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La Europa de posguerra

No es una crisis, es una guerra. Una guerra de nuevo tipo, incruenta, sin pérdidas humanas ni destrucción de ciudades e infraestructuras. Pero guerra al fin: hay unos países que se ven obligados a cambiar Gobiernos, reformar instituciones y modificar su modelo de sociedad sin que exista consenso de sus poblaciones, y a veces ni siquiera entre sus líderes. Si la guerra se explica por el propósito de quien la declara de imponer su voluntad sobre el país atacado, lo que estamos viviendo estos días según esta teoría no es más que el momento álgido de una guerra geoeconómica, en la que los países más débiles, los intervenidos, se ven obligados a entregar su soberanía y cumplir las órdenes de los que los intervienen.

Que sea una guerra no da la razón a quienes la pierdan. Al contrario, harán bien los intervenidos en meditar sobre lo que hicieron mal en el pasado que les sitúa ahora en tal trance. Endeudarse por encima de las propias posibilidades, por ejemplo, es una debilidad que se paga muy cara. No solo en una guerra geoeconómica, como está sucediendo ahora, sino incluso ante una amenaza más convencional en la seguridad. Un efecto directo de los recortes es la disminución del presupuesto militar, y por tanto de la seguridad, ante un mundo emergente, geográficamente muy próximo, que no hace más que incrementar su gasto en defensa.

De hecho, solo Alemania cuenta. Por el peso de su economía, que significa un tercio de la aportación a las arcas comunitarias. Y por la calidad de sus instituciones, construidas tras la experiencia del nazismo, que obliga a la canciller Merkel a respetar procedimientos, plazos y garantías con un escrupuloso detallismo, en abierto y cruel contraste con la chapuza institucional de otros países.

Pero Merkel se equivoca. Las guerras geoeconómicas tienen la consoladora ventaja de que no se cobran el tributo de sangre de centenares de miles de soldados y de civiles. Pero se pierden y se ganan. La está perdiendo España. Y también la está perdiendo Europa, aunque Merkel se crea ganadora, porque el conjunto europeo va a salir más débil de la contienda que está librando con las nuevas potencias emergentes.

Comentarios

Sí, bien se equivoca pero ¿en qué se equivoca?: ¿Debería dejar a las Instituciones Europeas—con sus ritmos y funcionamientos—la gestión y control de las medidas contra la crisis? ¿Debería ser una 'ONG' para el resto de Europa, especialmente para el sur? ¿De ese modo, Europa, frente a las nuevas potencias emergentes, saldría reforzada?
"Endeudarse por encima de las propias posibilidades". Es la gran explicación del desastre. Vieja historia que se repite incesantemente.
Leo estas palabras en "Ratas en el jardín", el dietario de Valentí Puig de 1985, publicado ahora en Libros del Asteroide: "Gran paso de España para su ingreso definitivo - si Grecia no nos veta - en el Mercado Común: patatas, vino, impuestos. Mercantilismo, sí, y también la idea de Europa". Atención al 'si Grecia no nos veta'. Tiene Grecia, digo, gracia, como ha cambiado el cuento.
Es una guerra, sí. Y hay víctimas. Los suicidios hay aumentado. Sólo por nombrar un tipo de víctima mortal relacionado con esta guerra aparentemente incruenta.Mientras, hay quien sólo se preocupa de sí mismo y desea lo mejor para los demás:http://escrisis.blogspot.com.es/2012/07/que-se-jodan-y-que-les-den.htmlEn todas las guerras hay quienes son insensibles al dolor ajeno.
Esta es la guerra que nos ha tocado librar.Hay muchos aspectos que escapan a nuestro control. A ciudadanos y a gobernantes de países intervenidos, como el nuestro.No debe escapar a nuestro control quien cree que debe joderse el que no piensa como él.
