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OBITUARIO

Bal Thackeray, el padrino ultra de Bombay

Líder extremista hindú, fundó el Shiv Sena y atizó la lucha contra los musulmanes en la capital financiera india

María Antonia Sánchez-Vallejo
El líder extremista Bal Thackeray saluda a sus seguidores en 2011.
El líder extremista Bal Thackeray saluda a sus seguidores en 2011.AP

El indio Bal Thackeray (Bombay, 1926-2012) tenía nombre de autor de novela victoriana y una estampa flower power: túnicas azafrán, sartas de caléndulas al cuello, gafas de visión panorámica, melenas. Pero detrás de su apariencia pinturera, el líder del movimiento extremista hindú Shiv Sena encerraba un caudal de odio que, desatado, se cobró cientos de vidas en Bombay en 1992: azuzó a sus huestes contra los musulmanes de la ciudad, con el resultado de 900 muertos (casi 600, de esa confesión) y miles de desplazados. Por él, la capital financiera de India fue renombrada Mumbai, libre de resabios coloniales. El sábado murió en ella de un ataque al corazón y el domingo fue cremado con honores de sándalo.

Admirador tácito de Hitler, Thackeray era caricaturista en un diario local cuando, en 1966, fundó el Shiv Sena. El nombre del movimiento era toda una declaración de principios: Sena significa ejército y Shiv recuerda a Shivaji, un rey guerrero del siglo XVII que infligió mortales derrotas a los mogoles. El Shiv Sena echó a andar para reivindicar los derechos de los "hijos de la tierra", los marathis, mayoría en la ciudad y el Estado de Maharashtra. Thackeray, en teoría, sólo reclamaba un trato preferente para ellos en la Administración y las empresas, pero pronto empezó a hostigar a los que no lo eran: primero, a los inmigrantes; luego, a otras minorías.

El sistema político indio, monopolizado durante décadas por el Partido del Congreso , no reparó al principio en la amenaza ultra del Shiv Sena; al revés, lo vio como un contrapeso a la izquierda. Pero a base de amedrentar a comerciantes sureños y introducirse en el poder local de la ciudad, Thackeray se creció: imbuido de hindutva (hinduidad, podría traducirse; el hinduismo como bandera política) desarrolló una retórica antimusulmana que prendió fuego a Bombay tras los sucesos de Ayodhya de 1992 (la demolición de una mezquita levantada sobre un oratorio hindú). Entre diciembre de 1992 y enero de 1993 Bombay fue escenario de todo tipo de tropelías protagonizadas por militantes del Shiv Sena; una orgía de sangre y destrucción. La criminalización de la minoría era patente: "Verdad desagradable: los musulmanes son más proclives a delinquir que los hindúes", rezaba entonces el titular de un medio local citado por el escritor Suketu Mehta en Ciudad total (Mondadori), una gran crónica sobre la ciudad y la forja del Shiv Sena. En Bombay los musulmanes son 1,5 veces más numerosos que en el resto del país (17% de la población, frente al 12%).

Tejiendo apoyos o adeudando favores, Thackeray se hizo grande y en 1995 el Shiv Sena se coaligó con un partido de implantación nacional, el Bharatiya Janata (nacionalista hindú), en el Gobierno del Estado de Maharashtra. Pero él nunca ocupó cargo oficial alguno, porque no fue un líder político, sino un padrino, un sahib (señor) conseguidor que arbitraba disputas o conseguía vivienda o trabajo, cuando no dictaba sentencias sobre cualquier cosa: la decencia de algunos filmes de Bollywood, por ejemplo, o la pertinencia de un concierto en la ciudad de Michael Jackson, cuenta Mehta en su libro. Él se limitaba a mover sus peones: prohombres en los centros de poder o matones en el hampa de Bombay.

Thackeray, también llamado El Tigre (el felino es el emblema del movimiento), fue polémico, demagogo, bromista en sus discursos; un "comunicador refinado" le llamó el sábado el primer ministro indio, Manmohan Singh, a guisa de epitafio. Salió indemne de todos los desmanes que azuzó y también de unas cuantas acusaciones (fue imputado por incitar al odio racial tras pedir a los hindúes que formaran escuadrones suicidas antimusulmanes), y ahora deja a su hijo Uddhav al frente del Shiv Sena, una criatura violenta y proteica.

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