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Nuestro abismo

Lluís Bassets

No sé por qué le damos tantas vueltas al abismo fiscal que se abrirá bajo los pies de los ciudadanos de Estados Unidos el 1 de enero de 2013 cuando nosotros ya tenemos uno propio, el nuestro es probablemente mucho más profundo y nos hemos caído con todo el equipo en sus profundidades desde hace ya al menos dos años. El fiscal cliff es la expresión que sirve para designar el momento en que se desencadenan dos mecanismos simultáneos: una subida automática de impuestos y un recorte lineal del gasto público. También podríamos traducir cliff por acantilado, precipicio o barranco, una forma de señalar que jugamos a la gallina o al cobarde: dos autos que compiten a ver quien frena más tarde en una carrera hacia el vacío. Es lo que va a suceder dentro de 50 días si la victoria de Obama sobre Romney no hace cambiar de posición a los congresistas republicanos, permanentes objetores de conciencia a cualquier aumento de impuestos que afecte, sobre todo, a los más ricos.

En Estados Unidos los ciudadanos han tenido la suerte de poder discutir sobre estos temas durante la campaña presidencial, incluyendo las primarias republicanas, en las que la apetencia por el estado mínimo y por la fiscalidad, a ser posible nula, se expresó de forma tan contundente como para que los electores tomaran nota. Esa es una de las explicaciones de la victoria de Obama, no la única: resulta que la mayoría de los electores no quiere un Estado mínimo y desentendido de la suerte de los ciudadanos. De ahí que la reacción del presidente elegido por segunda vez haya sido anunciar la subida de impuestos a los más ricos, esos que siempre consiguen escaparse de rositas en Europa, en España y en Cataluña: sí, saquemos de paso y como colofón la situación de la economía catalana ya que estamos en campaña electoral y, enorme paradoja, a la vez en nuestro abismo fiscal, intervenidos hasta las cejas, y a punto de la plenitud nacional según anuncia Ulises Mas en su marcha hacia la Ítaca del Estado independiente.

Comentarios

El problema es que cuando hablamos del Estado de Bienestar parece que entramos en un tema sagrado. Si se critican algunos de sus aspectos parece que uno quisiera alinearse con la derecha dura del Partido Republicano, pero lo cierto es que hay aspectos muy criticables y que, para perpetuar nuestro Estado de Bienestar, deberíamos corregir: Recomiendo, a estos efectos, la lectura del artículo siguiente: http://www.otraspoliticas.com/politica/el-estado-de-bienestar-y-los-efectos-secundarios
el problema, es que aqui´sabemos lo que tenemos, y eso lo explica muy bien el interés que tenemos que pagar por financiarnos, rondando los 6 puntos, el problema es que desde EEUU , incluso ha llegado a haber perdida de valor de los activos que han depositado sus ahorros en ese país, cuando realmente ( y teniendo en cuenta que es un país productivo) el precipicio fiscal va a ser muy grande, porque los ahorradores que depositan sus ahorros en ese país no están preparados y el propio país no hace más que aumentar su masa monetaria, que el la moneda de reserva mundial, realmente estamos ante un problema serio, mundial desde luegosaludos
No, si cuando se trata de ganar en lo peor no hay quien nos adelante. Lo malo es que para lo mejor no andamos tan aventajados.
Siempre pensé que el independentismo surgía de una economía boyante. Siempre pensé que los ricos eran más soberanistas que los pobres. Siempre pensé que era una cuestión de clase económica la que inspiraba el nacionalismo de rancio abolengo. Pero no, o no del todo, pues parece que también los números rojos alumbran un montón al pequeño estadista. Solo una distinción. Si en el primer caso suponía que tal aire de grandeza lo causaba el no querer compartir mesa con más comensales a fin de tocar a más, en la alternativa pobretona la necesidad del estado propio nace más para ocultar la incapacidad de administrar el propio plato que por verdadera hambre y pasión de estado. Para que no se enteren mis administrados de mis carencias, exigir una mesa distinta, como si cambiara algo tal canje cuando lo que se tienen delante son lentejas viudas.
El sr. Bassets, con la excusa de su blog sobre política internacional, sigue en su campaña en contra de la autodeterminación del pueblo catalán y en favor de la sagrada unidad de la patria española. Lo cuál es perfectamente legítimo, pero debería estar en la sección de política española (o aún mejor, en la de propaganda electoral) y no en la de internacional.
El estado de bienestar ha dejado de existir. Muchos aún no se han dado cuenta de ello.
El abismo es nuestra existencia. Cuando hayamos llegado, sin duda, otro nuevo vértigo se abrirá bajo nuestros pies. Pobre Grecia, es el conejillo de indias de Europa. Tendríamos que hacerles un monumento a esos griegos. Estamos ya andando un camino, necesario, para alejarnos de lo que fuimos. El olvido es nuestro aliado en esta tragedia griega. Cuanto más y más nos alejemos en mejores condiciones estaremos para afrontar lo que está por venir. El porvenir. Entonces ya nadie hablará de salir, porque habremos entrado en una nueva era. La posmodernidad era solo una transición necesaria hacia una montaña más alta, desde donde poder caer con un alo de dignidad, aquel que no da la ventana del sexto, un drone sin piloto. Aún hoy algunos hablan del rescate. Pero saben que es imposible salir del abismo cuando ya estamos cayendo. No es cierto que haya que salir de ningún sitio, por que ya hemos llegado, estuvimos siempre aquí, venidos para quedarnos. Todos somos alemanes, los griegos los primeros.
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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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