“El verdadero poder es el servicio”
Francisco lanza un mensaje de humildad a los jefes de Estado y de Gobierno en Roma El Papa tendrá que elegir un buen equipo y arreglar la Iglesia por dentro
No se trata de aguar la fiesta, pero ahora, justo ahora, empieza lo más difícil. Los más de 6.000 periodistas que han visitado Roma para contar la sorprendente renuncia de Benedicto XVI y la elección, por primera vez en la historia, de un papa llegado del fin del mundo empiezan a recoger sus bártulos. El argentino Jorge Mario Bergoglio, en adelante papa Francisco, ya ha marcado su hoja de ruta —“una Iglesia pobre y para los pobres”— y dejado su impronta personal: un cura afable, con la suela de los zapatos gastada, una anécdota en la recámara y las ideas claras. Ya ha pagado la cuenta del hotel, telefoneado a su quiosquero de Buenos Aires para que deje de mandarle el diario y avisado en el Vaticano de que se acabó el tiempo de los papas blindados al vacío, que prefiere cruzar la plaza de San Pedro a cuerpo gentil, que para eso es primavera y la gente, a falta de pan, necesita cariño. Pero ahora, cuando los camarógrafos terminen de recoger sus focos y se vayan a otra guerra, Francisco tendrá que elegir a un buen equipo y ponerse a arreglar la Iglesia por dentro. Que a los fieles ya se los ha metido en el bolsillo, pero nadie duda de que la curia vaticana es mucho más dura de pelar.
Por el momento, este martes, en la misa de inicio de pontificado, Jorge Mario Bergoglio ha vuelto a pisar fuerte. Ante los poderosos de la tierra reunidos en la plaza de San Pedro, Francisco ha inaugurado su pontificado advirtiendo: “No olvidemos nunca que el verdadero poder es el servicio”. Jorge Mario Bergoglio ha dicho que quiere ser un obispo de Roma que cuide “de los más pobres, de los más débiles, de los más pequeños, de quien tiene hambre, sed, es extranjero, está enfermo o en la cárcel”. En una homilía pronunciada en su italiano con dejes porteños, el papa argentino ha invitado a todos —a los católicos y a los que no lo son— a cuidar de los demás: “No debemos tener miedo de la bondad ni de la ternura. El odio, la envidia y la soberbia ensucian la vida”.
De nuevo, su aparición en público ha estado cargada de gestos. Antes de orar ante la tumba de Pedro —acompañado por los patriarcas y arzobispos mayores de las iglesias católicas de rito oriental— y de recibir el anillo del Pescador y el palio —símbolos de su poder—, Francisco ha recorrido durante más de 20 minutos y a bordo de un jeep descubierto la plaza de San Pedro abarrotada de fieles. Después, se las ha ingeniado para hacer coincidir las lecturas del día —onomástica de San José— con su objetivo de girar la atención de la Iglesia hacia los más necesitados: “Ciertamente, Jesucristo ha dado un poder a Pedro. Pero, ¿de qué poder se trata? Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe de San José. Y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el pueblo de Dios y acoger con ternura y afecto a toda la humanidad”.
Para las más de 130 delegaciones internacionales que han acudido al inicio del pontificado —entre las que se encontraban numerosos jefes de Estado y presidentes de Gobierno, incluidos Felipe de Borbón y Mariano Rajoy—, el papa Francisco también tenía un mensaje: “Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito político, económico y social: seamos custodios de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro”. Y ha añadido: “Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia, ensucian la vida. Custodiar es también vigilar nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas, las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura…”.
Al inicio de su homilía, el papa Francisco ha tenido una mención especial para las otras confesiones. La misa de inicio de pontificado incluyó pasajes en árabe, swahili, chino, ruso y francés. Como ya es habitual, ha terminado la ceremonia con una petición que ya es una jaculatoria: “Recen por mí”.
El próximo sábado, Jorge Mario Bergoglio viajará a Castel Gandolfo para reunirse con Joseph Ratzinger, a quien hoy ha felicitado telefónicamente por su santo. Antes, leerá el informe confidencial sobre el caso Vatileaks que tres cardenales octogenarios elaboraron por encargo de Benedicto XVI y al que solo ellos dos, el nuevo Papa y el emérito, tienen acceso. Una vez leído el informe, ese viaje al infierno de las luchas por el poder y el dinero en el seno de la Iglesia, el papa Francisco —que ha confirmado provisionalmente en sus puestos a todos los colaboradores de Benedicto XVI— tendrá que decidir quién es digno de seguir a su lado y quién deberá hacer las maletas y marcharse.
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