Riesgo de desestabilización del Sahel
Solo el restablecimiento del orden constitucional y una negociación con los tuaregs permitirán a Mali salir de la crisis
La Junta Militar que derrocó, hace nueve días, al presidente de Mali, Amadou Toumani Toure, apodado ATT, justificó su golpe por la incapacidad del régimen a hacer frente a la rebelión tuareg —representan el 15% de los 15 millones de malienses— en el norte del país y por la corrupción.
Desde que los jóvenes oficiales tomaron el poder en Bamako la rebelión no ha cejado de progresar y hoy, viernes, conquistó una primera ciudad: Kidal. “La situación es crítica”, declaró en la radio el jefe de la Junta, el capitán Amadou Sanogo, al tiempo que pedía ayuda a “los amigos de Mali”.
Para los vecinos de Mali la prioridad no es tanto frenar el avance de los tuaregs sino restaurar primero, al menos parcialmente, la normalidad constitucional que quebró el golpe. Si no se restablece de aquí al lunes la Comunidad Económica de Estados de África Occidental someterá a Mali a un embargo diplomático y financiero que implicará incluso un cierre de las fronteras terrestres. En definitiva, le asfixiará.
La iniciativa recuerda la estrategia seguida con éxito, en 2010-2011, para echar del poder en Costa de Marfil a Laurent Gbagbo, el presidente que no reconocía su derrota en las presidenciales que se desarrollaron bajo supervisión internacional.
ATT, cuyo paradero se desconoce, no era en Mali un presidente modélico. Elegido en las urnas, mantenía una democracia más bien de fachada con partidos políticos, libertad de prensa y sin presos de opinión.
Pero en sus diez años contrabando y tráfico de drogas se dispararon impulsando la corrupción. La franja septentrional del país se convertía además en un santuario donde los terroristas argelinos, que más tarde se adhirieron a Al Qaeda, ponían a buen recaudo a sus rehenes occidentales. La propagación de los secuestros, perpetrados incluso en el mismo centro de Tombuctú, ha hundido al turismo en el país africano con el mayor patrimonio arqueológico de África después de Egipto. El terrorismo ha agravado la crisis económica.
Entre los que aun permanecen en esa franja norteña hay dos cooperantes españoles apresados en Tinduf (Argelia) hace más de cinco meses. El recrudecimiento, desde enero, del conflicto en el norte, con las armas obtenidas en Libia por tuaregs y terroristas, complica aún más las gestiones para el pago de un rescate y su consiguiente puesta en libertad.
Lo que más preocupa a los vecinos de Mali es que la prolongación del caos conlleve la consolidación de la rebelión tuareg hasta el punto de poner en peligro la integridad territorial del país y, de paso, la de otros Estados colindantes con importantes comunidades tuaregs empezando por Níger. Es decir, preocupa la desestabilización del Sahel.
Restablecer el orden constitucional implica, ante todo, devolver el poder a los civiles y, ya que el mandato de ATT estaba a punto de expirar, organizar unas elecciones libres de las que emane un Gobierno legítimo que negociaría con los tuaregs una salida de tipo autonómico. Solo podría tener éxito si goza del pleno apoyo de la comunidad internacional empezando por los países contiguos, Francia, antigua presencia colonial, y EE UU.
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