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La Universidad de Bolonia intenta mirar hacia atrás y adelante a la vez

El Alma Máter, la universidad más antigua del mundo occidental, fundada en 1088, está además físicamente fundida con Bolonia

Aula magna de Santa Lucía durante la apertura del curso en la Universidad de Bolonia en 2009.
Aula magna de Santa Lucía durante la apertura del curso en la Universidad de Bolonia en 2009.Roberto Serra/ Iguana Press (Getty Images)

No hay un cartel ni una señal. Pero hay un momento, cuando se camina por las estrechas calles del centro de Bolonia, en el que uno se encuentra en plena Universidad. Un barrio entero o, mejor dicho, el corazón mismo de la ciudad. Se nota por los jóvenes que extienden bajo los soportales para estudiar, por los locales abiertos todo el día, por la esperanza que se lee en los ojos de quien, incluso en épocas oscuras como la actual, piensa que solo el conocimiento puede detener el declive, y que no hay que dejar de creer en el futuro.

El Alma Máter, la universidad más antigua del mundo occidental, fundada en 1088, está además físicamente fundida con Bolonia. Y no podría ser de otra forma, dados los 87.000 jóvenes matriculados en medio de 380.000 habitantes, los dos millones de euros que los chicos gastan cada día en comida, alojamiento y servicios, y una vastísima oferta cultural, una de las más ricas de Italia, que es posible también gracias a la iniciativa de los estudiantes: más de 400 acontecimientos al año. Un matrimonio sellado simbólicamente este año con la entrega de los doctorados de investigación sobre el escenario más prestigioso, Piazza Maggiore.

Aquí, en el Alma Máter, todo sigue como hace siglos. Como en 1088, cuando la fundaron unos estudiantes para los estudiantes, "no hija del poder, sino de la conciencia moral y la libertad".

El mito de la universalidad de la cultura y el saber está garantizado por la enseñanza de todas las disciplinas: existen 72 departamentos y 33 facultades (entre ellas, Arquitectura, Medicina, Ingeniería y, cómo no, Derecho). Es la meta más solicitada en Italia por parte de los estudiantes Erasmus; más de 5.000 alumnos extranjeros (el 6% del total), y se presta una atención particular a los estudiantes chinos. Y es, sobre todo, la única universidad italiana que figura entre las 200 mejores del mundo, según las clasificaciones de Qs World University.

Este es el reto: combinar peso y la fuerza del pasado con los desafíos de la modernidad. Ser competitivos y estar en la vanguardia sin traicionar su historia. "En el fondo, el espíritu sigue siendo el mismo. Considerar que el estudiante es el centro", explica el profesor Gian Paolo Brizzi, profesor de historia moderna y responsable del museo europeo del estudiante abierto en la última planta de la Universidad.

En la Edad Media, a partir del modelo de Bolonia, las universidades se convirtieron en auténticos focos de movilidad, internacionalización y construcción de una cultura europea. Y así es todavía hoy.

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"Nuestra fuerza reside en la oferta de unos estudios generales, en los que conocimientos aparentemente apartados se encuentran y se mezclan", explica el rector Ivano Dionigi, casi en contradicción con las tendencias actuales. "De los 35 miembros del Senado académico (el máximo órgano de representación), no hay ninguno que provenga del mismo departamento". Diversos instrumentos que suenan como una orquesta. Ese es el motivo por el que las matrículas van en aumento a pesar del descenso en las estadísticas, por el que es fácil asistir en un mismo día a un congreso sobre el latín y una demostración de vehículos no tripulados de última generación; por el que el mérito, que tan a menudo se invoca pero tan poco se practica en Italia, es absolutamente prioritario.

"Mi mandato", explica el rector, "se inspira en el artículo 34 de la Constitución italiana, según el cual las personas capaces y merecedoras, aunque no posean medios, tienen derecho a alcanzar los máximos niveles de educación. Nosotros no somos la Escuela Normal de Pisa, donde convierten en genios a los que ya eran muy buenos", explica el profesor Dionigi. "Nuestro deber es hacer que sean buenas el mayor número de personas posible".

Petrarca decía que es necesario mirar hacia atrás y hacia adelante al mismo tiempo. Y nuestro país puede enseñárselo a toda Europa. Al fin y al cabo, en Bolonia se practica desde hace 942 años.

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