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El cardenal Mindszenty pasó 15 años en la embajada de EEUU en Budapest

Las legaciones diplomáticas son inviolables desde la firma de la Convención de Viena en 1961, aunque en la práctica ya era así desde mucho antes. Incluso en caso de conflictos armados, los recintos diplomáticos se han respetado

Las legaciones diplomáticas son inviolables desde la firma de la Convención de Viena en 1961, aunque en la práctica ya era así desde mucho antes. Salvo en contadas ocasiones, los recintos diplomáticos se han respetado incluso durante conflictos armados. Por ello han sido elegidos como refugio por disidentes perseguidos, políticos, dictadores y, en general, gente que temía por su vida. Estos son algunos de los acontecimientos más famosos ocurridos en edificios diplomáticos.

Raoul Wallenberg fue un diplomático sueco, que residía en Hungría durante el Holocausto. En julio de 1944, fue asignado como primer secretario de la delegación sueca en Budapest. Salvó la vida de numerosos judíos entregándoles pasaportes falsificados que los identificaban como suecos en espera de repatriación, y dándoles refugio en edificios que gozaban de la protección diplomática de Suecia. Alquiló incluso casas para refugiados judíos en las que puso letreros falsos que las hacían pasar por edificios de la diplomacia sueca. Los nazis nunca penetraron en esos edificios.

El cardenal Mindszenty formó parte del grupo de disidentes húngaros que, en 1949, se opuso públicamente a la nacionalización de la educación, que pretendía erradicar para siempre los centros escolares de las órdenes religiosas, en el marco de la nueva Constitución de 1949, una copia de la soviética. Ese mismo año fue condenado a cadena perpetua por "alta traición" a la república popular. Liberado por la revolución de 1956, se asiló en la Embajada de Estados Unidos cuando los carros de combate soviéticos aplastaron el movimiento. Permaneció 15 años asilado en la sede diplomática, negándose a salir a menos que el Gobierno revirtiera su condena de 1949. Debido a problemas de salud y a una petición de la Santa Sede al Ejecutivo húngaro, Mindszenty pudo abandonar la embajada estadounidense en septiembre de 1971 para instalarse en Austria. Murió cuatro años más tarde en Viena. En 1989, él y los demás represaliados de 1949 fueron rehabilitados.

El 17 de abril de 1975, las tropas de Pol Pot entraron en Phnom Pehn, la capital camboyana, en el primer día del “año cero” que sumió al país en una locura genocida durante cuatro años. El general comunista echó a todos los habitantes de la ciudad en un día. Cerca de dos millones de personas fueron expulsadas. La embajada de Francia, última representación diplomática que permanecía abierta, se convirtió en un refugio internacional. Responsables de la ONU, personal diplomático, periodistas extranjeros y centenares de refugiados camboyanos encontraron asilo allí. Tres días más tarde, los camboyanos, entre ellos el presidente de la Asamblea Nacional Ung Bun Hor, abandonaron el edificio en circunstancias confusas: no se sabe si se entregaron para evitar un asalto de los hombres de Pol Pot o si fueron entregados por los gendarmes franceses. Los occidentales fueron evacuados a Tailandia, el 30 de abril de 1975, después de haber pasado 13 días en la embajada.

Aunque casi siempre se ha respetado la inviolabilidad de los recintos diplomáticos, existen algunas excepciones. El 4 de noviembre de 1979, empezó la llamada “crisis de los rehenes” en la que 66 diplomáticos y ciudadanos fueron retenidos en la embajada estadounidense en Teherán por unos 300 estudiantes islámicos. La crisis, que duró 444 días, provocó la ruptura de las relaciones entre Estados Unidos e Irán. 13 rehenes fueron liberados por razones humanitarias, mientras que los otros 53 permanecieron en cautividad. Los estudiantes islámicos exigían la extradición del sha Mohamed Reza Pahlevi y la entrega de su fortuna a Irán, siete meses después de la proclamación de la República Islámica por el ayatolá Jomeini. El 25 de abril, una operación de las fuerzas especiales norteamericanas para tratar de liberar a los secuestrados terminó en un desastre. Los rehenes fueron inmediatamente dispersados en varias ciudades de Irán. El 20 de enero de 1981, fueron liberados, tras un acuerdo entre Washington y Teherán, gracias a la mediación de Argelia, el mismo día en que el presidente Ronald Reagan tomó posesión. La “crisis de los rehenes” contribuyó a la derrota de su predecesor y contrincante, Jimmy Carter.

