Los talibanes decapitan a 17 personas en Afganistán por acudir a una fiesta
Los islamistas radicales prohíben celebraciones de hombres y mujeres juntos
Los insurgentes islamistas decapitaron a 17 civiles en el bastión talibán de Helmand, en el sur de Afganistán, por participar en una fiesta mixta, de hombres y mujeres, en la que hubo música y baile, práctica no autorizada por la guerrilla talibán. Fue una de las mayores matanzas contra civiles por parte de los yihadistas en la historia reciente del conflicto, en una jornada en que una oleada de ataques rebeldes se saldó con 12 soldados, extranjeros y afganos, muertos, justo cuando comienza la retirada del mayor contingente de tropas estadounidenses hasta la fecha.
En Afganistán, las fiestas no familiares donde se mezclan hombres y mujeres se practican en la clandestinidad. Se trata de uno de los vestigios de las normas de segregación impuestas férreamente en los cinco años de gobierno talibán. Las autoridades afganas atribuyeron la matanza, ocurrida en el distrito de Kayaki, plaza fuerte de los insurgentes, a esa guerrilla, que sigue dando muestras de gran fuerza en sus bastiones a solo dos años del repliegue total de las tropas de EE UU. De los decapitados, 15 eran varones y dos, mujeres.
“Este ataque demuestra que hay integrantes desesperados en el movimiento talibán”, dijo ayer en un comunicado el presidente afgano, Hamid Karzai. Su Gobierno trata ahora de afianzarse ante la embestida de las fuerzas insurgentes, que ayer asestaron otro grave golpe a las fuerzas armadas afganas. También en Helmand, que junto a Kandahar es el mayor fortín insurgente, un grupo rebelde mató a 10 soldados del Ejército nacional. El ataque sucedió en el distrito de Washir. Fue, según las autoridades locales, un nuevo golpe por parte de yihadistas infiltrados en las fuerzas armadas nacionales.
En un puesto de control, los insurgentes abrieron fuego contra un grupo de soldados afganos. Después de aniquilar a 10, los atacantes huyeron junto a cinco uniformados, según comunicó después un portavoz del Gobierno de Helmand, que se refirió a los soldados huidos como “insurgentes” que habían traicionado a sus compañeros de filas. La de las infiltraciones es una práctica común en los meses pasados entre los yihadistas, recomendada por el líder de la guerrilla talibán, el mulá Omar. Normalmente, esos ataques se ceban con las tropas extranjeras.
El lunes, precisamente, un soldado afgano abrió fuego contra un grupo de soldados extranjeros en la provincia de Laghman, cerca de Kabul, y mató a dos de ellos. Las tropas de la OTAN abatieron inmediatamente al agresor. Ya son 28 los ataques de ese tipo desde que comenzó el año, frente a los 14 que se registraron en todo 2011. El general del Marine Corps John R. Allen, comandante de la ISAF, ordenó a todos sus soldados que vayan armados incluso dentro del fortín de la zona verde de Kabul.
Estos días comienza la retirada de 30.000 soldados norteamericanos, el primer gran contingente de la misión de la OTAN. Culminarán su repliegue en octubre, un mes en el que quedarán 68.000 uniformados estadounidenses sobre el terreno. El presidente de EE UU, Barack Obama, ha ordenado la salida total de Afganistán para 2015. Antes de finales de año, el Ejército afgano —que ahora se ve mermado por las infiltraciones— controlará un 75% del país. Esas fuerzas armadas nacionales las conforman 350.000 soldados.
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