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El enigma del nuevo PRI

Las elecciones a la presidencia de México se convierten en un referéndum sobre el regreso del viejo partido hegemónico

Enrique Peña Nieto en el mitin de Tecámac, el jueves.
Enrique Peña Nieto en el mitin de Tecámac, el jueves.EFE

Enrique Peña Nieto, el joven candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la presidencia de México, tiene un mitin en la mañana del jueves en Tecámac, a 35 kilómetros al noreste del DF pero a dos horas en coche por los atascos. Hoy juega hoy en casa. El municipio está en el Estado de México (Edomex), el más poblado de la república con 15 millones de habitantes –un 13% del censo electoral-, y del que fue gobernador hasta hace un año.

Teresita, cantante de rancheras, ameniza la espera de los 5.000 acarreados, muchos con camisas rojas, que han venido a ver al “hijo pródigo” de este Estado, como dice el presentador. La masa corea: “Se ve, se siente, Enrique presidente”. Y también “¡vamos a por los cinco!”, en referencia al deseo de que el PRI gane la presidencia y la mayoría de senadores, diputados federales y locales y alcaldes en las elecciones del próximo 1 de julio. El “carro completo”, como se decía en el antiguo vocabulario priista. De hecho, la mano derecha levantada con los cinco dedos extendidos es el nuevo gesto del viejo partido único.

El partido ha logrado la unidad a base de mucho pragmatismo 

Por fin llega el candidato. Lo hace al ritmo atronador de Gloria, el éxito de Umberto Tozzi, mientras se da un baño de masas saludando, abrazando, besando a sus partidarios. Las mujeres se lo quieren comer. El presentador entra en éxtasis: “Así queremos al próximo presidente de México, entre la gente, emanado (sic) de la gente”. Peña Nieto se arranca: “Estoy orgulloso de regresar a mi tierra a diez días de ganar la presidencia…” El público le interrumpe con vítores. La raza está eufórica, convencida de la victoria. En el ambiente retumba el latido de un México real. El líder priista promete a todos “ganar más en un entorno de paz”, sacar al país de “la pobreza, la violencia y el miedo”. Anuncia que bajará la tarifa eléctrica, creará un sistema de seguridad social –seis de cada 10 mexicanos no tienen seguro- y varias obras de infraestructura para la zona. Gloria atrona de nuevo pero quien suena imbatible es Peña Nieto.

El líder priista, favorito destacado en todas las encuestas, es el gran protagonista de las elecciones. Su personalidad y capacidad para gobernar y si una victoria de su partido supondrá o no la restauración del viejo régimen que dominó México durante 70 años han sido los temas centrales de la campaña antes que la violencia o la falta de empleos, hasta el punto de convertir el voto en casi un referéndum sobre el regreso del PRI.

El PRI es ahora “un verdadero partido político y no la agencia electoral que era durante el viejo régimen”, dice el sociólogo Roger Bartra

Ha sido una carrera larga -tres meses de campaña y seis más de precampaña- en la que Peña Nieto ha ido sorteando sus propios errores como cuando confundió autores y obras en la Feria del Libro de Guadalajara el pasado diciembre –el escritor Carlos Fuentes llegó a decir entonces que no era digno de la presidencia de México-, la protesta estudiantil del movimiento Yo Soy 132, las acusaciones de ser un muñeco telegénico creado por Televisa, la principal cadena del país, y el rosario de escándalos protagonizados por ex gobernadores priistas denunciados por corrupción o vínculos con el narcotráfico.

En este tiempo Peña Nieto se ha hecho con las riendas del partido, ha disciplinado a sus barones –se desembarazó de Humberto Moreira, gobernador de Coahuila y presidente del PRI cuando fue acusado de malversación- y convertido el pragmatismo en su única ideología. “Mi única definición es que soy un pragmático al que importan los resultados. Los resultados , eso es lo que importa: los resultados”, ha declarado.

La corrupción es uno de los flancos que el PRI ofrece a sus adversarios

“Se le ha caricaturizado mucho, pero algo se tiene que tener para gobernar el Edomex. México no es un país sencillo. Ha logrado que se apartaran quienes le podían hacer sombra”, afirma José Woldenberg, expresidente del Instituto Federal Electoral (IFE), y hombre clave en la transición democrática mexicana. “Es una persona tremendamente inculta pero tiene experiencia de gobierno y está imbuido de la cultura política priista. Es un personaje imprevisible con un discurso previsible, con el mismo estilo de los políticos de hace 50 años. Habrá que ver quiénes son sus colaboradores”, opina el profesor Roger Bartra, antropólogo y sociólogo de la UNAM. “No tiene problemas para rodearse de gente capaz, no tiene complejos. Es él quien tira del PRI y no al revés”, asegura Armando Quintero Mateos, consultor vinculado al partido.

Pero, ¿qué PRI vuelve? ¿El del viejo régimen autoritario, el de la dictadura perfecta, el de la presidencia imperial? Quintero lo cree imposible: “El de 2012 es otro México. Es un país lleno de contrapesos, de instituciones que vigilan al Ejecutivo. Lo hemos visto con las redes sociales. Y es otro PRI, ha habido un aprendizaje cotidiano durante estos 12 años, y eso el candidato lo sabe”. “No se ha reformado lo suficiente pero ha cambiado”, dice Woldenberg. “Será muy importante si logra tener mayoría en el Congreso. Si es así se activarán los resortes más viejos y si no tendrán que negociar con las otras fuerzas políticas”, añade.

Bartra destaca que el PRI es ahora “un verdadero partido político y no la agencia electoral que era durante el viejo régimen”. “Es un grupo con experiencia de Gobierno y con políticos notables por su habilidad, pero al tiempo muy fragmentado. Al carecer del poder unificador del presidente, hay muchas facciones enfrentadas. La unidad la han logrado a base de mucho pragmatismo sin entrar en programas o ideologías que les pudieran dividir. Y a todo esto hay que agregar la corrupción, es un partido acostumbrado a ella. ¿Qué regresará si gana? Es un misterio. Hay corrientes que intentarán la vía Putin y hay también tendencias más tecnocráticas y democráticas tipo [Ernesto] Zedillo [presidente entre 1994 y 2000]”.

La corrupción y la alargada sombra de los dinosaurios, los veteranos políticos del partido, es uno de los flancos que ofrece el PRI a sus adversarios. Peña Nieto ha insistido en la campaña en la ruptura con el pasado pero no ha resultado convincente. Algunos de sus padrinos políticos han estado o están envueltos en escándalos.

Sin embargo, como comentan entre bromas un grupo de jóvenes priistas ante unos tequilas, “preferimos que nos acusen de corruptos antes que de ineptos. Nos pasa al revés que a los del PAN [Partido Acción Nacional, en el Gobierno]”. Lo mismo opinan muchos mexicanos de a pié, “El PRI salpica”, afirman, queriendo decir que “roba como los demás pero al menos reparte”.

Queda una semana para las elecciones y el PRI acaricia ya el poder. La maquinaria del partido ha funcionado sin descanso y el candidato ha prometido un Gobierno eficaz, crecimiento económico, hacer las reformas energética y fiscal y poner fin a la violencia con una nueva estrategia de seguridad cuya guinda ha sido el fichaje del general colombiano Óscar Naranjo, el hombre que detuvo al capo Pablo Escobar. Méritos propios aparte, al éxito de Peña Nieto habrán colaborado el desgaste del PAN tras 12 años de Gobierno, la pesadilla de la inseguridad y la falta de empleos durante el sexenio del presidente Felipe Calderón y la incapacidad de la izquierda para construir una alternativa moderna acorde al México del siglo XXI.

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