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Columna
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La Cumbre de Santiago

La UE, segundo socio comercial de América Latina, puede verse desplazado por China

La VII Cumbre entre América Latina y el Caribe (CELAC) y la UE, celebrada en Santiago de Chile el fin de semana, ha sido mucho más interesante por el postureo de actores y frecuentes sobrentendidos que por gran parte de lo dicho para consumo público.

La opinión experta se ha mostrado generalmente escéptica sobre los resultados de esa diplomacia practicada en confusión de actores, ni siquiera bien avenidos entre sí. Las cumbres comenzaron en 1999 y la anterior en Madrid, en 2010, fue sumamente expresiva en ese sentido. Solo en 2012 se firmaban los acuerdos anunciados en la capital española, primero entre Europa y Centroamérica, y, bilateralmente, con Perú y Colombia. Y Santiago no ha sido este año la excepción. Las dos —o más— Latinoaméricas se han hecho notar. Chávez, o su superyó, consiguieron que en el comunicado final se aguara un tanto la garantía a la seguridad jurídica de los inversionistas, y la presidenta Fernández alzaba el muro del proteccionismo, mientras Chile, México y Brasil defendían el libre comercio.

Una Europa empobrecida se replegaba del Estado Providencia, dividida entre la necesidad de estimular la economía con el gasto público o de reducir este último a su mínima expresión para lograr lo que tanto preocupaba a Oliveira Salazar: que las cuentas cuadraran, aunque Portugal pidiera limosna, mientras que los más aventajados entre los países latinoamericanos avanzaban hacia la sociedad del bienestar. Y el Gobierno del presidente Piñera ha sido por todo ello no solo gran anfitrión o maestro de ceremonias, sino profesor prudente pero ufano de sí mismo que daba lecciones de manejo fiscal, mientras los medios chilenos resaltaban el 26% de desempleo español, que comparaban, con un relente de schadenfreude, con un estupendo 6% local.

Pero aunque el éxito del desarrollo chileno es indiscutible, Alicia Bárcenas, secretaria general de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), daba a conocer unos días antes datos que recentraban la cuestión. A fin de 2012 había en el mundo latino-caribeño de unos 575 millones de habitantes, 167 millones de pobres (28,8%); solo un millón menos que en 2011; y 66 millones se hallaban en situación de extrema pobreza, la misma cifra del año anterior. No niega ello, sin embargo, que la mirada macro sea alentadora. Son los mejores números desde hace tres décadas, y el Banco Mundial contabiliza que entre 2000 y 2010 la clase media ha aumentado efectivos en un 50%, desde unos 100 millones a casi 160, con Brasil y México destacados en ese capítulo. Hay tantos pobres como beneficiarios de la mesocracia, casi un 30% del total. La CEPAL computa, bien es verdad, como clase media aquellos hogares donde los que trabajan tienen ingresos de entre 10 y 50 dólares diarios (7,50 y 38 euros), cantidades de las que la primera difícilmente da para ser clasemediero, por ejemplo, en Cartagena de Indias. Y que la mujer y el ciudadano de algún color aparezcan especialmente entre los desfavorecidos con ingresos de entre 4 y 10 dólares (3 y 7,50 euros), que clasifican en el renglón de pobre, es algo que la macrovisión económica no siempre subraya.

A Mariano Rajoy le asisten poderosas razones para solicitar inversiones latinoamericanas de vuelta, a la vez que el ingreso en la Alianza del Pacífico, donde España es ya país observador, pero los intereses españoles y europeos en Iberoamérica no dejan por ello de ser considerables. La inversión acumulada ronda los 500.000 millones de euros, de los que 130.000 corresponden a 2012, y sitúa a la UE en primer lugar de esa categoría, así como en segunda posición, tras Estados Unidos, en cuanto a socio comercial. Pero que Europa tendrá que aclararse sobre su futuro lo siguen indicando las cifras. En 2000, China registraba un intercambio en doble sentido con América Latina de 12.000 millones de euros, que en 2011 eran ya 140.000 millones, con un crecimiento anual promediado del 28%. Y es esa Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile) la que trata de organizar una vía en dos direcciones para las inversiones productivas de y para China, sobre la que se calcula que podría desplazar durante esta década a la UE de su segunda plaza.

La dirigente de la CEPAL recita un catecismo de moderación y realismo cuando dice que es preciso construir entre la CELAC y la UE “una relación simétrica, equilibrada y equitativa”; para que cuando menos en ese viaje desde y hacia la sociedad del bienestar sea América Latina la que alcance a Europa y no al contrario.

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