Las llaves de Damasco
Las claves de la crisis siria, cuyo primer asalto ha ganado El Asad, en 15 preguntas y respuestas
Al precio de más de 9.000 muertos, civiles en su inmensa mayoría, Bachar el Asad ha sobrevivido a un año de protestas populares. El tirano sirio no ha corrido aún la suerte de sus colegas Ben Alí, Mubarak, Gadafi y Saleh; por el contrario, ha logrado llevar el conflicto allí donde quería: una guerra civil extremadamente desigual y de crecientes tintes sectarios.
Como Gadafi, Bachar optó por aplastar militarmente las iniciales protestas pacíficas y democráticas de jóvenes sirios, pero, a diferencia del Nerón libio, él ha contado con vientos a su favor. Entre ellos, un mayor apoyo interno, la complicidad de Rusia e Irán y el miedo de la comunidad internacional a que la caída de su régimen provoque un desequilibrio regional. Estas son algunas claves para comprender una matanza que entra en su segundo año.
¿Quiénes son los El Asad? Hafez el Asad rigió Siria con mano de hierro durante 30 años (1970-2000). Era un general de Aviación cuya principal aportación política fue inventar la república árabe hereditaria. Le sucedió en la presidencia su hijo Bachar, un oftalmólogo formado en Reino Unido y de apariencia amable. Al llegar al poder, Bachar anunció intenciones reformistas, pero su primavera duró pocos meses. El clan familiar de los El Asad, su secta religiosa (los alauíes), el Ejército de su padre y la síntesis de todos esos colectivos, los mujabarat o todopoderosos servicios secretos, le convencieron pronto de que Siria seguía necesitando mano dura
¿Quiénes son los alauíes? Como otros países de Oriente Próximo, Siria es un mosaico étnico y religioso. Los alauíes suponen entre el 12% y el 15% de los 24 millones de habitantes del país (los ortodoxos musulmanes suníes estarían entre el 70% y el 75%, siendo el resto cristianos, drusos y kurdos). Los alauíes son tan árabes como todos los demás, pero sus creencias religiosas están enraizadas en el islam chií. Constituyen una secta iniciática y solo aquellos que alcanzan niveles superiores conocen todos sus secretos. Desde la llegada al poder del general alauí Hafez el Asad, dominan el Gobierno, las Fuerzas Armadas, los mujabarat y las milicias del régimen (shabiha). Ahora los alauíes temen que la caída de los El Asad —Bachar, su hermano Maher y el resto de la parentela— desemboque en una masacre de su comunidad.
¿Por qué apoya Irán a los El Asad? La Siria de los El Asad es, desde el triunfo de la revolución jomeinista en 1979, el único Estado árabe aliado de los ayatolás iraníes. Diversos elementos geopolíticos sustentan este matrimonio de conveniencia, pero también el hecho de que los alauíes sirios y los chiíes iraníes estén emparentados religiosamente. Damasco y Teherán son asimismo compadres en el apoyo al grupo chií libanés Hezbolá.
¿Por qué apoya Rusia a los El Asad? Aliado desde comienzos de los años setenta, la Siria de los El Asad supone para Rusia su última salida al Mediterráneo (puerto de Latakia) y su última cabeza de puente política en Oriente Próximo. Además, blindar ahora a Bachar el Asad frente al mayoritario deseo occidental de que deje el poder le otorga a la Rusia de Putin protagonismo en la escena internacional. En febrero, el veto ruso y chino en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a una intervención extranjera en Siria dio luz verde a El Asad para aplastar a sangre y fuego los espacios de libertad creados por los opositores en las ciudades de Homs y Deir-el-Zour.
¿Hay solución diplomática? Acciones como la reciente visita a Siria del ex secretario general de la ONU Kofi Annan o el envío en enero de observadores de la Liga Árabe, solo han servido para que el régimen gane tiempo para continuar con la represión militar. Ni la diplomacia ni la retórica, ni tan siquiera las sanciones económicas, van a conseguir que Bachar y los suyos abandonen el poder.
¿Por qué no ha habido una intervención internacional como en Libia? El caso sirio es más complejo que el libio: el régimen es más fuerte, la oposición está más dividida y las consecuencias regionales de la caída de los El Asad serían mayores. Además, hay problemas legales: dado el veto de Rusia y China, una intervención tendría que hacerse al margen del Consejo de Seguridad, lo que no ocurrió en Libia. Sin embargo, hay precedentes de acciones internacionales sin bendición del Consejo de Seguridad: Kosovo en 1999 e Irak en 2003.
¿Quiénes son los Amigos de Siria? El Grupo de Amigos de Siria, que se reúne este domingo en Estambul, es una coalición contra los El Asad de la que forman parte Estados Unidos, la Unión Europea (con Francia a la cabeza), Turquía y la Liga Árabe (con Arabia Saudí y Catar al frente). Ya se reunió en febrero en Túnez sin mayores consecuencias. Obama no quiere implicar a EE UU en otro conflicto bélico en Oriente Próximo, y menos en año electoral; la UE está enfrascada en sus agobios económicos y financieros; Turquía no quiere dar la impresión de que intenta rehacer el imperio otomano, y Arabia Saudí y Catar tienen dinero pero no combatientes.
