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Columna
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Nuevo lenguaje diplomático

El estilo directo y sin miedo de Polonia es un paradigma de la nueva política exterior de la UE

El ministro de Defensa británico, Philip Hammond, el ministro de Exteriores británico, William Hague, el ministro de Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, y el ministro de Defensa Tomasz Simoniak.
El ministro de Defensa británico, Philip Hammond, el ministro de Exteriores británico, William Hague, el ministro de Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, y el ministro de Defensa Tomasz Simoniak.JANEK SKARZYNSKI (AFP)

Vuestros intereses están en Europa. Ya va siendo hora de que también lo estén vuestros sentimientos”, le decía el ministro de Asuntos Exteriores de Polonia a su público británico el pasado viernes. No suena a lo que solemos llamar lenguaje diplomático, pero es que Radislaw Sikorski no es un ministro de Exteriores de la vieja escuela. Sikorski no se mordió la lengua en Oxford (apoyad y participad de una UE más fuerte u os arriesgáis al aislamiento, vino a decir), como tampoco lo había hecho en noviembre de 2011 en Berlín: no sois la víctima inocente del derroche de otros, vosotros rompisteis repetidamente el Pacto de Crecimiento y Estabilidad y vuestros bancos prestaron sin control y compraron bonos de alto riesgo, les espetó entonces a los alemanes. Allí pronunció también una frase histórica en boca de un ministro polaco: “Temo menos al poder alemán de lo que estoy empezando a temer a la inactividad alemana”. Directo e inequívoco.

Sikorski no es el típico ministro de Exteriores europeo, pero no está solo con su nuevo estilo. Carl Bildt, el polémico ministro de Exteriores de Suecia, no es de los que se muerde la lengua ni le teme a la controversia. Sus declaraciones le causaron graves desencuentros, por ejemplo al comparar la intervención rusa en Osetia del Sur con la anexión nazi de los Sudetes o al tildar a Israel de peligro. Controversias aparte, Sikorski y Bildt comparten estilo, directo y sin ambages, en el Consejo de Asuntos Exteriores, el órgano que reúne a los ministros de Exteriores de toda la UE, con el joven ministro finlandés, Alexander Stubb, asiduo articulista, bloguero y tuitero, que participa activamente en debates políticos nacionales y europeos (por ejemplo defiende, contra la mayoría en su país, integrar a Finlandia en la OTAN). O con el búlgaro Nikolai Mladenov, particularmente activo en Oriente Medio.

De derechas y relativamente jóvenes, formados en ambientes anglófonos, sin pasado diplomático, trabajando juntos, prescindiendo de traducción para comunicarse mejor, estos ministros le dan forma a una nueva política exterior europea. Con discursos incisivos y actividad en las redes sociales, alianzas previas a las reuniones e intensos contactos con los think tanks y los formadores de opinión, buscando la complicidad de las instituciones comunes pero sin temer enfrentarse a ellas, el impacto que tienen sobre la política exterior de la UE es mayor del que cabría esperar del peso de sus Estados. A la vez, de eso se trata, llevan el agua a su molino.

La estrategia polaca es paradigmática y no solo por el activo papel de su ministro ante las opiniones públicas de otros países. En el contexto de su presidencia europea en la segunda mitad de 2011, Varsovia multiplicó su apoyo a los centros de relaciones internacionales polacos y subvencionó decenas de actos en toda la UE, con el objetivo de poner las prioridades polacas en el centro de las discusiones en Bruselas y también en las capitales nacionales. Polonia apuesta por contar en su Ministerio con una importante unidad de análisis, que actualmente cuenta con cinco veces más personal que la de España y prevé doblar su tamaño en el próximo año. Ideas, propuestas y la participación en un entorno de pensamiento europeo que trasciende a las negociaciones entre Gobiernos ocupan un lugar central en la estrategia de Varsovia.

La actual crisis pone de relieve la creciente interdependencia entre Estados miembros de la UE; tratarse los unos a los otros con el mismo lenguaje y formas que se usaban en la diplomacia tradicional y comportarse en la UE como en cualquier negociación internacional clásica no puede ya ser efectivo. El lenguaje diplomático que triunfa en Europa, el único que le puede plantar cara a los hechos consumados y el directorio de los tres grandes (Alemania, Francia y Gran Bretaña) no se limita a los círculos intergubernamentales de Bruselas, las cumbres y las Embajadas. Es un estilo directo y sin miedo a la confrontación de ideas, que ya no entiende la diplomacia como un intercambio de intereses prefijados en las capitales nacionales. La política exterior europea se está convirtiendo en un ejercicio común de análisis, creación de opinión y posiciones. No basta con enunciar la postura propia y proceder a negociarla. Concebir y argumentar las ideas en un espacio de opinión europeo, ante Gobiernos, medios, analistas y ciudadanos de otros Estados, en colaboración tanto con otras diplomacias como con actores sociales, económicos y mediáticos, son hoy tareas fundamentales de los Ministerios de Exteriores. Quienes así lo han comprendido, empezando por Polonia, están en el corazón de la nueva política exterior de la UE.

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