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TORMENTA PERFECTA

Nudos viejos

En Oriente Próximo hay tres nudos. El mayor es el que ata a israelíes y palestinos; el segundo el sectarismo de chiitas y suníes; el tercero está en Egipto

Lluís Bassets

 El nudo ha ido creciendo con los años. Es lógico el pesimismo, porque cada vez que alguien ha intenta desanudarlo lo único que ha conseguido es embrollarlo más todavía. Si observamos con atención veremos que no es un nudo, sino tres. Cuando uno se afloja los otros quedan más firmes.

Así es Oriente Próximo. El mayor nudo aparentemente es el que ata a israelíes y palestinos en una confrontación casi siempre violenta desde hace unas siete décadas. Aunque los israelíes apelen a una historia de tres milenios, es el nudo más joven, hijo directo del siglo XX. Conocemos la fórmula para desanudarlo y es la que aprobó la Asamblea General de Naciones Unidas hace 65 años adjudicando una parte del territorio entre el Jordán y el Mediterráneo a los judíos y la otra a los palestinos, es decir, los dos Estados en paz y seguridad conviviendo uno al lado del otro. Entonces no la admitían las autoridades árabes y ahora no la quieren las autoridades israelíes.

El segundo nudo es el que opone desde hace siglos al sectarismo chiita con el sectarismo sunita, transformado ahora en una guerra civil siria entre el régimen apoyado por Irán y una oposición armada que recibe el auxilio de las monarquías petroleras de la península arábiga y de Turquía. Más amplias son las ataduras que lo vinculan, por un lado con un frente de países árabes y occidentales, con Washington a la cabeza, y por la otra con Rusia y China, potencias proclives a tomar ventaja de cualquier desventaja de Estados Unidos. Este nudo huele a guerra fría del siglo XXI.

Cada uno de los tres nudos está compuesto por otros muchos más pequeños

El tercer nudo está en Egipto y es el más antiguo, y de ahí que sea crucial para desanudar a los otros dos. En él están atados y enfrentados desde épocas milenarias el poder faraónico y la voluntad democrática del pueblo. Con la primavera árabe creímos que empezaba a desanudarse. La llegada del islamista Mohamed Morsi gracias a las urnas hizo creer que el nuevo rais intentaría deshacer también el nudo de Siria y luego el de Palestina. Mandó una severa advertencia al régimen de El Assad, demostró después su capacidad de mediación entre Gaza e Israel con la tregua que obtuvo tras la guerra de los misiles. Aunque promete desanudar los tres, cada gesto suyo aprieta más el nudo egipcio, pues se acompaña de una mayor concentración de poder en sus manos, primero en detrimento del ejército y del parlamento y luego de la judicatura.

Cada uno de los tres nudos está compuesto de otra infinidad más de nudos más pequeños. Deshacemos uno con la tregua en Gaza, otro con el reconocimiento internacional de Palestina y otro más con la acotación del poder presidencial en Egipto después de haberlo ampliado, pero luego la inscripción de la sharia en la Constitución egipcia anuda de nuevo el poder del pueblo al de los Hermanos Musulmanes. Cuanto más viejo el nudo, más difícil de desanudar.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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