Al menos 26 muertos en México en un fin de semana sangriento
Siete hombres, entre ellos tres policías federales son acribillados en Guerrero y otros siete reciben un tiro de gracia en Michoacán
Una nueva jornada de violencia en México se saldó este sábado con al menos 26 personas asesinadas. El suceso más macabro corresponde al de siete hombres, entre ellos un menor de edad, que fueron ejecutados con un tiro de gracia y sus cuerpos fueron colocados de madrugada en sillas de plástico dejadas en mitad de una avenida de la ciudad de Uruapan, en Michoacán. A la vista de todo el mundo.
Los asesinos taparon los cuerpos con cobijas y cartulinas en las que había escritos mensajes para las autoridades. Algunos tenían las notas clavadas con picahielos en el pecho. Las víctimas oscilan ente los 25 y 35 años y se dedicaban a pedir limosna y limpiar los parabrisas de los coches que cruzaban esa misma zona, según recoge la prensa local.
Los chicos, que estaban atados de pies y manos, habían sido ejecutados allí mismo. Los policías recogieron los casquillos que había en los alrededores. Los primeros en toparse con los cadáveres fueron los conductores que a las cuatro de la mañana cruzaban la avenida y echaban mano al celular para llamar horrorizados al teléfono de emergencias. La imagen habla por sí sola.
También de madrugada, en Ciudad Altamirano, en el estado de Guerrero, una de las zonas más pobres y violentas del país junto a a la Comarca Lagunera, siete hombres, entre ellos tres policías federales, fueron acribillados en Las Vegas, un bar de la zona, según precisó la procuraduría local, ya que en un primer momento se pensaba que todos eran agentes. No hace ni una semana que unos sicarios entraron a sangre y fuego en Las Nenas, un antro de Acapulco y asesinaron a diez clientes.
Esta vez los asaltantes entraron al local y sin mediar palabra abrieron fuego contra los agentes, que pese a que iban armados no les dio tiempo a desenfundar. El comando lanzó varias ráfagas de balas con armas de asalto y se fue a toda prisa a bordo de varias camionetas. Un par de horas más tarde, las autoridades encontraron en una carretera del estado de Jalisco 23 bolsas con restos humanos. En Veracruz la Policía Federal abatió a cinco supuestos criminales en un tiroteo. Policías y soldados acabaron con otros tres supuestos delincuentes en Ciudad Victoria (Tamaulipas), y en Coahuila el Ejército mató a otros tres. No hay fin.
La guerra contra el crimen organizado que emprendió el anterior gobierno de Felipe Calderón hace seis años dejó más de 70.000 muertos. Los tres primeros meses como presidente de Enrique Peña Nieto se llenaron igualmente de plomo: más de 3.100 muertos.
Acabar con oleadas de violencia como la de este fin de semana es el principal objetivo de Peña Nieto, que sabe que la seguridad es una de las principales preocupaciones de los mexicanos. El presidente promulgó nada más llegar una ley de víctimas, los grandes olvidados en todo este asunto, y regionalizó la lucha contra el crimen organizado para acabar con el disparatado índice de asesinatos, secuestros y extorsiones que azota al país.
Al conocer el asesinato de los limpiaparabrisas, el secretario de Gobierno del Estado de Michoacán, Jesús Reyna, pidió a la prensa no magnificar el caso. "Son hechos violentos, aislados, perpetrados por el narcotráfico", dijo. Para Reyna, a día de hoy, "es imposible brindar seguridad a todos y cada uno de los ciudadanos" pero aseguró que la seguridad de los turistas que visiten el Estado está garantizada.
A continuación, insistió en que es necesario "contextualizar" el asunto para no crear alarma social. Este tipo de declaraciones son comunes entre los dirigentes y transmiten un mensaje que en México muchos consideran perverso: se criminaliza a la víctima porque se le presupone vinculada de alguna manera a su verdugo.
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