El 31 de enero de 1980, la policía guatemalteca asaltó la embajada de España en Guatemala para desalojar a un grupo de indígenas y universitarios que la habían ocupado. Los secuestradores querían llamar la atención sobre las matanzas cometidas por el Ejército en la región de El Quiché, al noroeste del país. Por causas que aún se desconocen el edificio ardió en llamas tras la incursión de policías y militares. Murieron 39 personas. El entonces embajador español, Máximo Cajal, y el campesino guatemalteco Gregorio Yujá fueron los dos únicos supervivientes del asalto.

El exdictador panameño, Manuel Noriega, encontró asilo en la embajada del Vaticano el 24 de diciembre de 1989, durante la invasión estadounidense de Panamá, que pretendía capturarlo para que fuera juzgado por un delito de narcotráfico en Estados Unidos, así como neutralizar las Fuerzas de Defensa de Panamá, milicia bajo las órdenes de Noriega. Monseñor Laboa, nuncio apostólico, consiguió convencer a Noriega de que abandonara la embajada, y así lo hizo el 3 de enero de 1990, 10 días después de haberse refugiado allí. Tras cumplir 20 años de cárcel en Estados Unidos y haber estado en la cárcel en Francia por lavado de dinero, fue extraditó a Panamá en diciembre de 2011, donde se enfrenta a condenas de 60 años.

Otro caso en el que no se respetó la inviolabilidad de una legación diplomática: el del asesinato del expresidente afgano Mohamed Najibulá. El 27 de septiembre de 1996, Najibulá fue ejecutado por los talibanes en la sede de Naciones Unidas —con estatus de embajada— en Kabul. Najibulá, antiguo aliado de la Unión Soviética, llevaba cuatro años refugiado en el edificio. Los talibanes lo asesinaron allí de un tiro en la cabeza, sacaron su cuerpo, lo ataron a un jeep y lo arrastraron hasta un poste donde lo colgaron.

El domicilio del embajador japonés en Lima (Perú) —con el mismo estatus una delegación diplomática— fue el escenario de otro secuestro el 17 de diciembre de 1996, cuando 14 miembros de la organización terrorista Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) retuvieron a más de 800 rehenes. La guerrilla izquierdista los liberó casi todos el mismo día, aunque mantuvo a 72 rehenes hasta el 22 de abril de 1997. Ese día, una operación de comandos del Ejército peruano permitió la liberación de todos los secuestrados salvo de uno, que murió en el asalto junto con los 14 terroristas. Según la Agencia de Inteligencia de la Defensa de EE UU, el presidente de Perú, Alberto Fujimori, ordenó personalmente a los soldados que no tomaran “a ningún MRTA con vida.”

El disidente chino Chen Guangcheng entró el pasado 22 de abril en la embajada de Estados Unidos en Pekín. Chen, activista ciego y uno de los más prominentes defensores de los derechos humanos en China, escapó del arresto domiciliario al que estaba sometido desde septiembre de 2010, saltando por una ventana. Antes había cumplido una condena de cuatro años de cárcel. El 2 de mayo, salió de la embajada después de que, según fuentes diplomáticas estadounidenses, el Gobierno de Pekín se comprometiera a respetar su vida y la de sus familiares, y le permitiera cursar estudios de Derecho. El 19 de mayo, llegó a Nueva York acompañado de su esposa y sus dos hijos, después de que las autoridades chinas los pusieron en un avión de madrugada. Se espera que Chen, quien es una abogado autodidacta, asista a clases en la Universidad de Nueva York.

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