El invierno y la falta de munición congelan los frentes de la batalla de Alepo
"No tenemos munición para ofensivas y ellos nos bombardean esporádicamente", cuenta un rebelde
Los edificios lloran cascotes y derraman cristales sobre un suelo que ya no puede seguir tragando más escombros y más devastación, el panorama en Karmal Jabl, un barrio de Alepo, la capital económica de Siria, es desolador. Grises y negros tiñen el cielo y las paredes de grandes edificios cincelados de agujeros por la metralla. Es, posiblemente, uno de los barrios más castigados por la artillería del régimen sirio en la ciudad de Alepo. “Aquí han usado desde aviación hasta artillería pesada pasando por morteros, helicópteros y barriles de TNT”, comenta Abdalá, un activista sirio. El silencio es cercenado por el sonido del agua manando de las cañerías agujereadas por la metralla de los obuses.
“Algunos vecinos han regresado a sus casas, pero muy pocos. El barrio está completamente vacío; es lo más parecido a una ciudad fantasma”, afirma Abu Hasan, un joven miliciano que acompaña al periodista por varias de las calles de este distrito. “Hace semanas que los frentes están estáticos, no tenemos munición para lanzar ofensivas y ellos se dedican a bombardear esporádicamente nuestras posiciones. Pero en los últimos días apenas hemos intercambiado disparos. El invierno ha congelado la guerra…”, sentencia deteniéndose delante de un autobús rojo, y cuyas ventanas están hechas añicos, colocado en medio de una calle.
A 500 metros, en el barrio de Al Arqoob, la situación es incluso peor. Esqueletos de metal y piedra abiertos en canal y desparramados por la avenida. El Ejército Libre Sirio (ELS) ha dispuesto varios camiones de basura como improvisadas barricadas, además de un inmenso telar -lleno de pequeños agujeros de bala- de lado a lado de la calle para dificultar la visión de los francotiradores que el régimen tiene apostados en varios edificios de este distrito. Las balas chocan contra una pared cercana.. “Desde hace semanas no nos hemos movido del sitio, ni siquiera hemos disparado. Ellos disparan de vez en cuando, pero creo que lo hacen porque se aburren y porque quieren recordarnos que siguen estando allí”, comenta Ahmad, el más veterano de un grupo de soldados rebeldes que se calientan las manos callosas con una estufa que escupe amenazadoras llamas.
El pavimento de la principal calle de Asisa está embarrado por las últimas lluvias. Inmensos charcos han brotado gracias a los agujeros de los morteros. “Llevamos cinco meses en este lugar, es una posición estratégica porque desde aquí se tiene una visión perfecta de la carretera que une el aeropuerto con la ciudad. Es la única vía que tiene el régimen para mover suministros, munición y tropas a las zonas bajo su control”, afirma Abu Rasman, líder de la brigada Even Al-Hamua. “Si cortamos la carretera habremos condenado al régimen; pero es muy complicado porque han dispuesto tres puntos de control en la carretera con más de 500 soldados y media docena de carros blindados”, explica. El aeropuerto de Alepo se ha convertido en el termómetro que mide la batalla por la ciudad; el ganador dará un paso importante por la victoria final.
De vuelta al corazón de la ciudad, en el distrito de Amariya los rebeldes han conseguido avanzar posiciones. Aunque el estado del barrio es apocalíptico. Si quedan más de una docena de casas en pie, es un milagro. Edificios completamente hundidos y esparcidos por las aceras. Barricadas y sacos terreros por doquier son testigos mudos de uno de los frentes más beligerantes en esta guerra. “Hemos conseguido desplazar el frente varias manzanas en los dos últimos meses”, comenta Abu Mustafá señalando con el dedo en dirección oeste. El precio por avanzar varios cientos de metros ha sido la práctica devastación de todo el barrio y docenas de milicianos muertos. “Un precio irrisorio si tenemos en cuenta que hemos conseguido expulsar a los soldados del régimen del barrio y minado la moral porque sin apenas armas les hemos vencido”, finaliza.
Si Amariya es la cara, Saif Al Dawla es la cruz de esta batalla para la insurgencia. Aquí los rebeldes han perdido terreno respecto a los meses de septiembre y octubre. “Por la noche los combates son muy intensos y el ejército bombardea sobre nuestra retaguardia; nosotros también usamos morteros como respuesta; pero la situación empeora cada día”, sentencia un rebelde. “En algunas zonas hemos conseguido expulsar a varios francotiradores, pero se han hecho fuertes en otras calles”, comenta mientras prosigue su camino hacia primera línea.
Por la noche, las estelas de los cohetes surcan el cielo y las explosiones se escuchan nítidamente en el barrio. Una docena de obuses rompen la paz de de los vecinos que han regresado a este barrio. Los rebeldes responden a los ataques con fuego de ametralladoras y armas ligeras. Por la noche, los combates se avivan.
Enfilar las calles que conducen hasta Salahadin -uno de los primeros barrios de Alepo donde estallaron los combates- es adentrarse en una ciudad llena de vida; pero poco a poco la vida va dejando paso a la oscuridad que proporcionan los edificios. El día pinta gris y solo unos tímidos rayos de sol caen sobre los escombros que tapizan la calle. “Hace como un mes que no avanzamos; porque hacia el norte viven cientos de civiles y el régimen los usa como escudos, si atacamos posiblemente matemos a muchos de ellos; por lo que hemos decidido ir hacia el oeste para rodearlos por detrás”, afirma el joven Samir Qutaini, de 17 años.
En Izaa, hay un empate técnico entre los soldados del régimen y los rebeldes. “Desde este edificio controlamos sus posiciones para pasar la información a nuestros soldados; tratamos de localizar a los francotiradores para limpiar la zona y avanzar posiciones”, comenta Abu Yaser. “El objetivo es tratar de tomar el city center [centro de la ciudad] porque el régimen perdería Alepo; hemos intentado alguna incursión más allá de las vías del ferrocarril pero los francotiradores del régimen paran cualquier acometida, por eso hemos decidido limpiar las zonas de tiradores y después tomar el centro de la ciudad al asalto”, sentencia.
En la Ciudad Vieja, la guerra está saciada de devorar tantos edificios. Camino de la primera línea de combate los sonidos de los disparos se oyen más nítidamente. Las calles están desiertas y el suelo tapizado de basura y de esporádicos casquillos de bala. “No podemos malgastar munición. Por eso el frente está estático. Hace más de dos semanas que no hemos conseguido avanzar ni un solo palmo de terreno y ellos no están dispuestos a abandonar sus posiciones para atacarnos”, comenta Abu Ferás.
“El Ejército no quiere usar la infantería contra nosotros porque saben que el 80% de los soldados desertarían y se unirían al Ejército Libre Sirio, por eso la única opción que les queda es bombardearnos de día y de noche”, sentencia. El bombardeo se hace cada vez más persistente sobre posiciones rebeldes. “Todos los días nos disparan entre 20 y 30 veces con morteros, artillería pesada… con todo lo que tienen. Es su último cartucho para tratar de ganarnos. Es solo cuestión de tiempo que tomemos la ciudadela y nos hagamos con la artillería que tienen allí dentro”, comenta Mohammad Said, comandante de la brigada Shuhada Tadef. La guerra se cocina a fuego lento.
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