Es una guerra pero por favor no neguemos la realidad, no es incruenta es muy muy cruel y sanguinaria, si hay sangre de montones de personas, empezando por todas las que esta semana han puesto sus cuerpos contra esta barbaridad en diversas manifestaciones, pasando por todas que estan viendo destruido su proyecto de vida hasta llegar a la gente muerta en este pais y en otros. Y claro que nos afecta a las infraestructuras, a las bibliotecas, escuelas y centros de salud. Periodistas dejen de engañarnos y de estar posicionados con el poder y pongase de parte de las personas que ya esta bien!! En este siglo XXI en occidente no necesitan las armas para matarnos, van a matarnos poquito a poco obligandonos a vivir como en el s XIX cuando la esperanza de vida era de 50 años y se trabajaba de sol a sol para seguir siendo pobres, cuando se moria por no tener sanidad, ni educacion ni nada y ademas habia que agraderle todo al patron. nos estan robando dejen de decir que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades porque es mentira, ningun@ hemos decidido hacer aeropuertos, ni hemos decidido las pensiones que cobran, ni que sus condiciones de jubilacion ni sus dietas ni sus sueldos ni nada de nada. Nos mean encima y pretenden que nos creamos que llueve, ya basta de verdad que se vayan tod@s!!!!
Y "...la chapuza institucional de otros países", ahí hay otra clave además de la deuda. Ojalá aprendamos algo de todo esto...
¿Por qué hace seis meses alguien que parecía saber bastante, me dijo, que Europa iba a caer y a continuación caerá USA?
Leyendo Noticia de Cataluña, de Jaume Vicens Vives, me encuentro con que a Europa también le hace falta conocerse a sí misma "antes de pasar a proyectos definidos, a realizaciones concretas". ¿Se conoce Europa, la Europa Unida, a si misma o es una mera mezcla por aluvión de masas diversas que se unen en la corriente por la fuerza de la gravedad? Para saberlo, "hay que penetrar a fondo en el corazón de nuestro ser colectivo", como proponía el historiador catalán, a ver qué encontramos.
Tras la guerra, la posguerra y tras la crisis, la poscrisis. En las dos, digamos postrimerías, se pasa mal, en especial si se es de los vencidos o de los endeudados. Tres años de guerra civil, cuarenta de posguerra feroz. Tres años de crisis, diez de poscrisis. Posguerra y tristeza, poscrisis y esclavitud. Y una vez dentro de ellas, solo esperar que pase lo peor para empezar a disfrutar de lo menos malo. Tan pronto se ve uno embarcado en una guerra o en una crisis, empieza a pensar en lo que vendrá detrás, como cuando te accidentas y ya sabes que andarás unos días jodido y con molestias por todos lados. No parece que esta crisis haya terminado ni tenga visos de hacerlo en los dos o tres próximos años, siendo optimista. Y ya veremos cuando llegue el armisticio si nos enteramos. Lo que está claro es que habrá poscrisis, quien la pillara, y que como la posguerra, será un tiempo largo, penoso y duro, un tiempo en el que deberemos trabajar doble para ganar lo mismo y conseguir lo mismo pagando el doble, un tiempo en el que los abusos sobre los más necesitados estarán al orden del día como la represión hace su agosto al final de la contienda. Como en la guerra, en la crisis hay vencedores y vencidos. A pie de calle se nota más que en las alturas. Y tengamos claro que si andamos temerosos por lo que nos pueda ocurrir a nosotros y nuestras familias, bienes incluidos, ya podemos imaginar en qué bando nos encontramos. La hija de Fabra, por citar un ejemplo, conoce perfectamente cuál es su posición en este tablero y no parece inquieta lo más mínimo.
Esta vez sí. Esta vez Alemania va a conquistar Europa, y sin disparar un solo tiro...
Ojo, Vicens Vives se refería a Cataluña, no a Europa. Soy yo el que extrapola el ejemplo del catalán para Europa.
