Los rebeldes del M23 y el Ejército luchan por el control de la capital del Este
Los rebeldes del M23 y el Ejército congoleño se enfrentan por el control de la ciudad de la principal ciudad del Este del país Más de cinco millones de personas han muerto en lo que va de conflicto
“Se oyen detonaciones de armamento pesado. Y ráfagas constantes. La guerra ya está en la ciudad”. La voz suena adormecida, asustada, desde Goma, al otro lado del teléfono. Todos los ciudadanos de la capital provincial contactados hablan recluidos desde casa o algún edificio donde se protegen de los bombardeos. “Por la mañana todo estaba cerrado, las escuelas no habían abierto, ni las tiendas, la mayoría de gente ya se escondía, pero es a primera hora de la tarde que ha estallado el pánico”, explica otro civil que, encerrado con amigos, intenta entender qué está pasando fuera.
Los rebeldes del M23, grupo acusado de tener apoyo financiero y logístico de Ruanda, ocuparon en Julio una parte del norte de la rica provincia de Kivu Norte, en el este de la República Democrática del Congo. Pero pausaron las hostilidades. Se quedaron con el control de la región pero cesaron los combates con el ejército congoleño y contuvieron su descenso hacia la capital provincial. Después de más de tres meses de mantener el conflicto congelado el viernes se precipitó su reanudación. Y “ya estamos en Goma”, aseguran los insurgentes, mientras los bombardeos mantienen la confusión y el miedo entre los civiles sitiados. “No teníamos intención de tomar la ciudad. El domingo, desde sus puertas, nos ofrecimos a negociar con el gobierno congoleño, pero Kinshasa [la capital] se negó, así que estamos obligados a defendernos de los enemigos y a expulsarles lo más lejos posible. Estamos pues entrando en la ciudad”, explicaba el presidente del movimiento insurgente, Jean-Marie Runiga, a última hora del lunes.
La reciente ofensiva del M23 es la reacción a un ataque del ejército congoleño. ¿Por qué los militares oficiales decidieron atacar a los rebeldes, conociendo su limitada capacidad para combatirles? “Porque tienen a infiltrados en sus rangos”, intuye un ciudadano que expresa una percepción compartida. “Estamos luchando en la zona del aeropuerto y en las afueras de la ciudad, los militares del ejército ya están huyendo, pero la población tiene que estar tranquila, nosotros aseguraremos su protección”, añade Runiga.
Otro de los civiles contactados por teléfono contaba que había visto al ejército congoleño dirigirse hacia la Gran Barrera, que es el puesto fronterizo donde se acaba Goma, donde se diluye Congo antes de cruzar a Ruanda. Uno de los soldados le dijo “si ellos [refiriéndose a los rebeldes] atacan Goma, nosotros atacaremos Ruanda”. Horas después, Ruanda acusaba a Congo de “bombardear deliberadamente” su país. Y otras informaciones apuntaban que algunos obuses habían aterrizado en Congo procedentes de Ruanda.
Ruanda y Congo comparten frontera y conflicto. Aunque es en suelo congoleño donde se concentra la crudeza de la guerra —la más mortífera del planeta— y donde suceden los combates, Ruanda tiene una implicación fundamental en sus raíces y evolución. El conflicto en el este del Congo se gestó tras el genocidio de Ruanda, los grupos armados procedentes de este país han tenido desde entonces una presencia protagonista en la región y actualmente, la riquezas minerales del suelo congoleño “geológicamente escandaloso” transitan sobretodo a través de Ruanda, el aliado clave de Estados unidos en la región.
El triángulo Ruanda-rebeldes-Congo vuelve a estar activo. Como en 2008. Entonces los rebeldes se hacían llamar CNDP y operaban bajo las órdenes de un tal Laurent Nkunda, su cabeza visible. Hoy su líder, Bosco Ntaganda, se muestra más discreto, por su currículum feroz y una orden de arresto internacional que no beneficia a la imagen de la insurgencia. El obispo Runiga se presenta de cara a la galería como rostro del movimiento, el que se hace ahora llamar M23, aunque en los comunicados se les escapen aún a veces las antiguas siglas.
Miles de congoleños trabajan artesanalmente en las precarias y militarizadas minas del este del país. De allí salen estaño, oro, tantalio y tungsteno, todos ellos minerales de sangre fundamentales para la producción de ordenadores, teléfonos y nuevas tecnologías. Es la misma zona que acoge el peor conflicto del mundo y en la que han muerto 5 millones de personas.
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