El Partido Republicano avanza en su viaje al centro
Veteranos legisladores republicanos comienzan a suavizar su oposición a las propuestas económicas de Obama
La noticia política de la semana en Washington ha sido, este jueves, el anuncio del senador Jim DeMint, la voz más autorizada del Tea Party en el Capitolio, de que dejará su escaño en enero, cuatro años antes de que expire su mandato, para presidir la Heritage Foundation, un think-tank ultraconservador de gran influencia. “Abandono el Senado, pero no mi lucha”, declaró al comunicar su decisión.
No es frecuente que un senador deje voluntariamente su cargo. El Senado está considerada la institución pública de mayor relevancia del país, después de la presidencia, y sus miembros suelen prolongar su estancia en ella durante décadas, prácticamente hasta que la edad o los electores les obligan a abandonarla.
Muchas pueden ser las razones que se ocultan tras el sorprendente paso dado por DeMint. Una de ellas, un intento de conseguir en Heritage una plataforma propia sobre la que construir una imagen nacional, algo que no es tan fácil desde una posición de segunda fila en el Senado. Otra, algo más mundana pero no desestimable, la posibilidad de ganar en un año más dinero de lo que puede ganar en sus seis años como senador.
Pero es imposible separar la renuncia de DeMint del momento preciso en el que se produce, exactamente un mes después de la derrota del Partido Republicano en las elecciones presidenciales, y de las circunstancias en que se llegó a ese resultado, con un claro mensaje contra las ideas más conservadoras, particularmente representadas por el Tea Party. DeMint es de Carolina del Sur, un estado en el que encuestas recientes mostraban que solo un poco más del 10% de los votantes se identifican con las posiciones de ese grupo radical.
DeMint era una pesadilla para el Gobierno de Barack Obama
La salida de DeMint es, por tanto, la prueba de que el Tea Party está en retirada y, al mismo tiempo, una oportunidad para que el Partido Republicano acelere su desplazamiento hacia el centro, un proceso que empieza a hacerse evidente en otros episodios ocurridos a lo largo del último mes.
DeMint era una pesadilla para el Gobierno de Barack Obama, al que bloqueó nombramientos significativos y persiguió con toda clase de demagogias sobre sus supuestas tendencias socializantes o similitudes con Irán. Pero también era un obstáculo para el Partido Republicano, al que comprometió con posiciones como las de que los homosexuales no pudieran dar clases en los colegios o que el estado del bienestar era un transgresión de los designios de Dios. DeMint era también uno de los más acérrimos enemigos de la reforma para legalizar a los inmigrantes indocumentados.
Sin DeMint en los pasillos del Capitolio, el entorno se hace más amable y los republicanos ganan libertad para recuperar su conexión con las mayorías nacionales. Ese es un movimiento que el propio DeMint no hubiera podido evitar, y de ahí, probablemente, su decisión de buscar un mejor acomodo.
Desde el 6 de noviembre no son mensajes como los de DeMint los que se abren paso en el Partido Republicano. Hoy las figuras en alza son gente como Jeb Bush o Marco Rubio, precisamente dos que tienen posibilidades de recortar el abismo que separa a los conservadores del voto latino. Los dos hablan español y tienen sangre o familiares de origen hispano. Los dos son también centristas que intentan recuperar valores del conservadurismo compasivo, ese que incluye las ayudas a la educación o la atención a los menos favorecidos dentro de su proyecto social. Incluso George Bush, liberado ya de Dick Cheney y de los neocon que lo condujeron a la guerra de Irak, ha reaparecido esta semana para defender la reforma migratoria.
No es casual que, coincidiendo con la retirada de DeMint, el otro senador republicano de Carolina del Sur, Lindsey Graham, haya anunciado la ruptura del compromiso con Grover Norquist –un fanático de gran peso en el movimiento conservador- para no aceptar jamás y bajo ninguna circunstancia una subida de impuestos. Otros colegas le han seguido, entre ellos John McCain.
Ese tránsito al centro no va a ser fácil. La decisión de John Boehner, el presidente de la Cámara de Representantes, de aceptar un incremento de 800 millones de dólares por la vía de impuestos para evitar el “abismo fiscal” ha encontrado fuerte resistencias entre algunos de sus compañeros. Los republicanos tienen menos de dos años para su transformación si quieren evitar profundizar su crisis actual en las elecciones legislativas de 2014.
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