La guerra Europa la libra muy lejos de sus fronteras, en Afganistán en Siria, en Irán. La primavera árabe finalmente se volverá contra los que habían mantenido un sistema clientelar en Oriente Medio. Los desesperados movimientos que hemos visto en Libia, ahora en Siria, y todas las presiones sobre Irán, son parte de la guerra que libra Europa y EE UU, por tratar de mantener su hegemonía en el contexto mundial. No es una lucha por la democracia y la libertad sino una lucha por los recursos del planeta. La retórica de la libertad finalmente queda al descubierto en medio de la convulsa Europa. Países intervenidos, cesión de soberanía, empobrecimiento de la población. Y en general fraude de un sistema que se había jurado era el mejor del mundo. La violencia explicita sobre manifestantes protestando contra las autoridades, y políticos de todo tipo, dan la vuelta al mundo. Cada vez más ciudadanos desencantados culpan al sistema (democrático?), de sus tribulaciones. Las agresivas medidas de los gobiernos europeos sobre al población civil, el recorte de derechos y la merma de sus salarios efectivos, son los efectos de un panorama futuro borrascoso. Por el contrario, otros países emergentes, muchos criticados incesantemente por su dudosa democracia, siguen creciendo. Algunos, como Irán, a pesar de todos los bloqueos optan a los primeros puestos del desarrollo mundial http://actualidad.rt.com/actualidad/view/49169-Ir%C3%A1n-ser%C3%A1-15%C2%AA-econom%C3%ADa-del-mundo-en-2014?fb_comment_id=fbc_10150964545794261_22967105_10150964570389261#f2d627b3a591dc
La alegoría de la guerra no es útil ni conveniente para describir la situación actual (y cualquier europeo con un mínimo de conciencia y sensibilidad histórica debería saberlo). No todo conflicto es una guerra, y si están desmontando el estado del bienestar es entre otras cosas porque pertenecemos a ese 5% población mundial que tiene algo parecido a un estado del bienestar: luego defendámoslo, echemos al gobierno, pero no exageremos: guerra, es lo de Siria. Segundo: en todo caso, y aun aceptando la alegoría, estaríamos hablando de una guerra entre clases, no de una guerra entre pueblos, como se infiere de este artículo. Porque aquí se le está pidiendo a gente de otros países que con sus impuestos nos rescate un banco, Bankia, que ha quebrado porque hemos dejado que se lo llevaran crudo. Así que dejémonos de palabrería altisonante, que en este mundo el hambre y la guerra (las de verdad) sí son más bien la regla, y centrémonos en lo fundamental: en exigir subidas de impuestos a las rentas altas, y que los bancos en quiebra, como cualquier otra empresa en quiebra, quiebren. Que el Banco Central y el Fondo de garantía de depósitos cubran las cuentas corrientes, pero que los que jugaron a la bolsa ( sin engaños) y perdieron, pues que pierdan.
Es verdad, como dice Alvaro, que una crisis no es una guerra, por muchas comparaciones que hagamos, mutatis mutandis, entre ambas situaciones. Pero no es menos cierto que con crisis como ésta se puede desembocar en una guerra. Y es que las guerras no se sabe cómo acaban pero empezar, empiezan todas igual, me parece, y aventuro la escasez de bienes y libertades, junto al mal reparto como guinda del pastel, como principales causas de fondo de los conflictos, al margen de que luego figuren otros más a mano. En Grecia están que arden y por no poder pagar sus deudas y por padecer los mismos de siempre el coste de la factura, pronto empezarán a pegarse entre ellos, si alguien no apaga el fuego a tiempo. ¿Qué ha pasado en el mundo árabe? Pues que a la falta de libertad se le unió la carestía de los alimentos básicos. Nosotros libertad tenemos, pero cada vez más restringida (pensemos en las últimas reformas de Interior y que criminalizan incluso a quien promueve reunirse por Internet), y los alimentos no faltan pero cada vez son más caros, y dime tú de qué sirve tener alimentos si no puedes comprarlos. Es un poco como saber lo que hay que hacer para solucionar nuestros problemas pero ignorar cómo hacerlo. Si llegáramos a un límite insostenible, y cada cual adapta su umbral de sostenibilidad a su estatus previo y sus expectativas, quiero decir que el come tres veces al día aspira a no perder ni una toma como el que solo come una vez al día se conformaría con mantener lo que al otro ni se le pasa por la cabeza, pues eso, que en el hospital cada cual se queja de su mal, por pequeño que sea en comparación con lo que sea, no dudo que acabaríamos a palos. Y lo mismo que las personas comemos patatas, las naciones se comen países como si fueran patatas. Nosotros, esta vez, somos patatas. Y solo queda saber si nuestros acreedores se conformarán con cocernos o se nos comerán enteros si nos hacemos los remolones? Lo dicho, las guerras no se sabe cómo acaban, pero empezar empiezan todas iguales, con una crisis como una montaña de grande. Y esta crisis, en la escala de montañas grandes es un ochomil de los difíciles. Veremos si hacemos cima o nos caemos con todo el equipo.
