Nayef bin Abdelaziz, inmovilista heredero saudí
La sucesión al trono se reabre por segunda vez en un año
La familia real saudí anunció ayer la muerte de su príncipe heredero. Nayef bin Abdelaziz (Taif, Arabia Saudí, 1934), de 79 años, que falleció en una clínica de Ginebra donde estaba ingresado desde mayo. Su desaparición reabre la cuestión sucesoria en Arabia Saudí por segunda vez en menos de un año. Todo apunta a que, en aras a proyectar una imagen de estabilidad, será remplazado por su hermano y actual ministro de Defensa, el príncipe Salman, de 76 años, retrasando así el paso del poder a una nueva generación.
Nayef había sido nombrado heredero el pasado octubre a la muerte de su hermano Sultán. Pesó para ello que el poderoso y conservador ministro del Interior (cargo que ocupaba desde 1975) fuera uno de los príncipes más veteranos y activos entre los hijos de Abdelaziz bin Saud, el fundador del reino.
Sin embargo, dada su edad y su delicada salud, ya se suscitó entonces el riesgo de que también él pudiera fallecer antes que el rey Abdalá, de 88 años. Aún así, el Consejo de Lealtad optó por el continuismo. Otra cosa hubiera abierto la caja de Pandora en ese órgano de consulta familiar instituido pocos años antes por el monarca, y al que pertenecen, además de los hijos vivos de Abdelaziz (una docena), algunos de los nietos más prominentes. Entre estos hay varios con ambiciones de alcanzar el trono, pero no con suficiente respaldo entre los veteranos.
Aunque la desaparición de Nayef resta un voto a uno de los clanes de más peso dentro de la familia real, el de los Sudairis (descendientes todos de una misma esposa del fundador), nada indica que haya cambiado la correlación de fuerzas. Para dar el salto de los hijos a los nietos del fundador, haría falta que las diferentes ramas consensuaran un nombre.
Nayef, a quien los despachos diplomáticos estadounidenses revelados por Wikileaks describían como “un autoritario convencido”, se alineaba con el sector más inmovilista de la familia real. Rechazó de forma pública las propuestas de su medio hermano Abdalá para elegir por sufragio el Consejo Consultivo e incluir a mujeres en esa cámara sin poder legislativo. También se oponía a que se les permitiera conducir.
Sus simpatías hacia el ultraortodoxo islam wahabí le llevaron a atribuir el 11-S a una conspiración judía, aunque una vez que el terrorismo yihadista golpeó Arabia Saudí, fue implacable en la lucha contra la rama local de Al Qaeda. En lo que no cambió fue en su recelo hacia los chiíes. Se le atribuyó haber promovido el envío de tropas a Bahréin para ayudar a la monarquía suní de ese país a reprimir las manifestaciones de su población, mayoritariamente chií.
Además de nombrar un nuevo heredero, Abdalá tiene que remplazar a Nayef al frente del Ministerio del Interior. Tampoco ahí se esperan novedades. Lo previsible es que encargue el cometido al mayor de los diez hijos de Nayef, el príncipe Mohamed, que ya actuaba de ministro de facto en su capacidad de viceministro y jefe de las fuerzas especiales. Mohamed es uno de los miembros de la tercera generación con aspiraciones de alcanzar un día el poder, aunque sus posibilidades se han reducido ahora que su padre ya no va llegar a rey.
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