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De asesinos y héroes

Pilar Bonet

El teniente azerbaiyano Ramil Safárov, que en febrero 2004 en Budapest asesinó a hachazos al oficial armenio Gurguén Margaryán, su compañero en un curso del programa “Asociación por la Paz” de la OTAN “, se ha convertido en el detonante de renovadas tensiones entre Azerbaiyán y Armenia.

Condenado a cadena perpetua en Hungría en 2006, Safárov fue extraditado el pasado 31 de agosto a Azerbaiyán, donde fue indultado por el presidente Iljam Alíev y ascendido a mayor del ejército. En Bakú, el ministro de Defensa, Safar Abíyev, le felicitó por su “liberación y repatriación” y le deseó éxito en su carrera.

Azerbaiyán y Hungría son miembros de la Convención Europea de Estrasburgo, que posibilita el traslado de un preso a su país de origen para que siga cumpliendo allí su condena. Pero, cualquiera que sean las explicaciones oficiales, el acuerdo bilateral que ha propiciado la extradición de Safárov suscita numerosas sospechas. Fundamento de estas sospechas son la escasa sensibilidad democrática del presidente Iljam Alíev en Bakú y del jefe de Gobierno Víctor Orban en Budapest (cada uno a su manera) y también la “complementariedad” entre la riqueza ostentosa del Estado petrolero y la crisis económica del Estado centroeuropeo.

En Armenia citan la prensa de oposición húngara y acusan a Azerbaiyán de haber comprado la liberación de Safárov con millones de dólares, invertidos en comercio, proyectos energéticos, préstamos y obligaciones del Estado húngaras. El régimen de Azerbaiyán, que tanta magnanimidad muestra con el oficial homicida, tiene en sus cárceles a activistas de derechos humanos y periodistas como Hilal Mammádov, director de la revista Tolishi-Sado, que fue detenido en junio pasado y que ha sido torturado, según organizaciones de derechos humanos. El antecesor de Mammádov en la dirección de Tolishi-Sado, Novruzali Mammádov, murió en prisión en 2009 después de que le fueran negados los cuidados médicos.

El retorno de Safárov, por no hablar ya de su ascenso y ensalzamiento, se vive como una provocación en Armenia, que ha roto sus relaciones diplomáticas con Hungría. El caso puede influir negativamente en las negociaciones que, bajo la tutela de la OSCE, buscan una solución para el Alto Karabaj y otros territorios colindantes azerbaiyanos ocupados por Armenia. Los copresidentes del llamado “grupo de Minsk”, representantes de EEUU, Rusia, Francia y la OSCE, se han reunido el 2 y el 3 de septiembre con los ministros de Exteriores de Armenia y Azerbaiyán para tratar sobre el indulto de Safárov y han expresado su preocupación por el intento de transformar un delito en una heroicidad.

El provocativo indulto de Safárov enmascara en realidad una impotencia, ya que para el régimen de Alíev resulta más fácil acoger como héroe a un asesino que arriesgarse a reconquistar el Alto Karabaj. A medida que se enriquece y adquiere conciencia del poder del dinero, Azerbaiyán incrementa sus reproches a Occidente por no presionar a Armenia para que abandone los territorios que conquistó de 1988 a 1994.

El régimen de Bakú quisiera que Occidente, que se beneficia de sus materias primas, le resolviera el conflicto de Karabaj y está frustrado por que no lo hace. De forma reiterada, sobre todo en vísperas de elecciones, el presidente Alíev amenaza con recurrir a la fuerza para recuperar Karabaj. De momento, la violencia se limita a incidentes y tiroteos en la frontera y, en opinión de analistas en Bakú, ni las autoridades ni la sociedad de Azerbaiyán tienen ganas de luchar por Karabaj.

Entre Armenia y Azerbaiyán la atmósfera sigue envenenada por la violencia que enfrentó—y deslindó—a ambas comunidades. El ambiente en ambos países esta lleno de tabúes y de odio y parece lejano el día en que puedan abordar el pasado sin mitos, sin jactancias, sin hacer como si “el otro” (el armenio de Azerbaiyán y el azerbayano de Armenia) jamás hubiera existido.

Basta prestar atención al entorno para adivinar a ese “otro” tabuizado, a ese “ausente presente”, que está en el vacío dejado por las iglesias destruidas con minas militares en la región autónoma azerbaiyana de Najicheván y en las mezquitas convertidas en pocilgas del Alto Karabaj. fin

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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