Como todo el mundo que haya pasado la adolescencia, he conocido alguna crisis en este país pero, como ésta, ninguna. Esta vez tenemos el miedo en el cuerpo, no dependemos de nosotros (estamos a expensas de los que nos dicen desde Bruselas) y ya no tenemos casi ni orgullo. Ojalá me equivoque, pero no veo futuro para este país: sólo pasado, y un pésimo presente.
Pienso como Álvaro. En todo caso la guerra es de clases y deberíamos fijarnos más en las políticas anunciadas por el equipo de Hollande, que apuntan a un mayor equilibrio social, incluyendo subidas de impuestos a los ricos. Aunque al final todos vemos como cae nuestro nivel de vida, no nos sentiríamos tan indignados si realmente los poderosos arrimaran el hombro de verdad y no se aprovecharan de nuestra debilidad. Por esta vía parece que sólo habrá soluciones mediante una revolución violenta y luego vendrán los lamentos. Hace falta más unificación europea, superando los desequilibrios comerciales y económicos en general, conjugada con una auténtica integración política y social. Y la guerra que sea contra la corrupción y la impunidad de los poderosos.
El juego de la guerra no ha cambiado, tiene el mismo objetivo aunque cambiara de táctica.Es la guerra del capital que ha aniquilado millones de personas hasta la segunda guerra mundial. Esta fue la última. Consiguió destruir malamente también los capitales alemanes y nipones y parcialmente los europeos, concretamente los franceses y británicos. El norteamericano salió bastante menos dañado para dominar después la economía y política mundiales.El poderío militar estadounidense era necesario para mantener esta hegemonía y para contrarrestar el bloque comunista de la URSS y satélites. También les salió mal a los norteamericanos impedir el progreso y desarrollo de la industria militar alemana y nipona cuyas respectivas demás industrias reemplazaron a la americana desde los años setenta del siglo pasado. La guerras de Irak y Afganistán han proporcional el tiro de la gracia para la economía norteamericana. Al final los EEUU se convirtieron en endeudados cuando fueron ellos los que facilitaban los préstamos. Ahora resulta que los países fuertes económicamente necesitaban el poderío militar norteamericano para frenar las latentes aspiraciones nacionalistas de sus poblaciones. El capital norteamericano malamente castigado por ese derroche militar para mantener más de 700 bases en el mundo, que a pesar de todo es necesario para el liderazgo y el sometimiento de los pueblos aplastados por las guerras sucias.Todo ello es sin duda el defecto de la estructura del sistema capitalista manifiesto con las contradicciones de la política norteamericana opuesta a la de sus propios aliados para salvaguardar sus intereses particulares y así los vimos extender su dominio sobre los países productores de recursos naturales para controlar más a los países de economía emergentes como China, Brasil y la India.La guerra sigue pero ha tomado otro cariz como en otro escenario, y mientras sigan matándose gente del tercer mundo, árabes y musulmanes en concreto, no importará a nadie.