¿Qué piensa Turquía? La Turquía gobernada por el partido islamista moderado de Recep Tayyip Erdogan tenía buenas relaciones con la Siria de los El Asad. Pero la primavera árabe la ha convertido en un referente democrático para el mundo árabe y musulmán, por lo que, al poco de comenzadas las protestas en Siria, decidió apoyarlas y apostar por la caída del régimen. Turquía sirve de base a la oposición política y militar siria. Damasco replica apoyando a los rebeldes kurdos del PKK alzados contra Turquía.
¿Qué opciones barajan los Amigos de Siria? Según Jonathan Marcus, que las ha analizado en la BBC, la que suscita mayor consenso es una acción básicamente humanitaria para aliviar la situación de los cientos de miles de civiles bombardeados o refugiados. Francia propone crear corredores humanitarios hasta el interior del territorio sirio; Turquía, santuarios o zonas tampón en su frontera con Siria. Pero incluso así se precisaría el uso de algún tipo de fuerza para establecer y defender esos corredores y/o santuarios. Turquía y la Liga Árabe podrían encargarse de su puesta en marcha, pero necesitan saber que tienen a sus espaldas el poderío militar de Estados Unidos.
¿Se baraja la opción militar? Oficialmente no, pero todos hablan de ello. Una posibilidad sería armar y dar apoyo logístico a los grupos rebeldes; es lo que proponen Arabia Saudí y Catar. De momento, Obama y Erdogan pactaron el pasado domingo brindarles suministros "no letales" (material médico y de comunicaciones). Otra sería un bloqueo marítimo de Siria para impedir que el régimen reciba más armas por esa vía, pero su eficacia es dudosa y supondría un enfrentamiento directo con Rusia. Una tercera, la más contundente, consistiría en lanzar ataques aéreos punitivos desde Turquía y Jordania contra las tropas sirias que masacran a poblaciones civiles. Es lo que podría haberse hecho contra las baterías artilleras y los carros de combate usados en el aplastamiento de Homs. Pero eso vendría a ser una guerra contra el régimen y nadie la desea.
¿Qué sistema podría sustituir a los El Asad? En Túnez y Egipto, sectores del régimen echaron a Ben Ali y Mubarak y asumieron el protagonismo de una transición hacia un sistema más democrático que está siendo turbulenta. En Libia, la caída de Gadafi desveló el carácter artificial de ese Estado y sus componentes tribales y regionales. En Siria, las divisiones de la oposición no permiten vislumbrar una alternativa clara.
¿Qué quieren los opositores? Los jóvenes que desencadenaron las revueltas proponían una Siria democrática donde todas sus comunidades tengan garantizados sus derechos. Pero, tiroteados a placer por las fuerzas del régimen, los manifestantes callejeros del principio se han ido haciendo menos visibles, mientras que, desde el otoño, los guerrilleros rebeldes han ido asumiendo mayor protagonismo. Las revueltas han ido así adoptando el cariz de una guerrilla mayoritariamente suní contra el gobierno tiránico de la minoría alauí. Los Hermanos Musulmanes han ganado peso e incluso se han sumado a la melé elementos de Al Qaeda. La militarización y sectarización crecientes del conflicto ensombrecen el inicial objetivo democrático y multiconfesional.
¿Es inevitable un Gobierno islamista suní? No era ese el objetivo inicial de las protestas. Incluso ahora los Hermanos Musulmanes sirios proponen al resto de la oposición un pacto basado en los principios de que los asuntos terrenos deben estar regulados por la ley humana, y no divina, y todos los ciudadanos son iguales al margen de su religión, raza o sexo, según informó Ángeles Espinosa en EL PAÍS.
¿Hay alguna salida? La mejor sería un golpe militar que derrocara a Bachar el Asad y abriera las puertas a una transición democrática pactada. Para ello sería preciso que un amplio sector de la comunidad alauí fuera consciente de que su futuro en Siria pasa por desmarcarse de los Asad, y ayudaría mucho que Moscú compartiera esa visión. Quizá esgrimir una posible intervención militar internacional pudiera ser útil para alumbrar esa salida. Si no, la sangría se prolongará y puede terminar con una libanización: todos contra todos.
¿Y si Israel ataca a Irán? La crisis siria se empozoñaría aún más. Ya ahora, se va perfilando peligrosamente como un conflicto entre musulmanes suníes —la mayoría de la oposición siria, Turquía y la Liga Árabe— y chiíes —los alauíes sirios y sus parientes chiíes de Irán, Líbano e Irak—. Una acción militar israelí contra Irán le añadiría una tercera o cuarta dimensión.
Bachar ha ganado el primer asalto, pero es difícil imaginar que muera a edad avanzada en el poder como su padre Hafez.
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