicar esos principios para explicar absolutamente todo. Eso es una fe. un dogma, no un análisis racional.

—Esos principios no pueden explicarlo todo, pero explican una aproximación a la vida. Digamos que la sociedad libre reconoce que todas las personas tienen talentos y habilidades. y que tienes derecho a desarrollar esas habilidades en unión a otras personas que a su vez tienen sus talentos y sus habilidades propias. Para todo esto debe existir un marco de ley y de justicia, porque en el mundo también hay mucho mal. y esc mal ha de ser constreñido por el Estado. Y este marco de vida nos ha dado una sociedad mucho mejor que cualquier otra alternativa.

—Mire, hoy que hay tanto cínico en la política. usted destaca por su cualidad de creyente. Eso. el ser tan creyente en su doctrina, es lo que le confiere grandeza, lo que ha hecho que entre usted en la historia. Pero, al mismo tiempo, eso es también lo que la hace temible.

—¿Ah?

—Porque alguien que tiene unas ideas tan firmes, tan poco flexibles... Parecería que usted nunca duda. Y alguien que no duda nunca amedrenta bastante, ¿no cree?

—Lo que sucede es que tus ideas son más fuertes y más firmes precisamente porque las has cuestionado antes, y aun así salen reafirmadas de tu cuestionamiento. Una idea realmente no toma raíces si no la has cuestionado, de manera que la educación, en principio, es preguntar cosas para reafirmar tus creencias. Pero hubo un tiempo en el que la educación simplemente intentaba desprestigiar todo tipo de creencias, y en ese momento los comunistas impusieron su credo en las personas que se habían desnudado de todas las creencias anteriores.

Y el conocido tópico de los comunistas vuelve a colarse en la conversación: su obsesión es tediosa. En persona. Margaret That- cher no habla de la misma manera que en televisión. En sus actos públicos se expresa muy lentamente y con un acento exageradísimo, como una caricatura de la clase alta. Pero en la intimidad de nuestra entrevista habla mocho más deprisa, mucho más natural, sin esc deje forzado y ampuloso. De modo que su voz pública es la voz de la representación, la voz del púlpito.

—Pero esas creencias no deben ser impuestas en los demás, ¿no?

—Uno no impone la libertad. Todos deben tenerla.

—Ya. pero es que todo el mundo habla de libertad. Los soviéticos también hablaban de libertad. por ejemplo, y ya ve con qué resultado.

—Es que violentaban las palabras. También hablaban de democracia, de centralismo democrático. El violentar las palabras era una de sus técnicas.

—No era mi intención volver a hablar de los soviéticos, sino indicar que no todos tenemos la misma idea de lo que es la libertad.

—Creo que hay ciertas ideas que deben ser observadas, y la mejor expresión de libertad, desde luego, está en la Constitución americana.

—¡Muestra usted siempre tal certidumbre en todo! Le diré que en su libro de memorias, y son casi 800 páginas, no he encontrado una sola duda.

—¡Estupendo!

—¿Si? Pues a mi eso me parece... Bueno, me temo que yo soy demasiado dubitativa y queja- más podría ser primera ministra.

—Oh, no, no. A veces la gente me decia: "Yo no podría catar en política porque veo todos los aspectos de una cuestión", y yo les contestaba: “Eso mismo hago yo. mi trabajo consiste en analizar todos los aspectos de una cuestión. La diferencia entre usted y yo es que yo tengo que tomar una decisión cuando he visto lodos los aspectos y usted se esconde y no la toma”.

Hubo un tiempo en el que la educación intentaba desprestigiar todo tipo de creencias, y en ese momento los comunistas impusieron su credo en las personas que se habían desnudado de todas creencias anteriores”

Cuando tuvo que marcharse de su cargo pasó años muy malos. Entonces declaró que a veces no sabia en qué día vivía, cosa que jamás le sucedía en Downing Slreet: “Es que mientras estás en el cargo tienes la vida muy organizada, muy estructurada", explica ahora, “y esa estructura desaparece un día de repente y tienes que construirte un nuevo marco vital”. Ahora Mar- garct Thatcher está contenta, porque el libro ha salido, y es un éxito, y además con el ha abofeteado a sus enemigos, y ella está en todos los periódicos del planeta, y su fundación, la Fundación Thatcher, creada para difundir sus ideas en el mundo, marcha viento en popa. Aqui estamos precisamente, en la fundación, haciendo la entrevista, rodeados por una decena de chicos y chicas devotos a su causa: sus nietos políticos. Y es que la Thatcher de hoy tiene algo pulquérrima abuela. Ha regido los destinos mundiales, ha galvanizado el liberalismo, ha creado un terremoto en el ambiente político de este final de siglo. Pero hoy la encuentro demasiado obsesionada con ideas arcaicas, demasiado inflexible, simple y repetitiva, cabezota como una abuela cabezota. Quizá siempre fue así, pero me parece que antes debió de tener dentro mucha más dinamita. Eso si, continúa manteniendo su orgullo y su desplante. Sigue siendo de hierro, aunque sea abuela.

—Supongo que en el ambiente conservador de su época no estaba muy bien visto que una mujer tuviera un trabajo propio...

—Yo creo que el mundo subestima lo mucho que la mujer ha trabajado siempre y desde siempre. En las granjas, por ejemplo, o atendiendo los negocios familiares. En esas labores, la mujer ha trabajado desde siempre. Lo que empezó a ser distinto, claro, es que saliera a emplearse fuera de casa. Yo nunca hubiera podido hacer mi carrera política, soy absolutamente franca sobre esto, si no hubiera vivido en Londres y mi escaño de diputada no hubiera sido también por Londres. Si hubiera vivido en .Escocia, por ejemplo, no hubiera podido ser miembro del Parlamento, y en vez de empezar mi carrera de diputada cuando mis hijos gemelos cumplieron seis años, como hice, hubiera tenido que esperar a que cumplieran 18 o 20. Hubiera sido demasiado vieja para empezar. De modo que tuve suerte, porque nunca estuve demasiado lejos de mi casa.