"La España de posguerra: popurrí popular"La política, y con ella la vida pública, se está degradando a marchas forzadas con la llegada al poder del PP, suceso del que no han pasado ni siete meses. Primero fue la contraprogramación de Rajoy. Nos aseguró que poseía la fórmula mágica para sacarnos del agujero. Era muy sencilla: bajaría impuestos para que las empresas invirtieran más y así se crearía más empleo. A más empleo más consumo y con el consumo aumentan los ingresos del Estado. Todo muy bonito pero lo cierto es que al final lo que ha hecho es subir los impuestos alegando que las circunstancias obligan a rebajar el déficit primero y poder crecer después. Y al subir los impuestos, baja el consumo y al bajar el consumo, bajan los ingresos. Vamos, no solo nada que ver con lo prometido sino en contra de su lógica aplastante de la reactivación de la economía, suponemos que aplicable en cualquier coyuntura. La coyuntura, qué voluble es. Cuando les interesa, nos dicen que la situación es extraordinaria y que obliga a medidas extemporáneas. En cambio, en cuestiones como el debate sobre el Estado de la Nación se acogen a la norma no escrita de no hacerlo en el primer año de mandato. Como si todos los años de los mandatos anteriores pudieran compararse con este. Qué mejor situación que la actual para contravenir la citada costumbre, teniendo en cuenta que estos primeros siete meses han sido como siete años. La televisión pública, un ejemplo de objetividad hasta la fecha, ha pasado de ser la tele de todos a ser la tele manipulada de unos pocos. En definitiva, la tele de antes. Y lo mismo cabe decir de las depuraciones insanas en radio nacional. Se conoce que el 'que se jodan' de una de sus diputadas iba en serio. En justicia Gallardón primero se pilla los dedos con el indefendible Dívar para luego pillárselos al querer controlar el poder judicial desde el gobierno. Por no hablar de sus contradicciones constitucionales entre el aborto y el matrimonio homosexual. De Montoro todo lo que se diga es poco y va a más. El titular de Hacienda, él solito, es una mina de... Mejor, es un campo minado en el que no hay pasos en verdadero. Desde animar a la prima de riesgo en su alza a llamar vagos a los funcionarios, pasando por los retorcimientos de palabras que ofenden la inteligencia del ciudadano. Wert retrotrae la educación a los tiempos de Maricastaña y Mato no sabe o no contesta y cuando lo hace es para subir los medicamentos o quitar ayudas a los dependientes. Ni en tráfico estamos seguros de mantener las cotas de éxito alcanzadas en los últimos años. El proceso de paz, otra de las pocas asignaturas aprobadas por el anterior ejecutivo, se encuentra varado, con el peligro que ello comporta. La imagen dada por el país, dentro y fuera de sus fronteras, ha empeorado de manera alarmante y no se puede culpar de ello a nadie más que al gobierno actual. No digo que el equipo anterior les dejara un campo muy practicable pero ellos lo han convertido en un barrizal. No digo que el ejecutivo socialista no tenga responsabilidad, y mucha, en lo que nos ocurre, como también la tiene el gobierno inmediatamente anterior, el de Aznar, pero ello no impide empezar a culpar al actual de su propia gestión. No vale con mirar atrás para disculpar la acción presente. Qué puede disculpar la absoluta falta de transparencia informativa y la absoluta falta de consenso político en las cuestiones cruciales y que exceden de lo que permiten las simples mayorías absolutas, máxime en un momento histórico en el que la soberanía se halla más demediada que nunca por fuerzas exteriores. Ni siquiera nos une el acoso exterior. Si sabíamos que el Rey reina pero no gobierna, ahora comprobamos que en el Parlamento no se legisla sino que reina el mutismo. Aquí el único que reina es el decreto ley, y con él, la extraordinaria y urgente necesidad alemana. ¿A quién se puede culpar de ello sino al gobierno de Rajoy? ¿Qué decir de la transparencia anunciada? Una cortina de humo para enmascarar la opacidad. Ni siquiera gozamos de una imagen digna. Nos presentamos como soberanos recién salidos de una reunión con compromisos firmados, para luego ser rebajados como enanos. Nuestras cifras ya no se las cree nadie. Nos rescatan y nos intervienen para vigilarnos. Este gobierno ni figura para nada ni gobierna en nada, es un mero ejecutor de las órdenes que recibe allende los Pirineos. Su autonomía solo le permite irse de romería deportiva como nuestro jefe del Estado se va de cacería, y rogando a la Roja que gane la Eurocopa para levantar nuestro ánimo. Solo una diferencia entre ambos: el Rey pide perdón por sus actos irresponsables. No sé si escucharemos a Montoro o a Rajoy algo parecido.
