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La crisis siria se instala en Líbano

Al menos 15 personas han muerto en Trípoli en seis días de enfrentamientos

Soldados libaneses patrullan por las calles en Trípoli.
Soldados libaneses patrullan por las calles en Trípoli.ADEL KARROUM (EFE)

Líbano ha vivido esta semana su peor estallido de violencia en lo que va de año. Al menos 15 personas han muerto y más de un centenar han resultado heridas en seis días de enfrentamientos entre leales y opositores al régimen sirio de Bachar el Asad en Trípoli, la segunda ciudad del país.

El contagio de la crisis en el país vecino parece imparable, especialmente en el norte, donde tanto el Ejército como el Ejecutivo se han mostrado incapaces de frenar una espiral de tensión sectaria que traspasa las habituales fronteras entre los barrios de Bab el Tabaneh (suní) y Yabal Mohsen (alawí, la secta de El Asad). Varias bombas y morteros lanzados durante la noche han mantenido en vela a los vecinos de las zonas cincundantes de Zaharia, Mena o Abi Samra, cercanas al centro de la ciudad.

La última batalla entre ambos vecindarios, enfrentados desde hace lustros [], se inició la madrugada del martes, tras difundirse las imágenes de los cuerpos mutilados de varios combatientes libaneses abatidos en Siria. Al menos una docena de hombres, la mayoría salafistas, murieron el pasado fin de semana en una emboscada del Ejército sirio en Tal Kabaj.

Tres de los cuerpos han llegado esta mañana a Líbano a través del paso fronterizo de Arida, en la frontera norte. Las circunstancias de la repatriación han avivado el fuego desde primera hora de la mañana. Al menos uno de los cadáveres entregados a una de las familias ha sido gravemente confundido, lo que ha provocado la protesta de los parientes ante la falta de sensibilidad por parte de las autoridades sirias y libanesas.

El pasado viernes, la persistencia del conflicto consiguió alertar a las autoridades. Tras una reunión de urgencia, el Gobierno prosirio presidido por el suní Nayib Mikati consiguió arrancar una débil tregua, rota poco después por el sonido de varias explosiones en ambos barrios. Ni siquiera las esporádicas irrupciones del Ejército han aplacado los ánimos de los combatientes. “Yo me fui de aquí”, comenta Mohammad Nablisi, “la gente está cogiendo sus cosas y se está yendo”.

Nablisi, que aparenta más de sus 55 años, aguarda enchaquetado en una de las callejuelas paralelas al río que separa al paupérrimo Bab el Tabaneh, del centro de Trípoli. Al fondo, señala la colina donde se alza Yabal Mohsen. Hasta su casa llegan los disparos de los rifles apostados en cualquier ventana.

Los últimos seis días han hecho saltar todas las alarmas y han puesto de manifiesto la incapacidad del Ejército para imponer el orden mientras se incrementa el temor a que la situación se enquiste en una zona tomada por las banderas del Ejército Libre Sirio. El conflicto en el país vecino, enquistado desde hace 20 meses, ha recrudecido una guerra abierta que ya se ha cobrado casi medio centenar de vidas en lo que va de año, mientras los elementos radicales se hacen fuertes en la zona.

“Cuando llegué aquí”, explica un joven refugiado de Homs, “fui a Bab el Tabaneh a pedir un arma para luchar contra los seguidores de El Asad y me dijeron que no, que era su guerra, ¿y luego dicen que luchan por Siria?”. Las fuerzas de Bab el Tabaneh se están reorganizando en torno a elementos yihadistas inspirados en Al Qaeda y refugiados en el barrio tras el desmantelamiento, en 2007, del grupo Fatah al Islam.

Los tiroteos mantienen en vilo a toda la ciudad, especialmente en los alrededores del zoco antiguo. La calle Istiqlal, donde destaca la reconstruida arquitectura otomana, permanece desde entonces cerrada a cal y canto. “El problema son los francotiradores”, explica el dependiente de una de las tiendas, escondido tras la puerta metálica del local. Pese a que algunas tiendas comenzaron a funcionar a lo largo del día, los colegios e institutos de la ciudad han permanecido cerrados desde el martes.

La enésima crisis que golpea Trípoli ha supuesto un definitivo revés a la política de “disociación” del Gobierno libanés para evitar el contagio sirio. Tras fracasar las leves llamadas a la calma por parte de representantes de todos los grupos políticos, el Ejecutivo ha esperado hasta el final de la semana para iniciar una ronda de contactos que permitiese “alcanzar un alto al fuego y la retirada de los hombres armados de las calles”, según afirmaba el ministro de Interior, Marwan Charbel, antes de viajar a Trípoli. Tanto el primer ministro como el presidente, el maronita Michel Suleiman, han suspendido sus viajes en el extranjero para tratar de poner fin a los enfrentamientos. No ha habido ningún avance.

La oposición ha aprovechado el golpe para cargar de nuevo contra la inactividad del Ejecutivo prosirio, después de que la coalición que lidera el ex primer ministro Saad Hariri pidiese la dimisión de Mikati tras el asesinato el pasado octubre del jefe de inteligencia de la policía libanesa, Wissan el Hasan. Las llamadas a una “jornada de la ira” desataron una jornada de enfrentamientos en la capital después de que decenas de manifestantes intentasen asaltar el Palacio Presidencial.

Este mismo viernes, un diputado del Movimiento del Futuro, el partido de Hariri, ha denunciado un intento de atentado contra él después de que las fuerzas de seguridad hallasen un paquete bomba escondido en los bajos de un coche en el barrio beirutí de Tariq el Yedid. En declaraciones en televisión, el diputado del Movimiento del Futuro por Trípoli, Moeen al Merhebi ha cargado contra el jefe de las Fuerzas Armadas y ha acusado a Damasco de desestabilizar el país. “Los gángsters de Assad están paralizando el norte desde Akkar a Trípoli y están alcanzando a gente inocente”, ha dicho.

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