—Pero usted no se adecuaba en absoluto a la imagen de mujer del Partido Conservador. El acento de los conservadores siempre se ha puesto en la mujer como ama de casa.

—Ahora no tanto. Es que. además, la revolución tecnológica ha beneficiado más a la mujer que al hombre. Porque el trabajo improbo de las cocinas antiguas, de los suelos de piedra, de las mesas de madera que había que raspar... Hoy tienes lavadoras, y batidoras, y neveras, y aspiradores, de modo que puedes hacer todo en la casa, tenerlo todo limpio y dispuesto y preparado. y a los niños bien atendidos, en un tiempo comparativamente muy pequeño. Asi es que la mujer tiene mucho más tiempo hoy para usarlo constructivamente porque ya no te lleva tanto tiempo limpiar tu casa.

Lo mismo que llegué me fui, con la única salvedad de que nunca me fui derrotada en las urnas. Uno no es imprescindible en política. Ni siquiera lo era Winston Churchill, que fue el más grande de todos”

—¿Y por qué no limpian la casa también los hombres? Con la aspiradora, la lavadora...

—Mire, los hombres no pueden dar a luz.

—Claro que no, pero si pueden cuidar a los niños.

—Sí, claro, claro que pueden ayudar, y muchos de ellos lo hacen, los sábados y los fines de semana.

—¿El ser mujer le ha puesto las cosas más difíciles en su carrera política?

—Yo no diría eso. No diría eso. De hecho, por ser una mujer casada, y dado que mi marido tenía buenos ingresos, nunca tuve que preocuparme del aspecto económico que conllevaba el perder tu escaño. Es decir, si me derrotaban en unas elecciones, mis hijos no sufrirían por ello, de manera que mis decisiones no se vieron influidas por el hecho de que pudieran afectar a la estabilidad de mi familia.

—Pero cuando salió usted del cargo dijo que sus compañeros no le habían perdonado nunca que fuera mujer y perteneciera a la clase media.

—Bueno, sí, si, hubo algo de eso, sí, es cierto, en todas las sociedades hay prejuicios y a veces salen a flote. Pero no olvides que tuve una maravillosa oportunidad en aquellos once años y medio. ¿Quién podría quejarse de eso? Y se ha acabado, aquello terminó. Lo mismo que llegué me fui, con la única salvedad de que nunca fui derrotada en las urnas. Pero nunca intentaré volver. Vendrá nueva gente, y tiene que tener su oportunidad de la misma manera que yo tuve la mía.

—En el libro dice usted de su antiguo ministro Geoffrey Howe: “Pensaba que se habia convertido en una persona imprescindible, una ilusión muy peligrosa para un político". ¿No cree que sus enemigos pueden haber dicho algo semejante sobre usted?

—No, ¿por qué? Yo podría haberme quedado, podría haber optado a la segunda vuelta en las elecciones internas del partido, y simplemente dije: “No, lo dejo...”. Yo nunca he sido derrotada en unas elecciones generales y... No. Uno no es imprescindible en política. Ni siquiera lo era Winston Churchill, que fue el más grande de todos.

—Pero usted tenía miedo de que abandonaran sus ideas. Recuerdo un articulo que publicó en 1992, No deshagáis mi trabajo.

—Simplemente, pensé que tenia que ayudar a que entendieran que esas ideas eran buenas ideas.

Los años en Downing Street'. El PAlS-Aguilar

Los años de Thatcher

  • 1925: nace Margaret Roberts en Grantham, Llncolnshlre.
  • 1946: comienza sus estudios en Oxford.
  • 1959: logra un escaño al Parlamento con los conservadores.
  • 1961: secretaria de Estado para Educación y Ciencia.
  • 1975: líder de los conservadores británicos.
  • 1979: triunfa en las elecciones generales y es elegida nueva primera ministra. Es asesinado por el IRA lord Mountbatten. Primer viaje a Washington.
  • 1980: comienza la guerra Irán- Irak. Ronald Reagan, elegido presidente de Estados Unidos.
  • 1981: Bobby Sands comienza la huelga de hambre del IRA. Se anuncia cierre de minas en el Reino Unido.
  • 1982: Argentina invade las Malvinas. Thatcher responde militarmente a la invasión. Dimite lord Carrington. Helmut Kohl, nuevo canciller alemán.
  • 1983: gana sus segundas elecciones generales. Estados Unidos invade Granada.
  • 1984: comienza la huelga de mineros. Asesinato de Indira Gandhi. Firma el acuerdo de Hong Kong.
  • 1985: habla en el Congreso de EE UU. Los mineros vuelven al trabajo. Asiste al funeral de Chernenko.
  • 1986: dimiten Brittan y Heseltlne. Visita Israel y Camp David después de la cumbre EE UU-URSS.
  • 1987: visita la URSS de Gorbachov. Gana sus terceras elecciones generales.
  • 1988: George Bush sucede a Reagan. Atentado de Lockerble.
  • 1989: Gorbachov visita el Reino Unido. Matanza en Tlananmen. Geoffrey Howe deja Exteriores. Caida del muro de Berlin.
  • 1990: legalización del Congreso Nacional Africano. Irak invade Kuwait. Dimite Geoffrey Howe. Votaciones a la presidencia del Partido Conservador. Margaret Thatcher dimite.

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