Y llegados a este punto, ¿a quién ha decepcionado realmente Rajoy y su gobierno? Es que esperaban muchos de quienes le votaron que actuaría de otro modo. Ya sabían de la negativa del actual presidente a declarar en campaña, fuera de cuatro generalidades, sobre lo que haría. Su programa oculto era el más evidente. Haría lo que se esperaba de él, incluida la subida de impuestos, una subida de impuestos a los más pobres, quiero decir. Nadie esperaba, no seamos tan inocentes, que aumentaría la imposición a los más ricos, como no ha hecho. Cuando la derecha habla de no subir los impuestos se refiere a eso, a no subírselos a los más ricos. Por lo demás, Zapatero fracasó en las urnas por muchas cosas, pero una de ellas, la principal, por no desplegar la política que cabría esperar de un gobierno de izquierdas. Rajoy está fracasando por gestionar la crisis como cabría esperar de su formación. No en otra línea van los torpedos dirigidos al Estado del bienestar. Esa es la gran diferencia entre ambos partidos políticos. Uno hizo lo que no se esperaba de él y fue castigado. El otro será castigado por hacer lo que se esperaba de él. Y otra diferencia más nacida de la anterio: qué esperaban que iba a hacer el gallego quienes le votaron masivamente en noviembre pasado. No hay decisión de Rajoy que no responda a su ideario, por más que quiera presentarse como el principal obligado de la coyuntura actual. Ni siquiera, como apunté arriba, la subida de impuestos en la forma en que lo ha hecho. Quienes votaron a Rajoy, ¿esperaban realmente que actuaría de otro modo? ¿De qué modo, concretamente? Qué pensaban, que desplegaría la política socialdemócrata que no hizo su predecesor. Qué pensaban, que volverían a invertirse los papeles, que lo mismo que la izquierda se pone a la derecha, la derecha se pondría a la izquierda. Y digo esto porque supongo que muchos trabajadores que han confiado en el partido conservador no lo harían pensando en que les sacarían del hoyo con políticas de ultraderecha. Puede que ni de izquierdas. Recordando declaraciones de Rajoy y de algunas de sus colaboradoras más cercanas, lo más fácil es que pensaran que serían razones de tipo mágico las que obrarían el milagro, que bastaría con llegar Él y su séquito y mejorar la economía por generación espontánea, que los inversores se quedarían y que nuestros acreedores no exigiríanr contraprestaciones. De qué guindo se han caído algunos para creer tales disparates. Rajoy jugó con la desesperación de la gente para alcanzar la Moncloa y ahora quiere arrendar toda la pérdida al ausente. Todo nuestros problemas actuales provienen de los 2,4 puntos de déficit que, según quienes gobiernan, les ocultaron los socialistas. Y me pregunto yo, ahora que la prima de riesgo supera los 600 puntos básicos, esa que se llamaba Zapatero a juicio de la vicepresidenta Santamaría, esa que bajaría tan pronto desembarcara Rajoy, cómo se llama ahora. Y ya que estoy aquí, pregunto más: cómo se llama el causante de que la comunidad valenciana sea la primera en implorar respiración asistida para poder sobrevivir. Se lo digo. Empieza por G y es una palabra alemana.

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