Los partidos laicos egipcios desafían el decreto de Morsi en la plaza de Tahrir
Un hombre de 52 años ha muerto en las protestas, asfixiado por los gases lacrimógenos. Con su fallecimiento, suman dos las víctimas desde que Morsi anunció sus nuevos poderes
Si el presidente egipcio, Mohamed Morsi, pretendía poner fin con un suave viraje a la crisis provocada por su “decretazo”, Tahrir le demostró el martes que estaba equivocado. Docenas de miles de personas se manifestaron en la icónica plaza, así como en los centros de otras ciudades contra la pretensión del raïs islamista de asumir poderes casi absolutos a través de una controvertida declaración constitucional unilateral. Su demanda es clara: la retirada inmediata del decreto, y la renegociación de las próximas estaciones del proceso de transición, y en especial la redacción de la nueva Constitución.
Cuando a media tarde llegaron las marchas provenientes de los barrios de Shubra y Mohandissin, Tahrir ya estaba lleno a rebosar. La jornada fue toda una demostración de fuerza de la oposición, ya que, desde la revolución que derrocó a Mubarak, nunca se había llenado la céntrica plaza sin el concurso de los Hermanos Musulmanes, el partido de Morsi. “Prohibida la entrada de los Hermanos”, rezaba una pancarta colocada en la entrada de la plaza el día que hubo la mayor expresión de rechazo al gobierno de Morsi, que asumió el poder el pasado 30 de junio.
“El presidente tiene que retirar su declaración constitucional. No nos vamos a conformar con menos. No podemos aceptar que los Hermanos Musulmanes acaparen todo el poder”, afirmaba Mutafá un joven estudiante de Informática, mientras la plaza le dedicaba a Morsi el mismo grito que le lanzó a Mubarak: “Irjal!”(¡Vete!). Ocupada por decenas de tiendas de campaña, y cortada al tráfico de forma permanente, Tahrir ha recuperado la liturgia revolucionaria.
La masa de manifestantes era más plural que en otras ocasiones. Predominaban los chicos jóvenes, pero también había muchas mujeres, con y sin hiyab, así como personas de mediana edad. En cambio, no se podía encontrar ni a un solo islamista, una prueba más que el “decretazo” de Morsi ha profundizado la polarización ideológica en el país árabe.
Las movilizaciones llegan un día después de que el presidente Morsi se reuniera con los líderes del Consejo Judicial Supremo, máximo órgano de gobierno de la judicatura. Además de los partidos y movimientos de la oposición laica, los jueces son el estamento social que ha expresado de forma más contundente su rechazo al “decretazo” que situaría al raïs por encima la ley, impidiendo la revocación de cualquiera de sus actos por el poder judicial.
Tras la reunión, el portavoz presidencial, Yaser Alí, anunció una pequeña concesión para desactivar la crisis al reinterpretar el “decretazo” limitándolo a los “asuntos de soberanía nacional”. Aunque no hubo una reacción oficial del Consejo Judicial Supremo, uno de sus miembros declaró al Masry al-ium que la concesión de Morsi era insuficiente para poner fin a la crisis. El Club de los Jueces, la asociación de la judicatura más hostil al decreto, ha emitido un comunicado insiste en la retirada completa del texto, y asegura que un 99% de las tribunales y fiscales han secundado su llamada a la huelga.
En previsión de posibles altercados, las escuelas y algunas empresas privadas cerraron sus puertas por precaución. Sin embargo, la jornada transcurrió sin escenas graves de violencia, más allá de algunas refriegas entre policía y adolescentes en los aledaños de Tahrir. Como resultado de estos enfrentamientos, ha muerto un hombre de 52 años después de inhalar gases lacrimógenos con lo que sube a cuatro las víctimas desde que comenzó esta última ola de protestas. Los Hermanos Musulmanes, el partido del raïs, habían aplazado a última hora las manifestaciones de apoyo a Morsi previstas para el martes para evitar el derramamiento de sangre.
Desde su cuenta de Twitter, la Hermandad lanzó mensajes desafiantes hacia los manifestantes, lo que augura un enroque de los islamistas. Los islamistas, que cuentan con el apoyo de las corrientes salafistas, ya preparan su propia demostración de fuerza. El conflicto va para largo.
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