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Columna
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¿Truman o Carter?

Obama tiene 23 días para denunciar el corrimiento hacia el centro operado por Romney tras el debate

Francisco G. Basterra
Barack Obama da un discurso en Miami, Florida.
Barack Obama da un discurso en Miami, Florida.MANDEL NGAN (AFP)

¿Arrojó Obama la elección por la borda en los 90 minutos del primer debate televisado en Denver, visto por casi 70 millones de ciudadanos? Es prematuro asegurarlo porque aún faltan otros dos cara a cara entre el presidente y el candidato republicano y todavía pueden surgir acontecimientos inesperados, lo que en EE UU llaman la sorpresa de octubre, con capacidad de afectar el resultado final. El desastroso comportamiento del presidente en el encuentro en Colorado ha logrado tres cosas. La primera, hacer emocionante y disputada hasta el final una elección descolorida, en la que el ocupante de la Casa Blanca parecía deslizarse hacia una victoria, si no rotunda, sí a los puntos, frente a un desdibujado rival demasiado a la derecha para ser aceptado por el centro y un escaso 10% de votantes independientes, aún indecisos, sin los cuales es imposible alcanzar la presidencia el próximo 6 de noviembre.

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Obama logró, inopinadamente, con su actitud cansada, falta de reflejos políticos e incluso el palpable desdén que mostró por su contrincante, que Mitt Romney dejara de ser el robot manejado a distancia por la ultraderecha lunática. El hombre de negocios que no traspasaba la pantalla, caricaturizado hasta el exceso como un plutócrata evasor de impuestos al que un 50% de la población, la más desheredada, le da una higa, ya aparece como líder con la competencia suficiente para ser presidente. Y por último, el fiasco del debate hizo temer que el presidente no logre un segundo mandato. Los demócratas comienzan a sufrir pesadillas de que Obama se convierta en un Carter negro. El presidente que no logró su reelección en 1980, en una crisis económica, con los ayatolás de Irán reteniendo a rehenes estadounidenses en su ocupada Embajada de Teherán, vapuleado por el contagioso optimismo de Ronald Reagan. Romney, 32 años después, quiere reeditar la victoria de Reagan. Pero no cae tan bien como él ni tiene la mágica capacidad de ilusionismo del presidente que acabó con la guerra fría.

Obama tiene solo 23 días para evitar la humillación del presidente en ejercicio derrotado, que sufrieron antes Gerald Ford, George Bush padre y el demócrata Carter, que fracasó en su intento de cambiar Washington, como por otra parte todos los presidentes que le han sucedido. Hoy, la media de las encuestas concede una mínima ventaja a Romney, a nivel nacional, pero Obama le saca todavía un par de cabezas al republicano en los sondeos realizados en la escasa decena de Estados basculantes, sin los cuales Romney no podrá llegar al Despacho Oval. Esta demoscopia nos dice que hoy Romney podría arañar una victoria muy justa en el voto popular, perdiendo sin embargo la presidencia en el voto del colegio electoral. Una situación que recordaría la pesadilla del año 2000 cuando Gore logró más votos que Bush, pero este ganó la Casa Blanca en el colegio electoral tras el interminable recuento en Florida y la decisión histórica del Tribunal Supremo a su favor. Le podría suceder lo ocurrido en las presidenciales de 1948. El presidente demócrata Harry Truman, que había llegado a la presidencia tras la muerte de Roosevelt al final de la II Guerra Mundial, era el perdedor frente a Dewey, según toda la prensa y los sondeos. Finalmente, recorriendo en tren el país y parando en pueblos y ciudades para dar mítines, desde el amanecer al anochecer, desde la cola del último vagón, logró la victoria. Tras un recuento agónico Truman se fotografió con la desdichada portada del Chicago Tribune: Dewey derrota a Truman.

Obama se balancea entre Truman y Carter; tiene 23 días para evitar la maldición de Carter y ser Truman. Necesita abandonar su frialdad académica, descender a la tierra y pelear más la elección mostrando la pasión que parece haberle abandonado. Tiene que denunciar el corrimiento hacia el centro inteligentemente operado por Romney tras el debate, que recula de su posición radical sobre el aborto y matiza su extremismo contra lo público. Sabe que ya ha hecho el pleno de los más conservadores, pero necesita morder en los independientes a los que ha asustado demasiado. Obama no ha conseguido ganarse mayoritariamente al centro político; y, lo que le hace más daño: ha sido incapaz de aclarar qué va a hacer en los próximos cuatro años. Romney pretende ganar como hizo en España Rajoy: no soy Obama<TH>/ Zapatero y solo con mi llegada a la Casa Blanca y mis políticas de economía vudú saldremos de la crisis. Contra todo pronóstico, puede que sea la economía, con la leve mejora en los datos de paro, lo que dé el último empujón a la reelección de Obama. Romney derrotado por la que creía su bala de plata. La renta media de los hogares norteamericanos es hoy de 50.054 dólares frente a 52.546 en 2008. En cualquier caso: ¡Es la economía, estúpido!

fgbasterra@gmail.com

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